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La milagrosa Pila de San Miguel

Pátzcuaro es una hermosa ciudad del estado de Michoacán, antiguo señorío de los huacusecha o purépecha. Es un Pueblo Mágico, que fuera fundado por Curatame por el año de 13000, y convertida en centro religioso por Tariácuri, durante el Período Posclásico. A la llegada de los españoles este magnífico señorío fue conquistado por Cristóbal de Olid y gobernado, más tarde, por Nuño Beltrán de Guzmán.

De la ciudad de Pátzcuaro procede una leyenda que nos cuenta que muy cerca de la casona que se conoce con el nombre de La Casa de los Once Patios, y al término de la Calle de Navarrete, se encuentra una fuente colonial muy bella mandada a construir por don Vasco de Quiroga (1470-1565). Recién acaecida la conquista de Pátzcuaro, los antiguos sacerdotes purépecha, acudían a la tal fuente con el propósito de mojar en sus aguas sus collares de caracoles plenos de sangre de sus clandestinos sacrificios. Poco a poco, el agua de la fuente adquirió un marcado sabor salino.

La Pila de San Miguel en el Pueblo Mágico de Pátzcuaro.La fuente tenía una especie de hornacina en la parte de arriba, como adorno que la embellecía. A la fuente acudían las mujeres indígenas para acarrear agua y solventar sus necesidades. Pero de pronto, empezaron a decir que en la fuente se podía ver al Diablo, hecho que asustaba considerablemente a las mujeres y a los habitantes de la ciudad.

Ante tal calamidad, don Vasco de Quiroga, el primero obispo de Michoacán, -Tata Vasco como le llamaban los indígenas- que vivía y trabajaba en ella, decidió encargar a un pintor indio que colocase en la hornacina la imagen del Arcángel San Miguel.

Ante tan sabia decisión, el Diablo nunca más se presentó a la fuente. Desde entonces se la ha conocido como la Pila de San Miguel, y se afirma que el agua es milagrosa, pues contiene propiedades que ayudan a curar las enfermedades.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

 

 

 

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Los aretes de la Luna

Cuentan los abuelos purépecha del estado de Michoacán, que hace muchos años el Sol y la Luna estaban casados y eran muy felices viviendo en las alturas. Pero un día apareció por el Cielo Citalimina, Venus, el astro de los cielos de la mañana y de la tarde, y todo cambió en su felicidad.

En una ocasión, la Luna encontró al Sol platicando con Venus, que era una estrella muy bella con una larguísima cabellera. La Luna se enceló y le reclamó al Sol sus coqueteos. Se pelearon, se insultaron y hasta se dieron de golpes. Como el Sol era más fuerte que la pobre Luna, le dejó la cara llena de moretones, que son las manchas que podemos ver en su superficie desde la Tierra si la observamos con atención.

La Luna decidió separarse del Sol y se fue muy lejos, ya no se hablaron más; por eso uno sale de día y la otra de noche. Como es natural, este hecho ocasionó que se formara el día y la noche en la Tierra. Cuando llegan a juntarse los dos astros en el Cielo, se vuelven a convertir en los amorosos amantes que antes eran y, en ese momento se producen los eclipses.

Arracadas de plata que usan las mujeres purépecha

Cuando se vuelven a separar los esposos, la Luna se pone a llorar mucho de la tristeza que le da, y cada lágrima que cae a la Tierra se convierte en gotas de plata, que las mujeres purépecha recogen para fabricarse hermosos aretes que tienen forma de media luna, con lágrimas de plata que penden de ellos.

Cuando la Luna no llora mucho, sino sólo poquito, sus lágrimas no se convierten en plata sino en frescas gotas de rocío, que se transforman en charahuescas, que son una flores amarillas, anaranjadas o rojas que se parecen a las dalias; entonces, los niños escarban en la tierra para sacar las dulces y acuosas jícamas que son las raíces de la flor, que además calman la sed de quien las come.

Para recordar el regalo que la Luna les ha dado a las mujeres, no deben cortarse nunca el pelo, y si lo llegan a hacer, tiene que ser cuando hay Luna Nueva, cuando adquiere el nombre de Xaratanga, la diosa lunar de los purepecha.

Sonia Iglesias y Cabrera