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El Tapacaminos y el Quetzal

Existe una leyenda muy curiosa que proviene del estado de Yucatán. Tiene como personaje central a una ave conocida con el nombre de Tapacaminos. Este pájaro es de color pardo con manchas blancas y negras en sus plumas que son cortas. Es de tamaño pequeño y casi no pueden caminar, pues sus patas se encuentran un tanto atrofiadas. Con las plumas que tiene al lado del pico caza los insectos que le sirven como alimento. Sus grandes ojos le permiten ver perfectamente por la noche. En el día se oculta en los árboles. Al volar no hace ruido, lo que le impide a sus presas huir. Es un animal bastante feo al que le gusta ponerse en las carreteras a la espera de los automóviles y camiones. Cuando el vehículo está a punto de atropellarlo, el Tapacaminos emprende el vuelo prestamente evitando ser apachurrado.

El Tapacaminos actual

Esta ave tan especial cuenta con una leyenda que a continuación relatamos. Un cierto día el gran tlatoani de la zona maya quiso averiguar quién era el rey de las aves. Para tal efecto ordenó a sus subordinados que organizaran un concurso en el que participaran todas las aves que se creyeran, o lo fuesen, hermosas, talentosas e inteligentes.

Entre las bellas aves que habitaban en la región se encontraba una que era especialmente fea, y considerada por las demás como desagradable y de mala entraña. Había otra ave que era todo lo contrario: de bellas plumas de magníficos y deslumbrantes colores, buena como un sol, inteligente y muy talentosa para volar, era el original Tapacaminos. La pobre ave fea fue a visitarlo, y le pidió que le prestase su encantador plumaje para poder participar en el concurso. Le juró que se lo devolvería en cuanto éste terminara. La hermosa ave, como era muy buena, no dudó en prestarle sus plumas a la fea.

El día del concurso, el feo pajarraco, engalanado como las plumas ajenas, se presentó muy oronda y exhibió su estupendo plumaje, y dijo que su nombre era Quetzal. Ante tal maravilla los jueces no dudaron en otorgarle el primero en belleza y darle el correspondiente premio. Al verse tan hermosa, el ave fea decidió que no le devolvería el plumaje a la otra. Y se fue huyendo muy quitada de la pena. El Tapacaminos, la buscó por todas partes para exigirle que le devolviese sus coloridas plumas, pero nunca la encontró. Por eso es que cuando el actual Tapacaminos encuentra a alguna persona o animal, siempre pregunta: -¿No has visto al Quetzal! Con la esperanza de poder recuperar su belleza que perdió por ingenua y buena.

Sonia Iglesias y Cabrera