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Campeche Leyendas Cortas Leyendas Mayas

La Gruta

Bolochén está situado en el estado de Campeche, a ciento veinte kilómetros de la capital, y pertenece al Municipio de Hopelchén. En el pasado fue una importante ciudad maya, que forjó su propia tradición oral, de la cual ha llegado hasta nosotros una bella leyenda que a continuación referimos.

Bolochén se pobló alrededor de nueve pozos, como su nombre lo indica. Pero era un pueblo que frecuentemente se veía aquejado por fuertes sequías, a pesar de los rezos y ceremonias que le dedicaban al dios Chac de la lluvia y el agua.

En cierta ocasión, un jefe guerrero que se destacaba por su valentía y su inteligencia, se enamoró de una bella y noble muchacha, la cual le correspondió inmediatamente. Pero la madre de la joven no está de acuerdo con aquellos amoríos, ya que estaba segura de que la perdería para siempre si se iba con ese hombre del cual desconfiaba. Tan asustada estaba la mujer que decidió esconder a su hija en un sitio muy difícil de encontrar.

La Gruta de Bolonchén

Al no verla más, el jefe guerrero sintió que moriría si la perdía. La cabeza se le atolondró y se olvidó de gobernar a su pueblo como era debido. Rezó con mucho fervor a sus dioses, sobre todo a Chac, deidad del agua, y puso a muchos de sus guerreros a buscarla, pues se encontraba desesperado. Uno de ellos, escuchó un sollozo cuando pasaba por una gruta. Al saberlo, el jefe decidió entrar en ella, y lo que se encontró fue con enormes bordes de cristal al fondo de la gruta. Con ayuda de sus subordinados, construyó una gran escalera con madera y lianas, descendió por ella, y en la parte baja se encontró con su amada que lloraba cual magdalena. La rescató, y ambos se sintieron muy dichosos de volverse a ver.

El jefe descubrió que dentro de la gruta había siete estanques rocosos a los que llamó: Chimaisha, Ociha, Chocoha, Akabha, Sallab, Pucuelha, y Chacha. Todos ellos plenos de azul agua cristalina.

A raíz del descubrimiento de los estanques, Bolochén ya nunca más volvió a padecer de la terribles sequias, pues ya contaba con los estanque que el jefe guerrero había descubierto al buscar a su amada. Ante este hecho, a la madre de la chica no le quedó más remedio que aceptar los amores de los jóvenes, pues se dio cuenta que se trataba de un fuerte amor que no acabaría ni con la muerte.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas

La Mujer-Gato

Xochimilco, el Lugar de las Milpas de Flores, se encuentra localizado al sureste de la Ciudad de México. Está formado por catorce pueblos y un lago que alberga las famosas chinampas, especies de balsas cubiertas con tierra que sirven para el cultivo de hortalizas o de flores, que existían ya desde antes de la colonización española.

Xochimilco está pleno de tradiciones y de leyendas de lo más variado y originales. Una de ellas nos relata que a finales del siglo XIX, los habitantes de las chinampas no podían conciliar el sueño debido a que cada noche un gato maullaba y daba de brincos por todos los tejados de las casas de los campesinos que se encontraban en las chinampas.

Las casas de los campesinos insomnes de Xochimilco

Como nadie podía dormir debido al ruidero que ocasionaba el felino, se pusieron de acuerdo los insomnes para cazarlo y así acabar con la terrible molestia. Se organizaron, y a los pocos días le dieron caza. Ya que le habían agarrado, le metieron en un tambo grande a la media noche, cuando todo estaba muy oscuro, y lo taparon perfectamente.

Al día siguiente que fueron a ver el tambo, escucharon que salía una voz que suplicaba: -¡Déjenme salir! ¡Por favor, déjenme ir! Al oír la voz, los campesinos decidieron levantar la tapa para ver lo que sucedía. Al hacerlo, se llevaron una tremenda sorpresa, pues vieron que el gato se convertía en una hermosa y desnuda mujer, que al momento en que levantaron la tapa la mujer-gato desapareció.

Al ver lo sucedido, todas las personas decidieron no decir nada a nadie del prodigio, pues consideraban que no les creerían. Pero no se pudo ocultar por mucho tiempo lo acontecido, pues todos sabemos que las personas son proclives al chismorreo. Y la leyenda de la mujer-gato pasó de generación en generación hasta nuestros días, para regocijo de los cazadores de leyendas.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Guerrero Leyendas Cortas

Las Piedras Azules

Esta leyenda tiene su origen a principios del siglo XIX. En una cierta ocasión, dos pastoras que vivían en la Costa Grande de Guerrero, decidieron acudir, junto con otros peregrinos, al Santuario de Chalma, sito en el Estado de México, a cumplir con una manda al Señor de Chalma por un favor recibido. Dicho Santuario, fundado en el siglo XVI, es muy famoso en todo México, pues el Señor que ahí se venera es muy milagroso y cumplidor.

Las dos mujeres iban vestidas con faldas largas de vivos colores y sombreros adornados con lentejuelas doradas y plateadas. Ambas llevaban un bastón que golpeaban en el suelo para que los cascabeles que llevaban en él sonaran al ritmo de sus pasos de baile, pues gustaban de bailar para dar gracias a los favores obtenidos.

Una de las pastoras incumplidas.

La caravana de peregrinos de la cual formaban parte las pastoras pasó por Acapulco, Chilpancingo e Iguala, apara tomar camino hacia Teloloapan y llegar al Santuario de manera más expedita. Cuando arribaron  a la zona conocida como Tierra Colorada, las pastoras manifestaron que estaban agotadas, y que ya no podían más con su alma. Por lo tanto, decidieron que ya no llegarían hasta el Santuario de Chalma a pagar su manda. Les comunicaron a los otros peregrinos que se quedarían en Teloloapan, a esperar el regreso de los fieles. Los peregrinos trataron de convencerlas de seguir el camino con ellos, pero las pastoras se negaron, y hasta expresaron que estaban arrepentidas de haber hecho tal promesa. Así pues, los peregrinos continuaron su viaje.

Poco habían andado los devotos creyentes cuando voltearon a ver a las pastoras que se habían quedado descansando en el pasto al lado del camino. No las vieron, pero quedaron muy sorprendidos a la vez que asustados,  de que en el lugar donde se encontraban sentadas las mujeres,  habían aparecido dos enormes piedras azules con figura de mujer.

Admirados al tiempo que desconcertados, los peregrinos comprendieron que el Señor de Chalma las había convertido en piedras por haber faltado a la promesa que le hicieran de ir a bailar a su Santuario, pues de todos es sabido que aquel que no cumple con las promesas que hace al Santo Señor, si convierte en piedra para siempre.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Puebla

Carmen y las canciones de cuna

En la época de la Colonia había en la Ciudad de Puebla un Alguacil Mayor llamado Juan de Mendoza y Escalante, hombre rico y honrado. Tenía una hija, Carmen, a la que decidió meter a un convento, pues don Juan era sumamente religioso y le parecía lo mejor para su hija. Carmen no estaba muy conforme, pues carecía de vocación.

Un cierto día, don Juan acudió al convento a visitar a su hija y llevó consigo a Sebastián de Torrecillas, quien quedó prendado de Carmen y empezó a hacerle la corte, a pesar de sus hábitos religiosos. Poco tiempo después, la joven correspondió a los amores del seductor, e iniciaron una relación clandestina.

A causa de tales relaciones Carmen quedó embarazada. Sumamente enojado, su padre la sacó del convento y se la llevó a casa. La encerró en una habitación durante todo el tiempo que duró el embarazo, a fin de que las personas no se enterasen del pecado cometido por su hija.

La casa de la infeliz Carmen

Una vez que el niño nació, don Juan de Mendoza tomó la decisión de arrojarlo a un río, para escapar de las habladurías y el deshonor. Ya que había cometido el terrible acto, el alguacil empezó a tener remordimientos de que lo que había hecho con el nene. Tanto se arrepintió que se le produjo un infarto fulminante que le mató.

La pobre Carmen, destrozada por haber perdido a su hijo de una manera tan cruel y de saber a su padre muerto, se volvió loca y al poco tiempo, desesperada, se suicidó. La casa donde vivían Carmen y su padre se convirtió al paso del tiempo en escuela de música. La leyenda dice que en ella se escuchan los cantos del espectro de Carmen que dirige a su hijo con el fin de encontrarlo. Son canciones de cuna tiernas y amorosas que la chica entona con su dulce voz. Su búsqueda no se detiene nunca.

Carmen deambula por toda su antigua casa y muchos de los alumnos y personas que visitan la escuela de música dicen que la han visto caminar por los salones de clase buscando a su hijo al tiempo que entona bellas canciones infantiles. Otras veces se la escucha como si jugara con un niño pequeño, y se oyen risas de contento.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Querétaro

El Árbol de la Cruz

Fray Antonio Margil de Jesús fue un fraile franciscano que nació en Valencia el año de 1657. Su apostolado como misionero abarcó un período de cuarenta y tres años; y como iba de un lado a otro llevando la religión católica le pusieron el mote de “el misionero de los pies alados”. Después de un largo viaje de setenta y cuatro días desde Cádiz y de haber recorrido muchos países de América como Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Honduras, y pasados trece años de llevar a cabo su misión religiosa, llegó al Puerto de Veracruz el 6 de junio de 1683, el cual acababa de ser saqueado por Lorencillo, el malvado pirata.

Al llegar a tierra mexicanas en seguida se puso a evangelizar llevando un báculo, un Breviario y un crucifijo, dando inicio a una etapa itinerante de gran calibre en aras de la religión católica. Más adelante, el 13 de agosto llegó a Querétaro con tres compañeros, y poco después se le nombró guardián del convento de la Santa Cruz de Querétaro, en la entonces Nueva España, donde fue siempre muy querido por los fieles.

Las espinas en forma de cruz que brotan del árbol milagroso.

El templo y el convento de la Santa Cruz se fundó a raíz de que los chichimecas fueron derrotados por los conquistadores españoles en el cerro del Sangremal, en el mes de julio de 1531, cuando en el cielo apareció, milagrosamente, la imagen del apóstol Santiago y una enorme cruz, lo cual asombró a los indígenas y propicio su rendición.

Una leyenda queretana cuenta que en el año 1697, fray Antonio Margil llegó a Querétaro al lugar en el que encontraba el templo edificado después de la batalla con los indios. Cuando se encontraba ahí, enterró su báculo cerca del Templo de la Cruz, ubicado en la cima del Sangremal. El báculo enterrado se convirtió en un bello árbol espinoso que adquirió la forma de una cruz.

Según relata la leyenda es un árbol perteneciente a la familia de las mimosas, pero que en vez de dar flores, da espinas que parecen cruces. Así, el árbol en vez de verse cargado de flores, se ve cagado de espinas en forma de cruz.

Algunos fieles han intentado llevarse parte de maravilloso árbol para plantarlo en otros lugares; sin embargo, los pies nunca se dan, pues el árbol se niega a crecer en otro lugar que no sea el jardín del Templo de la hermosa Ciudad de Querétaro.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Puebla

El niño de la Batalla del 5 de Mayo

Esta famosa batalla tuvo lugar en el año de 1862, en las proximidades de la Ciudad de Puebla, durante la llamada Segunda Intervención Francesa. El ejército de México estaba dirigido por Ignacio Zaragoza quien luchaba contra las tropas invasoras comandadas por Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez.

Cuenta una leyenda que un niño zacapoaxtla de la Sierra Norte de Puebla, se encontraba en la cercanía de los fuertes de Lorenzo y Guadalupe, que originalmente fueran capillas edificadas en el cerro Acueyametepec en honor a la Virgen de Loreto y a la Virgen de Guadalupe, y que en los inicios del siglo XIX se convirtieron en fortalezas militares. El lugar era clave para las tropas francesas, pues conquistando los fuertes, se abría el camino hacia la toma de la Ciudad de México. Por tanto era primordial para las tropas de Zaragoza conocer los movimientos de los soldados franceses.

Como no podían ver bien la posición del enemigo, ni siquiera subiéndose a los árboles, cuyas ramas eran muy frágiles, el niño zacapoaxtla se subió ágilmente a un gran árbol con el fin de ver la posición de los soldados franceses y avisar a los mexicanos. Desde lo alto del árbol el niño iba diciendo a los mexicanos las posiciones y movimientos de los invasores.

Los Fuertes de Lorenzo y Guadalupe

En ese momento los franceses se dieron cuenta de la presencia del niño y empezaron a atacar furiosamente. El niño persistió en su posición y siguió avisando de los movimientos del enemigo, cuando una terrible bala alcanzó el corazón del chamaco. Cayó al suelo ya muerto y ensangrentado.

Con los informes proporcionados por el pequeño zacapoaxtla, los soldados mexicanos lograron vencer al tan reputado ejército francés. La ayuda había sido valiosísima. Poco tiempo después, enterraron al intrépido mocito, e Ignacio Zaragoza le nombre héroe de la Batalla de Puebla.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Michoacán

«¡Yo no confieso a los muertos!»

Cerca de la Iglesia de San Francisco en Morelia, Michoacán, había una casa en donde espantaban, situada en un callejón. Un comerciante en paños, sedas y mantones, después de mucho viajar por las ciudades de la Nueva España, decidió asentarse y vivir en Valladolid, con el fin de contraer matrimonio con una bella y rica joven, para luego regresar a natal Santander, España. En su tienda conoció a doña Inés de  la Cuenca y Fragua, una hermosa y caritativa huérfana y heredera de una de las haciendas más ricas de Tierra Caliente. Cautivado por sus perfecciones, don Diego Pérez de Estrada la enamoró. Inés lo amaba sinceramente, pero Diego no, a él lo movía el interés más mezquino.

Don Diego era parrandero y muy mujeriego, vestía con elegancia y lucía costosas joyas. En confianza era muy mal hablado, pero solía mostrar una imagen muy diferente ante las personas que no eran sus amigotes.

Un día, don Diego le pidió a la joven matrimonio; antes de resolverle Inés acudió a su confesor fray Pedro de la Cuesta, a fin de consultarle la conveniencia de tal casorio. Fray Pedro, que era un hombre muy virtuoso y bondadoso, decidió informarse de la clase de individuo que era el tal Diego Pérez. Así supo que pertenecía a una buena familia de Santander, pero que era la oveja negra de la familia y que había llegado a la Nueva España con parte de la herencia que le correspondía. Cuando la herencia se terminó porque Diego la derrochó en sus continuas juergas, se puso a vender telas y mantones de Manila, hasta que llegó a Valladolid.

Fray Pedro se enteró de la mala catadura de don Diego y de que además se jactaba de que nunca sentía amor por ninguna mujer a causa de haber llevado una vida tan disipada. El fraile aconsejó a la bella Inés que no se casase, y la niña le obedeció y rechazó al supuesto enamorado.

La hermosa Ciudad de Valladolid, hoy Morelia, Michoacán.

Al verse rechazado, colérico y despiadado, juró vengarse de fray Pedro. Vendió su tienda y se fue a vivir a un cuarto sito en una callejuela por el lado norte del cementerio de San Francisco, junto con un empleado suyo. Una cierta noche en que una terrible tormenta asolaba la ciudad, un embozado llegó hasta la portería del convento, tocó la puerta y le abrió un encapuchado portero. El embozado hombre se dirigió a él con estas palabras: -¡Hermano portero, cerca de aquí un pobre hombre que agoniza desea ser confesado por fray Pedro de la Cuesta!

Fray Pedro y el embozado caminaron hasta el cuartucho que alumbraba una débil vela, el cura se acercó al lecho de muerte, pero al dirigirse a él, el supuesto moribundo, que no era otro que don Diego, no respondía. El padre, desesperado, le gritaba, y cuando lo destapó le encontró muerto de una puñalada hecha con la misma daga con la que pensaba matar al podre fray. Al verlo, fray Diego se alejó del muerto al tiempo que exclamaba: -¡Yo confieso a los vivos, pero nunca a los muertos! Y salió corriendo.

Al día siguiente el hecho era conocido por toda Valladolid… y desde ese momento la callejuela recibió el nombre de El Callejón del Muerto.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Durango Leyendas Cortas

El Águila, el Conejo, y el Venado

Cuenta una leyenda tepehuana del estado de Durango, que un cierto día el dios Sol decidió crear a los hombres. Muy contento comunicó su decisión a la Estrella de la Mañana. Iba a crear siete pueblos. Cuando el Sol estaba platicando con la Estrellla, Cachunipa, un ser sobrenatural maligno, escuchó la plática, y decidió que crearía un dragón de siete cabezas para que acabara con las siete razas de que hablaba el Sol. Inmediatamente se escuchó un terrible ruido y de una caverna salió un ser de siete cabezas, enormes garras, ojos rojos, y una cola en la que podía verse un aguijón; además, contaba con dos alas que le permitían volar muy aprisa a trasladarse a donde quisiese.

Cuando el Sol creó al primer hombre, la enorme serpiente y Cachinipa se dirigieron al sitio en donde se encontraba. Al verlo, la serpiente se abalanzó sobre él para devorarlo, pero una águila muy grande descendió y tomó al pequeño con sus garras, y se lo llevó a un picacho para salvarlo. Hecho lo cual regresó a donde se encontraba la serpiente, con la cual peleó hasta darle muerte.

Niñas tepehuanas descendientes del primer hombre creado por el dios Sol.

Al ver Cachinipa que su dragón había muerto, muy enojado decidió enviar a unos poderosos lagartos hasta el sitio donde se encontraba el primer ser humano creado por el Sol, y lo amarraron a un árbol. Un pequeño conejo se dio cuenta de lo que hacían los malvados lagartos, y cuando se fueron con sus fuertes dientes royó la cuerda. Como tenía mucha hambre, el conejo le dijo que se lo comiera.

Al verse libre, el niño se subió a un venado, que corrió rápidamente para salvarlo de los asesinos lagartos. La creación del hombre por el Sol estaba salvada. Desde entonces los tepehuanos adoran al águila, el conejo y el venado, pues a ellos deben su existencia.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Baja California Leyendas Cortas

Las hijas de Tecolote y Coyote Pai

Cuenta una leyenda paipai de los indios de Baja california que el señor Tecolote tenía seis hijas, quienes además de ser bonitas eran muy inteligentes. Estudiaban en la biblioteca de su padre por las mañanas y por las tardes. A media tarde, Tecolote tocaba una chicharra para indicarles a sus hijas que había llegado la hora de salir a volar alto por los aires, de jugar, cantar y bailar.

Les gustaba mucho jugar a La Víbora de la Mar, se reían como locas y sus risas llegaban hasta los oídos de Coyote Pai, que las escuchaba con beneplácito, pues era su mejor amigo. Cuando las niñas estaban jugando, Coyote Pai salía de repente de entre los arbustos, y les hacía cosquillas en sus cuerpecitos; luego corría y se perdía entre la vegetación. Las hijas de Tecolote no lograban atraparlo después de que les hacía la travesura de hacerles cosquillas.

Con el fin de escarmentarlo, las chicas urdieron un plan. Salieron más temprano de sus clases sin que se diera cuenta Tecolote. Se fueron volando hasta el Cielo y poniéndose unas velas en las garras, se hicieron pasar por brillantes estrellas. A poco rato llegó Coyote Pai al lugar donde acostumbraban jugar las chicas, pero no las encontró. Las niñas se pusieron a cantar una canción, Coyote Pai las escuchaba pero no lograba localizarlas, y se desesperaba. Entonces las traviesas chicas le gritaron: -¡Oye, Coyote Pai, ve hacia arriba! Coyote dirigió sus ojos hacia el cielo azul y las vio. En seguida, quiso estar con ellas arriba, le parecía maravilloso, y contestó: -¡Quiero estar arriba con ustedes, quiero ser también una estrella! A lo que las niñas le contestaron que estaba bien, y con su largo cabellos tejieron una cuerda que arrojaron a Coyote Pai para que subiese. Así lo hizo Coyote y empezó a trepar por la cuerda, muy contento de su buena suerte.

Subió muchos metros y cuando ya estaba a punto de llegar hasta las hijas de Tecolote, éstas cortaron la cuerda y Coyote Pai cayó hasta el suelo convertido en muchos pedacitos, que se convirtieron en polvo y que el viento se encargó de esparcir por todos lados.

Coyote Pai observa a la hijas de Tecolote

La abuela de Coyote Pai escuchó la tremenda caída de su nieto y, presurosa, acudió al lugar, donde encontró los esparcidos restos del animal. Recogió el polvo, se fue a su casa y con él preparó harina e hizo panecitos. Mientras se cocían la pobre abuelita se puso a llorar. Al verla tan triste, Dios hizo que el polvo se saliese del horno, brillara muchísimo y flotara hasta llegar a todos los rincones del mundo. Por donde pasaba caía polvito mágico y nacía un coyote nuevo. La Tierra se fue poblando de muchos coyotes para beneplácito de la  abuela que se puso muy feliz.

Las hijas de Tecolote nunca más descendieron a la Tierra y se quedaron en el Cielo convertidas en estrellas que su padre siempre observaba por las noches… ¡Como dicen que los tecolotes lo hacen desde entonces¡

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Sonora

Las chicas

El estado de Sonora se encuentra en la parte noroeste de la República Mexicana, su capital es Hermosillo. Sonora cuenta con muchas leyendas, una de ellas es muy conocida desde hace mucho tiempo, y las abuelas suelen contárselas a sus nietos.

En cierta ocasión tres muchachos se encontraban en una fiesta a los que habían sido invitados. Gustosos asistieron a ella pues eran jóvenes y gustaban de divertirse lo más que pudieran. Cuando estaban en la fiesta se dieron cuenta de dos chicas que les llamaron la atención, y se acercaron a ellas con el fin de entablar amistad y quizá algo más. Los muchachos les propusieron a las chicas que fueran a dar una vuelta lejos del bullicio. Como ellos eran tres y solamente había dos muchachas, uno de los jóvenes decidió irse a su casa y dejarles el campo libre.

Así pues, los cuatro se subieron al auto de uno de ellos, y les preguntaron a las chicas a dónde deseaban ir. Ellas respondieron que les apetecía ir a un lugar donde hubiera agua. Los galanes sugirieron ir a la playa, pero ellas no aceptaron y sugirieron ir a la presa. Durante el trayecto estuvieron bebiendo mucho ron, y cuando las chicas pasaban la botella a los varones, éstos se percataban de que estaba sumamente caliente. Los muchachos se sentían muy cansados, y en su media borrachera no se dieron cuenta de que las chicas estaban raras, lucían ropa antigua y, además, estaban muy flacas,

El cementerio de las chicas

En esas estaban cuando una de las mujeres le dijo al conductor que quería que las llevara al cementerio. Extrañado preguntó si deseaban quedarse en el cementerio, a lo que las chicas respondieron que sí. Hacia allá se dirigieron los cuatro. Al llegar, las damas descendieron del automóvil y se adentraron al cementerio. Los chicos, aún bajo el efecto del alcohol, arrancaron el auto, y se dirigieron a sus respectivas casas.

Al siguiente día los amigos se encontraron y comentaron lo sucedido. Estaban intrigados por el extraño comportamiento de las mujeres fiesteras, y decidieron averiguar que había pasado con ellas. Se subieron al auto y se dirigieron al cementerio. Entraron y se dirigieron hasta el sitio donde las habían visto por última vez. Al llegar vieron dos tumbas en cuya lápida aparecían los nombres de las jóvenes con quienes habían pasado la noche. Se llamaban Silvia y Carmina y hacía un siglo que habían muerto al salir de una fiesta.

Los muchachos se impresionaron tanto que uno de ellos se volvió loco, y el otro murió de un infarto fulminante… ¡Muy caro les había costado su aventura de conquistadores!

Sonia Iglesias y Cabrera