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La Mujer Sirena

Cuenta una leyenda que en Rancho Nuevo, poblado huasteco que se encuentra en Tamiahua, Veracruz, vivía Irene Saavedra junto con sus padres doña Demasía González y don Abundio Saavedra. La joven era muy hermosa; su pelo era largo y muy oscuro, los ojos los tenía del color del ámbar y levantados hacia las sienes, su piel oscura color cobrizo brillaba como el oro. Los tres formaban una familia sumamente feliz.

Irene y su madre eran devotas, muy creyentes de la religión católica, cuyos preceptos y rituales cumplían a carta cabal. Festejaban las fiestas católicas, iban diariamente a misa como buenas católicas y trataban de ayudar al prójimo.

Un Jueves Santo, Irene decidió ir a traer leña a un lugar que se llamaba Paso de Piedra, y a pesar de se trataba de un día de la Semana Santa en el que se tenía prohibido ir a juntar leña, la chica se alistó y partió en su búsqueda. Posiblemente se le había olvidado el hecho de que no debía hacer dicho trabajo, pues se trataba de un día de vigilia y de guardar.Irene, la mujer sirena

Una vez que Irene terminó de acarrear la leña que necesitaba, regresó a su casa muy satisfecha porque había logrado acarrear mucha. Cuando llegó a la casa le comentó a su madre que tendría que bañarse porque estaba muy sucia y se sentía incómoda. Su madre puso el grito en el cielo y le dijo que no lo hiciera por ningún motivo, pues en esos días santos no se permitía agarrar agua ni tampoco bañarse, porque sería una blasfemia y se condenaría. Irene le replicó a su madre que con el perdón de Dios al menos iba a lavarse la cara, aunque no a tomar un baño. Tomó dos hojas de jaboncillo de la cocina y se dirigió al pozo para asearse.

Un rato después la madre de Irene escuchó unos gritos desesperados que venían del pozo, corrió inmediatamente hacia el lugar donde se encontraba su hija y oyó su voz que decía: – ¡Madre, madre, por favor ayúdame! Poco a poco los angustiados gritos se convirtieron un lamento.

Ante los azorados ojos de la mujer, una enorme ola salió del pozo e Irene empezó a transformarse en otro ser: su boca era como la de un pez, sus ojos, su pelo y su piel se tornaron rojos, de la cintura para abajo se transformó en un pez lleno de escamas. Cuando la transformación terminó, la gran ola la arrastró por el río hasta el mar. Al darse cuenta los pescadores del pueblo de lo que pasaba, tomaron sus lanchas y persiguieron a Irene para rescatarla. Al momento de irla a salvar, se apareció un barco muy viejo, al cual Irene saltó muy contenta y sonriendo, al tiempo que entonaba una canción que decía: Peten ak, peten ak, “giren, giren” En ese momento muchos animales marinos se reunieron alrededor del barco, el cual momentos después desapareció dejando a los hombres boquiabiertos.

A partir de ese hecho, todos los jueves santos, la madre de la muchacha acude a la playa con la esperanza de volver a ver a su hija. Por su parte, los pescadores aseguran que cuando escuchan el canto de Irene deben alejarse, ya que aquel que llegue a verla sufrirá muchas desgracias en la vida y hasta podría morir. Se les presenta la mujer-sirena como una bella mujer de pelo rubio, dulce voz y grandes senos, cuando el desdichado que la ve quiera acercarse a ella para tocarla, Irene se convierte en un ser horripilante que hace que el mar se agite mucho y le voltea la lancha para matarlo ahogado.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Campeche Leyendas Cortas

Un amor muy acuoso

El pueblo de Bolonchén se encuentra en el estado de Campeche; su nombre significa en lengua maya Nueve Pozos. Cerca de este poblado se sitúan las famosas Cuevas de Xtacunbilxunan. De Bolonchén surgió una leyenda de amor que a continuación relatamos.

A raíz de la llegada de los españoles a tierras mayas, muchas ciudades desaparecieron devastadas por los conquistadores. Ante tal hecho, los habitantes de dichas ciudades decidieron fundar el poblado de Bolonchén, llamada en aquel entonces Bolonchenticul.

Sucedió que en cierta ocasión la ciudad sufrió una fuerte sequía, y por más que sus pobladores oraron y dieron ofrendas al dios del agua Chaac, la deidad no los escuchó y la sequía continuó. En esas estaban cuando el cacique guerrero de la aldea se enamoró de una hermosa muchacha, cuya madre no estaba de acuerdo con esa relación, por lo cual decidió esconder a su hija.La escalera que lleva a los Pozos del Amor

Cuando el jefe enamorado dejó de ver a su amada, se deprimió enormemente y ya no gobernaba como era debido. Le rogó a Chaac para que le ayudara a encontrarla; y ya completamente desesperado, envió a los guerreros a buscarla por todos lados. Ya llevaban varios días buscando a la joven, cuando uno de los guerreros escuchó un llanto que venía de lo profundo de una gruta. Enterado, el jefe ordenó que se construyera una escalera grande con madera y reatas para bajar hasta el fondo de la gruta. Construida la escalera, el jefe guerrero descendió hasta donde se encontraba su amada, a la cual abrazó tiernamente. Ambos lloraban de alegría por haberse podido reunir nuevamente, a pesar de la oposición materna.

De repente, el guerrero se dio cuenta de que en la gruta había siete estanques plenos de agua cristalina. Loco de felicidad por el hallazgo, en seguida les puso nombre a los estanques, que se llamaron: Chac Ha, Pucuel, Sallab, Akab Ha, Chokoj, Oci Ha y Chimais Ha. Eran un regalo del dios Chaac, pues con los manantiales encontrados el pueblo de Bolonchén ya no carecía de agua para poder sembrar como es debido sin temor de perder los cultivos, y de que sus habitantes pudiesen beber toda el agua que desearan.

Gracias al gran amor del jefe guerrero, el agua ya nunca escasearía en Bolonchén. Desde entonces al lugar se le conoce con el nombre de Los Pozos del Amor.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Veracruz

La Eterna Juventud

Una leyenda del estado de Veracruz nos cuenta la historia de un hombre que decidió radicar en la ciudad llamada la Villa Rica de la Vera Cruz. Había comprado una casa en la que pensaba vivir. Se trataba de un hombre muy viejo. La casa que escogió era pequeña y adecuada a sus necesidades, y no era lujosa sino sencilla.

El anciano era muy reservado, no entablaba plática con nadie; sólo se le veía en la iglesia los domingos cuando acudía a misa. Por las noches sus vecinos escuchaban ruidos de carpintero; es decir, se le oía cortar madera y clavarla. Como el ruido iba en aumento, los vecinos se encontraban muy extrañados y curiosos, pues no se explicaban lo que el viejo estaría haciendo.Los libros del anciano librero

Finalmente, un día abrió la puerta y todos vieron que lo que hacía el buen señor no era otra cosa que acondicionar una librería. Los libros estaban expuestos para aquellos que desearan comprarlos; eran muy antiguos, y muchas fueron las personas que acudieron a la librería para para deleitarse con ellos, se maravillaban con su contenido, y sobre todo con las maravillosas ilustraciones que tenían.

Entre los visitantes había un joven llamado Joaquín a quien gustaban mucho los libros de historia y aquellos que trataban temas religiosos. El muchacho estaba feliz con la librería en donde encontró libros de temas muy variados que desconocía y le abrían nuevos horizontes. Así pues, Joaquín se hizo asiduo a la librería. Pero, aunque el anciano ya le conocía, nunca trató de entablar plática con él. Sin embargo, el muchacho trataba de charlar y le preguntaba acerca de la antigüedad y de los autores de los libros, pero el librero no soltaba prenda y se mantenía en silencio.

En cierta ocasión, Joaquín encontré en uno de los anaqueles un libro polvoriento y maltratado. En una de sus páginas vio la ilustración de un cáliz que llamó su atención. Quiso comprar el libro, y preguntó por su precio que resultó sumamente elevado. A pesar de ser un joven de buena familia con bastante dinero, no le alcanzó la platita que llevaba. Entonces, decidió llevarse el libro a escondidas de su dueño. Pensó en leerlo y deleitarse con la bella ilustración del cáliz y luego volverlo a colocar en el estante donde lo había encontrado.

Llegó a su casa más fatigado que en otras ocasiones; se encerró en su recámara para ver el famoso cáliz que relucía en comparación a las otras ilustraciones que se veían descoloridas y maltratadas. Estuvo varias horas en su cuarto viendo el cáliz. Cansado se dirigió al cuarto de baño y se miró en el espejo y… ¡horror, vio su imagen envejecida! Joaquín contaba con veinte años y ahora parecía de treinta y cinco. Cada minuto envejecía más y más. Sumamente asustado decidió regresar, ya que estaba seguro de que lo que le estaba sucediendo tenía relación con el libro robado.

Cuando llegó a la librería se dio cuenta que el anciano se veía considerablemente rejuvenecido. Puso el libro en su lugar, y se percató de que estaba aún más envejecido, la piel estaba muy arrugada y su pelo blanco; además, sentía achaques de anciano. Se dirigió al librero para preguntarle qué era lo que estaba pasando, pero éste seguía con su habitual silencio, al tiempo que se volvía cada vez más joven. Joaquín desesperado gritaba, y los clientes que entraban le tomaban por el librero y no le creían lo que contaba. El librero se limitaba a decir que su padre estaba chocho. Corrió a patadas a Joaquín diciendo que mientras hubiera personas curiosas y ladronas, él tendría garantizada la eterna juventud.

Joaquín murió poco después en la calle, abandonado, sus padres no le pudieron auxiliar pues buscaban a su joven hijo que habían reportado extraviado a las autoridades. El librero, otra vez rejuvenecido, había pactado con el Diablo su eterna juventud a cambio del alma de los mancebos curiosos que se robaban el Libro del Cáliz.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Jalisco Leyendas Cortas Leyendas de Terror

La Mala Hija

Lagos de Moreno, ciudad sita en el estado de Jalisco, en la época revolucionaria recibió a muchas familias adineradas provenientes de otros estados, que deseaban huir de los revolucionarios por miedo a perder todas sus pertenecías y a morir en manos de los bandoleros, como los llamaban. En Lagos de Moreno las tales familias se encontraban seguras entre gente de su misma clase social y de sus mismos intereses.

Entre dichas familias se encontraba el matrimonio formado por Rubén Peón Valdez y su amada esposa doña Blanca. Al poco tiempo de asentarse en Lagos de Moreno, tuvieron una niña muy bonita, a la que pusieron por nombre Blanca Rosa. Dos años más tarde, la familia aumentó con el nacimiento de un varón, al que nombraron Francisco. Ambos niños eran amados por igual. Sin embargo, la predilecta de don Rubén era la pequeña Blanca Rosa, a la que idolatraba. El matrimonio Peón Valdez tenía fama de tener la casa más bella de la ciudad y de recibir en ella a lo más granado de la sociedad. Como eran muy buenos anfitriones, todo el mundo deseaba ser invitado a sus fiestas y tertulias.

Al crecer, Blanca Rosa era aún más bonita que de niña, su blanco cutis, sus ojos azules y su largo cabello dorado llamaban la atención de todos. Ni qué decir tiene que la jovencita tenía la mar de pretendientes, quienes estaban locos por casarse con tan bella damita. Sin embargo, Blanquita no le hacía caso a ninguno y se mostraba indiferente ante tanto galanteo. Era tanta su indiferencia que sus padres llegaron a pensar que tenía vocación de monja.Blanca Rosa, la mala hija

Pasaron unos años y todo seguía igual con la muchacha. Ni se casba ni se metía a monja. Una cierta noche, Blanca Rosa se despidió de sus padres como acostumbraba y se recogió en su recámara. Al día siguiente, su madre fue a buscarla para que acudiesen a misa de seis. Tocó, abrió la puerta, y… ¡Oh, sorpresa la joven no se encontraba en el cuarto! La cama estaba tendida y una de sus ventanas se encontraba abierta y de ella pendía una cuerda.

Doña Blanca salió inmediatamente y alertó a la servidumbre para que la buscasen por toda la casa. Todo fue en vano, la chica no se encontraba en ella. Se buscó desde la azotea al sótano, pero Blanca Rosa no apareció. En la ciudad de Lagos pronto se propagó la noticia de la desaparición de tan bella niña, y el pueblo hasta un corrido le dedicó su extraña desaparición.

Nadie sabía nada de su desaparición. Se rumoraba que se había fugado con Chicho, el caballerango, que era muy guapo; o con Narciso Romo, que tan bonitos ojos tenía. Pero buscaron en donde vivían los dos muchachos, y no encontraron a la niña desaparecida.

Unos años después, doña Blanca, la madre murió de tristeza y sin saber el paradero de la pequeña. El escándalo que había causado la desaparición se fue acallando. Cuando murió don Rubén Peón, muchas personas vieron a una mujer con un largo velo blanco que con un bulto en sus brazos recorría las calles de la ciudad sin pisar el suelo. Al llegar al río gritaba: – ¿Dónde los encontraré? Y tiraba el bulto al agua. Los rumores empezaron a correr de nuevo, se dijo que Blanca Rosa se había fugado con Chicho del cual había tenido cuatro hijos. Se afirmaba que en cierta ocasión Chicho la había sorprendido teniendo relaciones con otro hombre y que, loco de celos, había matado a sus criaturas y a ella. Y que ahora el espíritu de Blanca, arrepentido de haberse portado tan mal con sus padres y su amasio, recorría la ciudad para pagar sus pecados.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Los títeres se divierten

José Oviedo vivía en Celaya, Guanajuato. Era un hombre muy simpático, contaba con muchos amigos quienes le pusieron el mote de Capitán. Hubiera sido actor, a no ser porque en aquellos remotos tiempos del siglo XIX, la profesión no estaba muy bien vista: por los tanto, optó por ser titiritero y así satisfacer sus ansias artísticas que le habían acompañado desde muy joven.

En su casa ubicada en la Calle de Hidalgo montó su teatro de títeres y daba funciones los sábados y domingos. Escogió las obras que iba a representar, las estudio, y encargó a un artesano de la ciudad de Guanajuato que le hiciese los muñecos necesarios. De vestir a los títeres se encargó una señora, ya vieja, quien empleó lo mejor en su manufactura. Los títeres eran preciosos.

Ya con todo lo necesario preparado, sus amigos se encargaron de anunciar por toda la ciudad el espectáculo que se llevaría a cabo. El día de la inauguración fue todo un éxito, las obras gustaron mucho y los títeres fascinaron a todos los asistentes. Al poco tiempo, Oviedo decidió alquilar un local, pues su casa era demasiado pequeña para el público que se presentaba a admirar sus representaciones.Los títeres de José Oviedo

Una cierta noche en que el titiritero se encontraba descansando y leyendo una obra de teatro, se dio cuenta que el soporte donde colgaban los muñecos se movía y se oía como entrechocaban sus cuerpos de madera. Se incorporó de la cama, y el movimiento y los ruidos de los títeres continuaron. Desconcertado, Oviedo no se movió y se percató que los muñecos se estaban moviendo solos en la tarima que servía de foro. El titiritero pasó una mala noche, pues estaba muerto de miedo. Al día siguiente, se dio cuenta de que los muñecos estaban movidos y en desorden y los que tenía en una caja se encontraban fuera de ella. ¡Todos habían estado bailando!

José se dirigió inmediatamente a ver a un cura para contarle lo sucedido, pues se encontraba muy asustado e impresionado. El sacerdote le escuchó y le tranquilizó argumentando que todo había sido producto de su cansancio e imaginación. El titiritero se fue y continuó con sus funciones. Pero en una ocasión, cuando se encontraba dando una función, uno de sus muñecos que era un juez, volteó a verlo y le clavó la mirada como si le quisiera decir algo. Aterrado, José dejó de dar funciones, y dijo a sus fanáticos que se ausentaba para conseguir más obras y más títeres.

Pero José dejó su oficio para siempre. En una ocasión en que se encontraba muy triste y preocupado porque había perdido su casa en un juicio, se acordó del títere que le mirara tan penetrantemente y comprendió que el muñeco le estaba avisando lo que pasaría.

Tiempo después, los habitantes de Celaya afirmaban que en la casa del antiguo titiritero don José Oviedo, se escuchaban las danzas que ejecutaban los títeres y el sonido que producían sus pies de madera. Se oían aplausos, vítores y todo cuanto ocurre en una función de títeres. Todos decían que en esa casa de la Calle de Hidalgo, espantaban y ya nadie quería pasar por la que empezaron a llamar La Casa de los Títeres, pues el susto que se llevaba quien escuchaba el alboroto de los muñecos era tremendo y hasta se podía enfermar gravemente.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Guanajuato Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Florentino el parrandero

Florentino Montenegro vivía en Guanajuato y se dedicaba a buscar yacimientos de plata y oro. Le iba muy bien en su trabajo y era apreciado por las personas que le rodeaban dada su simpatía innata. Como era parrandero le gustaba acudir a una taberna de no muy buena reputación para emborracharse con sus amigos y gastar el dinero que obtenía en su trabajo de minero.

Una cierta noche, Florentino salió de la cantina muy borracho y se dirigió a su casa por el Callejón de los Perros. De pronto, escuchó una voz que le llamaba por su nombre, se volvió a ver de donde procedía y vio a una mujer parada junto a una puerta. La mujer le invitaba insistentemente a pasar a su casa, alegando que hacía mucho frío y que quería proporcionarle algo de calor. Florentino se acercó a la mujer y se la quedó viendo. Se trataba de una mujer muy guapa, rubia y vestida de blanco. El minero, al verla, aceptó de inmediato la invitación. El cuarto era pobre, había una mesa con botellas de vino, una cama y un anafre en el cual estaba una cafetera. Las paredes estaban adornadas con calaveras. La mujer le ofreció una copa de vino que Florentino aceptó gustoso. La bella mujer le dijo al borrachales que le iba a llevar a un lugar donde se divertiría mucho; lo tomó del brazo y le llevó hacia una puerta que conducía a un subterráneo. Conforme bajaban todo se oscureció y Florentino se empezó a asustar, aun cuando siguió adelante para no quedar mal con aquella muchacha que harto le gustaba. Siguieron bajando y el lugar era cada vez más frío y se sentía un fuerte olor a azufre. Los escalones nunca terminaban. Florentino pudo darse cuenta que el lugar era como una especie de mina con socavones y con entes que gemían horriblemente. Florentino estaba aterrado y muy cansado de tanto bajar; quería regresar, pero su machismo se lo impedía. Por fin llegaron a una gran sala en donde unos seres endemoniados se peleaban y se pegaban. El pobre minero no sabía qué hacer, pues al mismo tiempo que veía esos horrores, la bella mujer le miraba con amor y no soltaba su mano. De repente, la mujer le soltó y se fue convirtiendo en calavera, la carne se le cayó y solamente quedó su esqueleto.Callejones de Guanajuato

La lava escurría por las paredes y Florentino se trataba de librar de ella como podía, cuando vio a un enorme diablo que llevaba cargando el esqueleto de lo que creyó una guapa joven. Ambos, demonio y esqueleto, miraban a Florentino y le insultaban. Tratando de escapar, el minero dio con las escaleras y empezó a subirlas rápidamente, hasta que llegó al cuarto desvencijado a donde la mujer le había invitado a entrar. Saliendo de aquel antro precipitadamente, el minero corrió hacia su casa.

Como su estado era lamentable, pues Florentino parecía un idiota que no podía hablar y sólo miraba al espacio, su esposa fue a buscar a un curandero. El hombre estaba hechizado y había que hacerle una limpia. Pero no conforme con ello, la mujer acudió a ver al sacerdote de la iglesia, quien acudió a la casa de la esposa y obligó a Florentino a relatarle lo que la había sucedido.

Al oír el relato, el cura le dijo a Florentino que le llevara a la casa de la bella mujer. Al llegar a la casa el sacerdote se acordó que en aquella casa había vivido una mujer hacía ya treinta años, y que él la había ayudado a bien morir. Entraron ambos al cuartucho, donde seguía la mesa con las botellas de vino y el anafre. La puerta que conducía al subterráneo se encontraba donde Florentino la recordaba, pero los escalones daban a una salida a otro callejón. Entonces, el cura le dijo al gambusino que lo que le había pasado era una experiencia demoníaca por llegar una vida tan desordenada y por gastar su dinero en parrandas y en mujeres de la vida fácil.

Arrepentido Florentino de sus malos hábitos, juró ante la Virgen que dejaría las malas costumbre para siempre. Y lo cumplió, transformándose en un hombre serio y responsable, que ahorro mucho dinero y se volvió muy rico.

Por su parte el sacerdote exorcizó la casa de la bella mujer, para que nunca más se le apareciera a ningún borrachín parrandero. Sin embargo, por las noches se aparece una mujer bella vestida de blanco por el famoso Callejón del Diablo, que gime y se lamenta e invita a los trasnochados a entrar en su humilde casa.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial

Lázaro y el perro

Lázaro vivió en los inicios de la Nueva España. Era un mestizo a quien discriminaban tanto los españoles como los indígenas. Su madre había sido una bella indígena que había sido seducida por un soldado español, quien la había dejado en cuanto se enteró de que se encontraba embarazada.

El joven mestizo estaba perdidamente enamorado de una señorita española de muy buen ver, quien a su vez amaba a Lázaro con pasión. La relación amorosa que tenían los jóvenes la mantenían en secreto, ya que estaban ciertos de que tal amorío nunca sería permitido por los padres de la muchacha, quienes censuraban la mezcla de españolas con las castas que se formaron en la Colonia.

Así pasó cierto tiempo, sin que nadie se diera cuenta de los amores prohibidos, hasta que un día el padre de la chica los descubrió en pleno romance. Terriblemente enojado e indignado, el español juró que mataría a Lázaro por la ofensa que había infringido a su familia. Inmediatamente a la chica la internó en un convento. Y sin pérdida de tiempo, y acompañado por la traidora hermana del joven, acudió al Santo Oficio para denunciarlo de ser un brujo y de que con sus hechizos había seducido a su hija.

Ese mismo día por la tarde, Lázaro fue apresado por los inquisidores y llevado a los calabozos de la Inquisición. La sentencia no se hizo esperar, y a los pocos días el desgraciado mestizo fue sentenciado a morir en el garrote vil. A los pocos días de haber muerto Lázaro, por la Ciudad de México apareció un perro que a todos los habitantes asustaba por sus terroríficos aullidos. Empezó a decirse que las personas morían cuando dicho animal se les aparecía. Así que nadie quería salir de sus casas por las noches para no toparse con tan extraño animal.

Una noche, el perro entró en la casa de su hermana la cual se había casado con un hombre de mucho dinero. Al verlo, la mujer se asustó mucho pues se dio cuenta de que el perro se parecía muchísimo al hermano que había traicionado. De repente el perro se transformó en el fantasma de Lázaro y la hermana cayó de rodilla ante él pidiéndole perdón. Al ver que el perdón no acudía la mujer tomó un cuchillo y se lo clavó en el pecho. El marido, que había presenciado todo, se volvió loco y murió poco después.

El padre de la enamorada de Lázaro se enteró de lo acontecido y se asustó mucho, pues recordaba que era el causante de la muerte de Lázaro, y temía lo que pudiera hacerle el fantasma. Una tarde en que salía de una taberna, sintió que lo seguía alguien. Al llegar a la puerta de su casa se dio la vuelta y vio al fantasma de Lázaro frente a él, gritó y cayó muerto.

Cuando las autoridades del Santo Oficio se enteraron temieron por sus vidas y realizaron una misa para exonerar a Lázaro de toda culpa. Cuando se encontraban en la iglesia, se abrió la puerta y entraron dos espectros acompañados de un perro, Uno de ellos, Lázaro, pidió a los feligreses que no tuvieran miedo que tan solo quería que su cuerpo y el de su amada – quien había muerto al huir del convento- fueran enterrados cristianamente. Inmediatamente las figuras se desvanecieron, y solamente quedó el perro que llevó a las personas a la pobre cabaña donde había muerto su amada de tristeza y hambre. Una vez cumplida su tarea, el perro desapareció. La conseja popular dice que por ciertos rumbos de la ciudad se escuchan, por las noches, los terribles aullidos del perro.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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La Madre del Maíz

Los indios huicholes decidieron un buen día que ya estaban cansados de comer siempre las mismas cosas, que por cierto no les agradaban mucho. Querían algo nuevo que pudiesen comer de muy diferentes maneras. Pero desconocían cuál sería ese alimento maravilloso. Sin embargo, en la tribu había un joven que había oído hablar del maíz y de que con este cereal podían prepararse muchos sabrosos platillos como los chilaquiles, el pozole, las gorditas… Y decidió ir en busca del maíz, que sabía se encontraba pasando una gran montaña. Un buen día salió de su casa por la mañana y emprendió el camino que lo conduciría atrás de la montaña. Cuando llevaba caminado un buen tramo, se encontró con una fila de hormigas que eran las encargadas de guardar las semillas de maíz. Sigilosamente, las siguió. Pero llegó un momento que  el joven se quedó dormido de cansancio. Mientras reposaba, las hormigas se comieron sus ropas y sólo le dejaron el arco y la flecha. Cuando nuestro héroe despertó, se percató de su desnudez y se puso muy triste lamentando su desgracia. En esas estaba, cuando llegó una pájara que se posó en las ramas de un árbol cercano. En seguida, el joven se dispuso a matar el ave. Ella se lo impidió al decirle que era la Madre del Maíz, y que quería invitarlo a la Casa del Maíz donde se guardaban los granos, porque quería que el tomase los que le hacían falta.Familia huichol

La pájara tenía cinco hermosas hijas que habitaban la Casa del Maíz. Se llamaban Mazorca Negra, Mazorca Blanca, Mazorca Azul, Mazorca Roja, y Mazorca Amarilla. El joven quedó prendado de Mazorca Azul, con la cual se casó, con la venia de la señora pájara. Juntos regresaron al pueblo y se pusieron a vivir en el teocalli comunal, ya que carecían de casa propia. Poco después, consiguieron una casa, que tenía la facultad mágica de llenarse de espigas de maíz continuamente que la embellecían extraordinariamente. Mazorca Azul, que era bondadosa con el pueblo, le regalaba a los pobladores parte de las mazorcas que aparecían. Un día, decidió enseñarle a su joven esposo, y a todos los hombres del poblado, a sembrar y cultivar el maíz; y a colocar alrededor de las milpas fuego para que los animales indeseables no se comiesen los sembradíos.

Una vez que Mazorca Azul transmitió sus conocimientos agrícolas a las personas, procedió a molerse a sí misma y se convirtió en un sabrosísimo atole que todos disfrutaron muy calientito, a más de que aprendieron a cocinar muchos y sabrosos platillos con los granos del maíz. Así ya nunca se quejaron de lo aburrido de su alimentación.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Durango Leyendas Cortas

El Hombre sin Cabeza

En la ciudad de Durango, en la década de los años cincuenta, vivía un trabajar ferroviario en un carro de ferrocarril. Trabajaba para el Ferrocarril Central Mexicano poniendo y cambiando las vías que se necesitaban por la parte del pueblo llamado Nazareno, ubicado en la Comarca Lagunera cera del río Aguanaval.

En una ocasión, nuestro hombre acudió a la fiesta que se daba por motivo de una boda. La fiesta empezaba temprano para durar todo el día. De tal manera que los padres de los novios estaban obligados a dar desayuno comida y cena a los invitados. Había comida y bebida al gusto y en abundancia.

El ferrocarrilero había sido invitado a la fiesta por ser amigo del novio, y en todo el día no había parado de comer y beber. Asimismo, bailó como un trompo desde la mañana hasta la noche. Se encontraba muy feliz en la reunión departiendo con sus amistades y agasajando a las mujeres que le gustaban.

Al llegar la noche, y aun cuando se encontraba bastante borracho, recordó que tenía la obligación de hacer el cambio de vía a la once, y aunque un poco molesto por tener que dejar la fiesta, decidió cumplir con sus obligaciones. Hizo el cambio que se requería y un poco cansado de tanto baile, decidió descansar por un rato mientras el tren llegaba al cambio y él se percataba de que todo iba bien en las vías. El tren debía pasar a las seis de la mañana.

Se recostó en el suelo y apoyó su cabeza en el riel para estar más cómodo. Como estaba bastante borracho el sueño lo venció y se quedó dormido. El tren pasó a la hora que le correspondía y le cortó la cabeza al pobre hombre que reposaba en la vía. Mientras tanto la fiesta seguía. La cabeza del ferrocarrilero quedó, sola, entre los durmientes.

A la media mañana del día, algunos invitados que se dirigían a sus casas se dieron cuenta de lo que había pasado. El Comisario Ejidal de Lerdo, dio aviso a las autoridades que recogieron el maltrecho cuerpo sin cabeza, a fin de entregarlo a sus familiares para ser enterrado cristianamente. Y así se hizo.

Sin embargo, a los pocos días, las personas empezaron a ver por las noches el fantasma del ferrocarrilero que caminaba por la vía sin cabeza, la cual lleva colgando de su mano derecha. Esta aparición sigue hasta el día de hoy. Dicen los que la ven que los ojos de la cabeza del hombre tienen un brillo aterrador cuando se encuentran con alguien. Desde entonces, muchas son las personas que han caído desmayadas del susto o que han sufrido serias enfermedades al ver al escalofriante Hombre sin Cabeza.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Sinaloa

Malverde

A quien conocemos como Jesús Malverde, pero quien se llamaba en realidad Jesús Juárez Mazo, tenía el cabello y los ojos negros y tenía muchos epítetos: El Santo de los Narcos, El Ángel de los Pobres, El Bandido Generoso… Lo de Malverde le vino porque asaltaba en los verdes bosques y era un mal para los asaltados.  Malverde nació en Sinaloa en el año de 1870, y en cuanto pudo se dedicó a asaltar a los ricos en los Altos de Culiacán. Sus víctimas preferidas fueron los hacendados y gente adinerada como las familias de la Rocha, los Redo, los Tarazonas y otras más. Parte del dinero que obtenía de sus atracos se los daba a los pobres de Sinaloa. Parece ser que empezó con sus fechorías para vengar la muerte de sus padres que habían muerto en la miseria, a causa de los hacendados.

Antes de irse de ladrón, ejerció los oficios de albañil y de obrero de los ferrocarriles, trabajando en las vías del Ferrocarril Occidental de México y en el Ferrocarril Sud-Pacífico. Cuando ya se convirtió en un ladrón reconocido, el general porfirista Francisco Cañedo le puso precio a su cabeza. Después de una larga serie de robos, murió el 3 de mayo de 1909. De su captura y muerte existen varias versiones. Una de ellas afirma que lo agarró la policía y lo mató; otra nos cuenta que uno de sus cotlapaches lo traicionó para obtener el dinero que por él daban las autoridades; la tercera versión propone que en un enfrentamiento con la policía recibió una herida que se le gangrenó y lo llevó a la tumba.El Santo Malverde

Antes de morir y ya agonizando, le pidió a un compañero que lo delatara para cobrar el dinero que por él ofrecía el mencionado general y que ese dinero pasara a manos de los descamisados. Cuando murió se prohibió que lo enterraran y su cadáver quedó colgando de un árbol de mezquite, como ejemplo para aquellos que intentaran seguir sus pasos. Al caer su podrido cuerpo a tierra, los habitantes de Culiacán empezaron a cubrir su cuerpo de piedras que iban arrojando: es por ello que en sus ofrendas de flores y velas siempre se pueden encontrar piedras.

Tanto lo quisieron los pobres que lo convirtieron en santo, santo que por supuesto no reconoce la Iglesia Católica. Su culto se fue extendiendo fuera de Sinaloa a otros estados del país. Se le venera en varias capillas sitas en Culiacán, Tijuana, Chihuahua, la Ciudad de México, y aun en Colombia y Los Ángeles, en Estados Unidos. Como no está reconocido oficialmente como santo, se le suele llamar “ánima”. Su culto tiene mucho de la tradición católica, como por ejemplo la celebración de novenas, y los rezos que se le dedican para obtener milagros y curaciones. Puede decirse que Malverde es el santo de los emigrantes que van a los Estados Unidos, de los narcotraficantes, de los pobres encarcelados injustamente o no, y el patrono de las causas perdidas.

Cuauhtémoc Villa Toledo, escritor oriundo de Sinaloa, escribió una oración a Malverde que se ha hecho famosa, la cual dice: Hoy ante tu cruz postrado ¡Oh Malverde, mi Señor, ¡te pido misericordia y que alivies mi dolor! Tú que moras en la Gloria y estás cerca de Dios escucha los sufrimientos de este humilde pecador ¡Oh, Malverde milagroso!, ¡Oh, Malverde mi Señor, concédeme este favor y llena mi alma de gozo!

Actualmente, la tumba de piedras que le hicieron a su muerte fue destruida y sus huesos fueron trasladados a una capilla, donde acuden sus miles de fanáticos cada año a rezarle y pedirle toda clase de favores.

Sonia Iglesias y Cabrera