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Leyendas Cortas Zacatecas

Cipriana, la coqueta

En el Barrio de El Vergel en Zacatecas. vivía Cipriana Villarreal, muchacha la mar de coqueta que contaba con muchos pretendientes. Un buen día decidió casarse con Severo Sánchez, agricultor muy rico del vecino poblado de Morelos. El día de la boda los enamorados de Cipriana le jugaron una broma al novio y le pusieron su lujoso sombrero a un burro. Broma que no gustó nada a Severo y le puso de mal talante.

A la boda fue especialmente invitado el último de los novios de la coquetuela, Marcos Torres, el cual aceptó inmediatamente la invitación, para que no creyeran que estaba ardido. El día de la boda todo era expectación en la casa de la muchacha. Llegó el novio montado a caballo y acompañado de sus familiares y amigos, todos vestidos con suntuosos trajes de charro.

Al poco rato salió la novia vestida con un primoroso traje rosa y una soberbia mantilla blanca, y acompañada de sus amigas se dirigió hasta la iglesia de Nuestro Padre Jesús. La ceremonia se efectuó. Sin embargo, la novia estaba absolutamente arrepentida del paso tan trascendental que acabada de realizar.Los no tan felices novios

Al terminar la ceremonia, la novia se montó en la parte trasera del caballo de su ahora marido, y triste y nostálgicamente echó una breve mirada al famoso Cerro de la Bufa y sus numerosas amigas y amigos montaron a caballo para seguirla al pueblo de Morelos.

Al llegar a la Flor del Vergel, su nueva casa, había música y todos los habitantes del pueblo estaban presenten para participar en la fiesta. La novia reía, pero por dentro estaba muy triste. Al caer la tarde, llegó a la celebración Marcos, acompañado de varios amigos, todos ellos mineros. A todos se les atendió lo mejor que se pudo.

El baile se llevó a cabo en un corralón y los muchachos y muchachas se pusieron a bailar muy contentos por la ocasión. Uno de los invitados le pidió a la novia que cantara, pues la chica contaba con muy buena voz, pero Cipriana no tenía ganas de cantar; sin embargo, su marido insistió en que lo hiciera y tuvo que obedecerle a pesar de su tristeza. Marcos tomó la guitarra para acompañarla. En ese momento se escuchó la triste voz de Cipriana, quien cantó: Huye de mis miradas yo te lo ruego / no vuelvas nunca donde yo esté / siento que ya vacila la fuerza mía / y así olvidarte jamás podré.

Al escuchar la copla todos enmudecieron, El marido se puso pálido y Marcos rompió la guitarra. Los cuchillos salieron a relucir y empezó la trifulca. La pobre Cipriana se desmayó sobre una silla. Todo fue un bochinche tremendo.

Al poco rato los policías llegaron al corralón de la fiesta y encontraron el cuerpo de Severo sin vida y a Marcos agonizando, junto a la que fuera su novia, la coqueta Cipriana, que por caprichosa e indecisa se quedó viuda el mismo día de sus esponsales.

De esta tragedia el pueblo compuso un corrido que hasta la fecha se canta y que comienza: Año de mil novecientos / sin que yo sepa contar, / en que mataron al novio / de Cipriana Villarreal. / Cipriana era coqueta / como en el mundo no hay dos / los hombres la enamoraban / nomás de pura tos…

 Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas

La escuela de los espíritus

Cuenta una leyenda de la Ciudad de México que una pareja de recién casados se fue a vivir a una casa de la Colonia Roma. Estaban muy felices porque la mansión se había construido recientemente, era grande y por el día recibía mucho sol.

Al cabo de dos semanas de habitar su nuevo hogar, un día de asueto laboral decidieron quedarse en la casa tranquilamente a disfrutar de su mutua compañía y a descansar merecidamente. La pareja se encontraba echada en la cama, cuando, de pronto, escucharon pasos en la azotea, El hombre se levantó para ir a ver de qué se trataba, y en un principio pensó que el perro que tenían se había escapado a la azotea y andaban corriendo en ella. Sin embargo, no era así, ya que el perro se encontraba a los pies de la cama muy tranquilo durmiendo. El hombre subió a revisar la azotea y no encontró nada, todo estaba tranquilo.

Entonces decidió prepararse un café y se dispuso a ver la televisión y disfrutar de algún buen programa. La taza de café se encontraba en la mesita de al lado de su sillón favorito. Cuando el caballero trató de tomar la taza para disfrutar del aromático brebaje, la taza ya no se encontraba donde la había dejado. Aunque sorprendido decidió ir a la cocina para prepararse otra taza de café, pero en el momento que se levantó vio con sorpresa que la taza se encontraba en la mesa y estaba completamente vacía. En seguida, empezó a escuchar murmullos y risas, volteó para todos lados tratando de identificar de donde provenían dichos sonidos, pero no vio nada.El niño fantasma muerto en el temblor

Asustado el señor volteaba para todos lados a ver si descubría algún chistoso que le estuviese haciendo una broma. En eso se dio cuenta de que por las ventanas se notaba algo, o como si alguien pequeño le estuviera observando y riéndose al mismo tiempo. Pensó que se trataría de alguno de los hijos de los vecinos y se dispuso a salir para reclamar por tal acción. Sin embargo, al salir y ver sus ventanas se dio cuenta de que no había ningún niño y de que la calle estaba completamente tranquila y vacía, a no ser por un señor como de sesenta años que pasaba por ahí en ese momento. Al ver al señor le preguntó si no había visto a algunos niños traviesos que se estaban asomando a sus ventanas y dándole la lata.

Al escucharlo, el sesentón le dijo que la nueva casa en donde vivían él y su esposa había sido construida en lo que fuera una escuela primaria y secundaria, y que la tal escuela se había derrumbado durante el temblor que sufrió la Ciudad de México en el año de 1985, en el cual se cayeron muchas casas y edificios y habían muerto incontables personas. De la escuela mencionada habían muerto aplastados cientos de niños, solamente se habían salvado unos cuantos. El espíritu de muchos de ellos se había quedado en lo que fuera su escuela y eran esos espíritus los que gastaban bromas a la gente del barrio, y de ellos provenían las risas y los susurros que había escuchado el dueño de la casa. Agregó que a veces los espíritus de los niños se materializaban y era posible verlos jugar como si hubiesen cobrado vida. Le dijo que eso pasaba en otros planteles escolares que habían vuelto a ser construidos en el mismo sitio como escuelas o como casas habitación.

El hombre quedó muy impactado con el relato del anciano. Cuando se lo contó a su esposa decidieron que lo mejor sería mudarse de casa, pues encontraban muy triste y molesto tener que lidiar con las travesuras de los pobres niños muertos durante el aquel terrible sismo.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas Urbanas de Terror

El Perdón

Durante la época colonial, en la ciudad de Toluca, Estado de México, vivía una dama aristocrática llamada Isabel Hernández. Un día la mujer acudió muy asustada a ver a su confesor, Benito de Pedrochea, para comunicarle en confesión que todas las noches, y a veces durante el día, se le aparecía la figura de un hombre colgado de una cuerda. Al escuchar la narración, el cura trató de calmar a la mujer y le dijo que tal aparición la causaba su imaginación o que tal vez se trataba de una pesadilla.

Pero al siguiente día, Isabel regresó a la iglesia con el mismo cuento y muy asustada. Esto sucedió durante una semana, y como el padre ya estaba fastidiado de oír quejarse a su feligresa, decidió acudir a la casa de la mujer y ver por si mismo tan extraña aparición. Y efectivamente, cerca de la medianoche apareció en el salón la imagen del hombre colgado. Isabel se desvaneció del susto y el sacerdote, aunque también asustado instó al hombre para que le dijese qué era lo que quería. El espanto le respondió que solamente hablaría con Isabel. Rápidamente, el cura despertó a la mujer. Entonces el fantasma habló.El fantasma del seductor

Les contó que hacía unos cuantos años había seducido a una joven prometiéndole matrimonio el cual nunca se celebró. Al verse deshonrada, la pobre chica jamás volvió a salir de su casa, por la vergüenza que sentía. El seductor huyó de la ciudad una vez satisfecho su deseo. Al poco tiempo murió en un fatal accidente. Afirmó el fantasma que ahora se encontraba en un horrible lugar donde todo era oscuro y frío; nunca más saldría de ese tenebroso lugar a no ser que consiguiera el perdón de la joven a la que había arruinado la vida. Deseaba que Isabel fuese a la casa de la joven mancillada como intermediaria, pues sabía que eran amigas.

Isabel accedió de no muy buena gana y acudió a ver a la chica. Comunicó a su otrora amiga y a su madre la petición del hombre colgado, pero la madre, montada en cólera, se opuso terminantemente a que su hija perdonara a tan malevo hombre. Al final la muchacha ultrajada accedió a darle el perdón para que dejara de aparecerse en la casa de Isabel, pero no era un perdón de corazón, pues nunca olvidaría lo que le había hecho el desgraciado.

Desde entonces, la misericordiosa Isabel dejó de ver al hombre colgado. Muchas noches y muchos días, en compañía del sacerdote Benito, se pasó esperando verlo, y ambos quisieron suponer que el perdón otorgado por la infeliz muchacha había surtido efecto y el alma del espectro por fin se encontraba en paz al salir de aquel lugar tan lúgubre y tétrico donde se encontraba el hombre pendiente de una soga.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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Hidalgo Leyendas Cortas Puebla Veracruz

El Hombre de la Caja

De los indígenas tepehuas, “gente de la montaña”, que habitan en los estados de Hidalgo, Veracruz y Puebla, proviene la leyenda que a continuación relatamos.

En tiempos muy remotos y lejanos, cada que se cumplía un año, era de ley que la Tierra se inundara y todo se volviera un espantoso caos.

En cierta ocasión a un indígena tepehua se le ocurrió la idea de elaborar una caja y meterse dentro de ella para no morir ahogado cuando llegara el momento de la inundación. Y dicho y hecho, se puso a construir una buena caja con la madera que recogió de su entorno.

Cuando empezó a notar que llegaba el día de tan terrible inundación que devastaba la Tierra, el hombre se metió dentro de la caja, la cerró con un tablón y encima de la tapa colocó a un verde loro que tenía como mascota.El loro que e volvió encorvado

Mientras tanto, el agua caía torrencialmente y cada vez se inundaba más y más la Tierra, hasta que la inundación llegó al cielo. El agua se movía demasiado y provocaba que la caja chocara contra el cielo. El loro, que se encontraba encima de ella, se daba de golpes contra el cielo, y trataba de esquivarlos bajando la cabecita y encorvándose; razón por la cual ahora todos los loros andas medio agachados.

Al cabo de un cierto tiempo, el agua de la inundación empezó a bajar, y bajó tanto que llegó de nuevo a la Tierra. En ese momento, el hombre decidió abrir la caja y salir de ella, pues se encontraba medio entumido.

Cuando quiso poner un pie en la superficie, se dio cuenta de que la tierra estaba demasiado enlodada y chiclosa, lo cual no le permitía salir, pues se quedaría atrapado en el lodo. Entonces decidió esperar hasta que se secara lo suficiente. Esperó y esperó hasta que la tierra se secó.

Cuando pudo salir, el hombre se dio cuenta de que a su alrededor habías muchos pescados que el agua había dejado en su tremenda subida. Este hecho lo puso muy contento y se dispuso a hacer un buen fuego para para los pescados y comérselos.

Por su astucia el hombre se había salvado de morir ahogado y había obtenido un sabroso y buen alimento.

Sonia Iglesias y Cabrera

Fuente: Heiras Rodríguez, Carlos Guadalupe, Pueblos Indígenas de México y Agua:Tepehuas

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Leyendas Urbanas de Terror

Blanca, la fea

Esta historia ocurrió en las Fuentes Brotantes de Tlalpan, en el siglo XVII, cuando don Fernando Lorenzo de Guevara, acompañado de dos criados, fue de cacería e hirió de muerte a un venado. El animal herido huyó para esconderse en la tupida vegetación, y Fernando, por no perderle, lo siguió seguro de que en algún momento la presa caería muerta.

En su persecución, el joven llegó hasta un paraje en donde se encontraba un arroyuelo. Al ver sus criados que el amo tenía la intención de saltarlo llenos de miedo le gritaban que no lo hiciera, pues más adelante se encontraba una fuente embrujada. Pero Fernando no les hizo caso y siguió su camino, hasta llegar a una hermosa cascada. En tal momento el cazador escuchó que el agua cantaba una hermosa melodía y se escuchaban extraños y hermosos cánticos, que le invitaban a seguir el curso del arroyuelo que formaba la cascada.Las Fuentes Brotantes de Tlalpan hoy en día.

Cayó la noche y los criados no se atrevían a ir en busca de su amo. De repente le vieron llegar con una expresión totalmente idiotizada. Prestos le condujeron hasta su casona en el pueblo de Tlalpan. A partir de entonces, Fernando no dormía, tenía fiebre y lanzaba risotadas y gritos estridentes. Un día decidió volver a cazar. Cruzó de nuevo el arroyo y llegó hasta la fuente de agua clara y pura. Se paró junto a la fuente y volvió a oír la bella melodía que salía de las aguas y los bellos y enternecedores cánticos, y vio a la joven más hermosa de toda Nueva España. Cuando el joven regresó a su casa estaba peor de desmejorado. Intrigado el joven por lo que le sucedía, mandó llamar a unos de los criados más viejos para que le explicase lo que pasaba en aquella fuente de agua. Entonces el viejo inició su relato:

­­- “Hace ya mucho tiempo llegó a la Nueva España una joven de alcurnia llamada Blanca de Gascón. Siempre llevaba un velo que le cubría la cara, pero como era buena y caritativa todos consideraban que era muy bella. No faltaron galanes que la pidieron en matrimonio, pero al acercarse a ella y verle la cara, todos salían huyendo horrorizados de lo fea que era. Terriblemente dolida, la muchacha recurrió a la magia negra para volverse bella: se ponía en el rostro sangre de animales y le ofrecía niños al demonio. Entonces se volvía bella por las noches y salía en busca de algún galán que la admirara. Cuando lo encontraba, con su magia le transformaba la cara en la de cualquier animal. Un día, la joven decidió huir para siempre y se suicidó en la fuente cantarina.”

Fernando no creyó en el relato del viejo criado, y empecinado volvió a la fuente hechizada montado en su caballo favorito. Llegó al arroyo y a la fuente brotante rebosante de amor por la extraña joven del relato. Caminó sobre el agua y se encontró con Blanca. Al verse, se abrazaron y se dieron un beso, y abrazados se fueron hundiendo en las aguas de la fuente. Al momento de sumergirse, la bella Blanca empezó a convertirse en un ser horripilante, más fea aún que cuando estaba con vida, pues su faz aparecía putrefacta e hinchada. A Fernando no le importó y se mantuvo abrazado a ese cuerpo carcomido.

Desde entonces la fuente dejó de estar hechizada y ya nunca más se escucharon los cánticos ni apareció la figura de Blanca de Gascón. Esta es la historia de la famosos Fuentes Brotantes de Tlalpan.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Veracruz

La Mujer Sirena

Cuenta una leyenda que en Rancho Nuevo, poblado huasteco que se encuentra en Tamiahua, Veracruz, vivía Irene Saavedra junto con sus padres doña Demasía González y don Abundio Saavedra. La joven era muy hermosa; su pelo era largo y muy oscuro, los ojos los tenía del color del ámbar y levantados hacia las sienes, su piel oscura color cobrizo brillaba como el oro. Los tres formaban una familia sumamente feliz.

Irene y su madre eran devotas, muy creyentes de la religión católica, cuyos preceptos y rituales cumplían a carta cabal. Festejaban las fiestas católicas, iban diariamente a misa como buenas católicas y trataban de ayudar al prójimo.

Un Jueves Santo, Irene decidió ir a traer leña a un lugar que se llamaba Paso de Piedra, y a pesar de se trataba de un día de la Semana Santa en el que se tenía prohibido ir a juntar leña, la chica se alistó y partió en su búsqueda. Posiblemente se le había olvidado el hecho de que no debía hacer dicho trabajo, pues se trataba de un día de vigilia y de guardar.Irene, la mujer sirena

Una vez que Irene terminó de acarrear la leña que necesitaba, regresó a su casa muy satisfecha porque había logrado acarrear mucha. Cuando llegó a la casa le comentó a su madre que tendría que bañarse porque estaba muy sucia y se sentía incómoda. Su madre puso el grito en el cielo y le dijo que no lo hiciera por ningún motivo, pues en esos días santos no se permitía agarrar agua ni tampoco bañarse, porque sería una blasfemia y se condenaría. Irene le replicó a su madre que con el perdón de Dios al menos iba a lavarse la cara, aunque no a tomar un baño. Tomó dos hojas de jaboncillo de la cocina y se dirigió al pozo para asearse.

Un rato después la madre de Irene escuchó unos gritos desesperados que venían del pozo, corrió inmediatamente hacia el lugar donde se encontraba su hija y oyó su voz que decía: – ¡Madre, madre, por favor ayúdame! Poco a poco los angustiados gritos se convirtieron un lamento.

Ante los azorados ojos de la mujer, una enorme ola salió del pozo e Irene empezó a transformarse en otro ser: su boca era como la de un pez, sus ojos, su pelo y su piel se tornaron rojos, de la cintura para abajo se transformó en un pez lleno de escamas. Cuando la transformación terminó, la gran ola la arrastró por el río hasta el mar. Al darse cuenta los pescadores del pueblo de lo que pasaba, tomaron sus lanchas y persiguieron a Irene para rescatarla. Al momento de irla a salvar, se apareció un barco muy viejo, al cual Irene saltó muy contenta y sonriendo, al tiempo que entonaba una canción que decía: Peten ak, peten ak, “giren, giren” En ese momento muchos animales marinos se reunieron alrededor del barco, el cual momentos después desapareció dejando a los hombres boquiabiertos.

A partir de ese hecho, todos los jueves santos, la madre de la muchacha acude a la playa con la esperanza de volver a ver a su hija. Por su parte, los pescadores aseguran que cuando escuchan el canto de Irene deben alejarse, ya que aquel que llegue a verla sufrirá muchas desgracias en la vida y hasta podría morir. Se les presenta la mujer-sirena como una bella mujer de pelo rubio, dulce voz y grandes senos, cuando el desdichado que la ve quiera acercarse a ella para tocarla, Irene se convierte en un ser horripilante que hace que el mar se agite mucho y le voltea la lancha para matarlo ahogado.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Campeche Leyendas Cortas

Un amor muy acuoso

El pueblo de Bolonchén se encuentra en el estado de Campeche; su nombre significa en lengua maya Nueve Pozos. Cerca de este poblado se sitúan las famosas Cuevas de Xtacunbilxunan. De Bolonchén surgió una leyenda de amor que a continuación relatamos.

A raíz de la llegada de los españoles a tierras mayas, muchas ciudades desaparecieron devastadas por los conquistadores. Ante tal hecho, los habitantes de dichas ciudades decidieron fundar el poblado de Bolonchén, llamada en aquel entonces Bolonchenticul.

Sucedió que en cierta ocasión la ciudad sufrió una fuerte sequía, y por más que sus pobladores oraron y dieron ofrendas al dios del agua Chaac, la deidad no los escuchó y la sequía continuó. En esas estaban cuando el cacique guerrero de la aldea se enamoró de una hermosa muchacha, cuya madre no estaba de acuerdo con esa relación, por lo cual decidió esconder a su hija.La escalera que lleva a los Pozos del Amor

Cuando el jefe enamorado dejó de ver a su amada, se deprimió enormemente y ya no gobernaba como era debido. Le rogó a Chaac para que le ayudara a encontrarla; y ya completamente desesperado, envió a los guerreros a buscarla por todos lados. Ya llevaban varios días buscando a la joven, cuando uno de los guerreros escuchó un llanto que venía de lo profundo de una gruta. Enterado, el jefe ordenó que se construyera una escalera grande con madera y reatas para bajar hasta el fondo de la gruta. Construida la escalera, el jefe guerrero descendió hasta donde se encontraba su amada, a la cual abrazó tiernamente. Ambos lloraban de alegría por haberse podido reunir nuevamente, a pesar de la oposición materna.

De repente, el guerrero se dio cuenta de que en la gruta había siete estanques plenos de agua cristalina. Loco de felicidad por el hallazgo, en seguida les puso nombre a los estanques, que se llamaron: Chac Ha, Pucuel, Sallab, Akab Ha, Chokoj, Oci Ha y Chimais Ha. Eran un regalo del dios Chaac, pues con los manantiales encontrados el pueblo de Bolonchén ya no carecía de agua para poder sembrar como es debido sin temor de perder los cultivos, y de que sus habitantes pudiesen beber toda el agua que desearan.

Gracias al gran amor del jefe guerrero, el agua ya nunca escasearía en Bolonchén. Desde entonces al lugar se le conoce con el nombre de Los Pozos del Amor.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Veracruz

La Eterna Juventud

Una leyenda del estado de Veracruz nos cuenta la historia de un hombre que decidió radicar en la ciudad llamada la Villa Rica de la Vera Cruz. Había comprado una casa en la que pensaba vivir. Se trataba de un hombre muy viejo. La casa que escogió era pequeña y adecuada a sus necesidades, y no era lujosa sino sencilla.

El anciano era muy reservado, no entablaba plática con nadie; sólo se le veía en la iglesia los domingos cuando acudía a misa. Por las noches sus vecinos escuchaban ruidos de carpintero; es decir, se le oía cortar madera y clavarla. Como el ruido iba en aumento, los vecinos se encontraban muy extrañados y curiosos, pues no se explicaban lo que el viejo estaría haciendo.Los libros del anciano librero

Finalmente, un día abrió la puerta y todos vieron que lo que hacía el buen señor no era otra cosa que acondicionar una librería. Los libros estaban expuestos para aquellos que desearan comprarlos; eran muy antiguos, y muchas fueron las personas que acudieron a la librería para para deleitarse con ellos, se maravillaban con su contenido, y sobre todo con las maravillosas ilustraciones que tenían.

Entre los visitantes había un joven llamado Joaquín a quien gustaban mucho los libros de historia y aquellos que trataban temas religiosos. El muchacho estaba feliz con la librería en donde encontró libros de temas muy variados que desconocía y le abrían nuevos horizontes. Así pues, Joaquín se hizo asiduo a la librería. Pero, aunque el anciano ya le conocía, nunca trató de entablar plática con él. Sin embargo, el muchacho trataba de charlar y le preguntaba acerca de la antigüedad y de los autores de los libros, pero el librero no soltaba prenda y se mantenía en silencio.

En cierta ocasión, Joaquín encontré en uno de los anaqueles un libro polvoriento y maltratado. En una de sus páginas vio la ilustración de un cáliz que llamó su atención. Quiso comprar el libro, y preguntó por su precio que resultó sumamente elevado. A pesar de ser un joven de buena familia con bastante dinero, no le alcanzó la platita que llevaba. Entonces, decidió llevarse el libro a escondidas de su dueño. Pensó en leerlo y deleitarse con la bella ilustración del cáliz y luego volverlo a colocar en el estante donde lo había encontrado.

Llegó a su casa más fatigado que en otras ocasiones; se encerró en su recámara para ver el famoso cáliz que relucía en comparación a las otras ilustraciones que se veían descoloridas y maltratadas. Estuvo varias horas en su cuarto viendo el cáliz. Cansado se dirigió al cuarto de baño y se miró en el espejo y… ¡horror, vio su imagen envejecida! Joaquín contaba con veinte años y ahora parecía de treinta y cinco. Cada minuto envejecía más y más. Sumamente asustado decidió regresar, ya que estaba seguro de que lo que le estaba sucediendo tenía relación con el libro robado.

Cuando llegó a la librería se dio cuenta que el anciano se veía considerablemente rejuvenecido. Puso el libro en su lugar, y se percató de que estaba aún más envejecido, la piel estaba muy arrugada y su pelo blanco; además, sentía achaques de anciano. Se dirigió al librero para preguntarle qué era lo que estaba pasando, pero éste seguía con su habitual silencio, al tiempo que se volvía cada vez más joven. Joaquín desesperado gritaba, y los clientes que entraban le tomaban por el librero y no le creían lo que contaba. El librero se limitaba a decir que su padre estaba chocho. Corrió a patadas a Joaquín diciendo que mientras hubiera personas curiosas y ladronas, él tendría garantizada la eterna juventud.

Joaquín murió poco después en la calle, abandonado, sus padres no le pudieron auxiliar pues buscaban a su joven hijo que habían reportado extraviado a las autoridades. El librero, otra vez rejuvenecido, había pactado con el Diablo su eterna juventud a cambio del alma de los mancebos curiosos que se robaban el Libro del Cáliz.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Jalisco Leyendas Cortas Leyendas de Terror

La Mala Hija

Lagos de Moreno, ciudad sita en el estado de Jalisco, en la época revolucionaria recibió a muchas familias adineradas provenientes de otros estados, que deseaban huir de los revolucionarios por miedo a perder todas sus pertenecías y a morir en manos de los bandoleros, como los llamaban. En Lagos de Moreno las tales familias se encontraban seguras entre gente de su misma clase social y de sus mismos intereses.

Entre dichas familias se encontraba el matrimonio formado por Rubén Peón Valdez y su amada esposa doña Blanca. Al poco tiempo de asentarse en Lagos de Moreno, tuvieron una niña muy bonita, a la que pusieron por nombre Blanca Rosa. Dos años más tarde, la familia aumentó con el nacimiento de un varón, al que nombraron Francisco. Ambos niños eran amados por igual. Sin embargo, la predilecta de don Rubén era la pequeña Blanca Rosa, a la que idolatraba. El matrimonio Peón Valdez tenía fama de tener la casa más bella de la ciudad y de recibir en ella a lo más granado de la sociedad. Como eran muy buenos anfitriones, todo el mundo deseaba ser invitado a sus fiestas y tertulias.

Al crecer, Blanca Rosa era aún más bonita que de niña, su blanco cutis, sus ojos azules y su largo cabello dorado llamaban la atención de todos. Ni qué decir tiene que la jovencita tenía la mar de pretendientes, quienes estaban locos por casarse con tan bella damita. Sin embargo, Blanquita no le hacía caso a ninguno y se mostraba indiferente ante tanto galanteo. Era tanta su indiferencia que sus padres llegaron a pensar que tenía vocación de monja.Blanca Rosa, la mala hija

Pasaron unos años y todo seguía igual con la muchacha. Ni se casba ni se metía a monja. Una cierta noche, Blanca Rosa se despidió de sus padres como acostumbraba y se recogió en su recámara. Al día siguiente, su madre fue a buscarla para que acudiesen a misa de seis. Tocó, abrió la puerta, y… ¡Oh, sorpresa la joven no se encontraba en el cuarto! La cama estaba tendida y una de sus ventanas se encontraba abierta y de ella pendía una cuerda.

Doña Blanca salió inmediatamente y alertó a la servidumbre para que la buscasen por toda la casa. Todo fue en vano, la chica no se encontraba en ella. Se buscó desde la azotea al sótano, pero Blanca Rosa no apareció. En la ciudad de Lagos pronto se propagó la noticia de la desaparición de tan bella niña, y el pueblo hasta un corrido le dedicó su extraña desaparición.

Nadie sabía nada de su desaparición. Se rumoraba que se había fugado con Chicho, el caballerango, que era muy guapo; o con Narciso Romo, que tan bonitos ojos tenía. Pero buscaron en donde vivían los dos muchachos, y no encontraron a la niña desaparecida.

Unos años después, doña Blanca, la madre murió de tristeza y sin saber el paradero de la pequeña. El escándalo que había causado la desaparición se fue acallando. Cuando murió don Rubén Peón, muchas personas vieron a una mujer con un largo velo blanco que con un bulto en sus brazos recorría las calles de la ciudad sin pisar el suelo. Al llegar al río gritaba: – ¿Dónde los encontraré? Y tiraba el bulto al agua. Los rumores empezaron a correr de nuevo, se dijo que Blanca Rosa se había fugado con Chicho del cual había tenido cuatro hijos. Se afirmaba que en cierta ocasión Chicho la había sorprendido teniendo relaciones con otro hombre y que, loco de celos, había matado a sus criaturas y a ella. Y que ahora el espíritu de Blanca, arrepentido de haberse portado tan mal con sus padres y su amasio, recorría la ciudad para pagar sus pecados.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Los títeres se divierten

José Oviedo vivía en Celaya, Guanajuato. Era un hombre muy simpático, contaba con muchos amigos quienes le pusieron el mote de Capitán. Hubiera sido actor, a no ser porque en aquellos remotos tiempos del siglo XIX, la profesión no estaba muy bien vista: por los tanto, optó por ser titiritero y así satisfacer sus ansias artísticas que le habían acompañado desde muy joven.

En su casa ubicada en la Calle de Hidalgo montó su teatro de títeres y daba funciones los sábados y domingos. Escogió las obras que iba a representar, las estudio, y encargó a un artesano de la ciudad de Guanajuato que le hiciese los muñecos necesarios. De vestir a los títeres se encargó una señora, ya vieja, quien empleó lo mejor en su manufactura. Los títeres eran preciosos.

Ya con todo lo necesario preparado, sus amigos se encargaron de anunciar por toda la ciudad el espectáculo que se llevaría a cabo. El día de la inauguración fue todo un éxito, las obras gustaron mucho y los títeres fascinaron a todos los asistentes. Al poco tiempo, Oviedo decidió alquilar un local, pues su casa era demasiado pequeña para el público que se presentaba a admirar sus representaciones.Los títeres de José Oviedo

Una cierta noche en que el titiritero se encontraba descansando y leyendo una obra de teatro, se dio cuenta que el soporte donde colgaban los muñecos se movía y se oía como entrechocaban sus cuerpos de madera. Se incorporó de la cama, y el movimiento y los ruidos de los títeres continuaron. Desconcertado, Oviedo no se movió y se percató que los muñecos se estaban moviendo solos en la tarima que servía de foro. El titiritero pasó una mala noche, pues estaba muerto de miedo. Al día siguiente, se dio cuenta de que los muñecos estaban movidos y en desorden y los que tenía en una caja se encontraban fuera de ella. ¡Todos habían estado bailando!

José se dirigió inmediatamente a ver a un cura para contarle lo sucedido, pues se encontraba muy asustado e impresionado. El sacerdote le escuchó y le tranquilizó argumentando que todo había sido producto de su cansancio e imaginación. El titiritero se fue y continuó con sus funciones. Pero en una ocasión, cuando se encontraba dando una función, uno de sus muñecos que era un juez, volteó a verlo y le clavó la mirada como si le quisiera decir algo. Aterrado, José dejó de dar funciones, y dijo a sus fanáticos que se ausentaba para conseguir más obras y más títeres.

Pero José dejó su oficio para siempre. En una ocasión en que se encontraba muy triste y preocupado porque había perdido su casa en un juicio, se acordó del títere que le mirara tan penetrantemente y comprendió que el muñeco le estaba avisando lo que pasaría.

Tiempo después, los habitantes de Celaya afirmaban que en la casa del antiguo titiritero don José Oviedo, se escuchaban las danzas que ejecutaban los títeres y el sonido que producían sus pies de madera. Se oían aplausos, vítores y todo cuanto ocurre en una función de títeres. Todos decían que en esa casa de la Calle de Hidalgo, espantaban y ya nadie quería pasar por la que empezaron a llamar La Casa de los Títeres, pues el susto que se llevaba quien escuchaba el alboroto de los muñecos era tremendo y hasta se podía enfermar gravemente.

Sonia Iglesias y Cabrera