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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas de Terror Leyendas Mexicanas Época Colonial

Clara, la bella

En la Ciudad de México en los inicios de la época colonial, vivía un matrimonio joven de alcurnia y buenos recursos, en una casona que se encontraba muy cerca de la Plaza Mayor. Dicho matrimonio estaba ansioso de tener un hijo, pero no lo lograban. Por fin. la mujer se embarazó, después de muchas dificultades y tuvo una hermosa niña a la que pusieron por nombre Clara.

Era tan hermosa la pequeña que en el momento de nacer la partera sentenció que tanta hermosura solamente sería causa de problemas y se la disputarían Dios y el Diablo. Como es de suponer, los padres quedaron muy impactados con las palabras de la mujer y trataron de olvidarlas.

Quince años después, Clara. la niña de tanta hermosura, se había convertido en una señorita, que a su belleza agregaba la altanería y la mala educación, pues sus padres la habían consentido sobremanera convirtiéndola en una majadera. Ante el mal comportamiento de la chica, las monjas de un convento cercanos ofrecieron a los padres llevársela con ellas, a fin de educarla y hacerla una buena creyente de Dios Padre. Pero la chica se rehusó totalmente a enclaustrarse.

La bella Clara

Entonces los padres pensaron en casarla. Clara aceptó con la condición de que cada pretendiente debía batirse en duelo con los demás que tenía. El resultado fue que muchos de ellos murieron en el empeño y Clara no se casó.

En una ocasión, un guapo caballero se colocó abajo del balcón de Clara y, montado en un blanco caballo, comenzó a tocar una melodía extraña y muy bonita, al término de la cual le entregó a la caprichosa mujer una aromática rosa roja. Cada noche sucedió lo mismo, y al cabo de diez días la chica se enamoró profundamente de su galán.

Una noche acordaron fugarse y Clara montó en el corcel de su amado sin parar en mientes por el dolor que tal comportamiento acarrearía a sus padres. Mientras se dirigían hacia uno de los límites de la ciudad, ella le acariciaba la mano a su amante. De pronto, sintió algo raro: la mano estaba peluda y los dedos mostraban unas largas uñas horrorosas. Asustada, Clara se fijó en la cara del joven que se había convertido en la espeluznante y horrible cara del Diablo.

Ante tal descubrimiento, la joven mujer pegó un escalofriante y terrible grito que nadie escuchó. Los padres de Clara al darse cuenta de su desaparición empezaron a buscarla acompañados de las autoridades correspondientes. No la encontraban. Pasados quince días por fin fue encontrada la jovencita. Su cuerpo fue hallado en pleno campo y estaba completamente destrozado por las uñas del Diablo que la había arañado hasta darle muerte. ¡Ese fue el terrible destino de la desafortunada joven malcriada!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Aguascalientes Leyendas Cortas

Hilaria y su cabello rizado

La leyenda que a continuación relataremos forma parte de la tradición oral del estado mexicano de Aguascalientes. Nos dice la narración que en tiempos pasados moraba en el Barrio de la Triana, barrio que forma parte de la capital del estado mencionado, vivía una joven que sobresalía por su belleza y donaire, e hija de un próspero comerciante, cuyo nombre era Hilaria. Como era tan atractiva muchos hombres la cortejaban enamorados de ella. Y las mujeres, por supuesto, le tenían una envidia verde.

La chica tenía el pelo largo y muy rizado de color oscuro, y si bien era bonito naturalmente, ella lo cuidaba con esmero para acrecentar su belleza. Su cara morena clara tenía unos ojos oscuros de largas pestañas, boca grande y roja y fina nariz. Además, era dulce, piadosa y casta. Acudía a misa todos los domingos muy elegantemente vestida, y para la ocasión cubría su cabellera con un rebozo de seda.

A todos los pretendientes la muchacha solía rechazarlos por considerar que no se encontraban a su altura, pues no dejaba de ser un tanto pretensiosa. Cierto día uno de estos enamorados que era muy feo y agresivo, fue a buscarla a su casa y, sentado en un sillón de la sala, le declaró su amor. Por supuesto que la joven le rechazó. Despechado, el hombre al que llamaban Chamuco, empezó a acosarla y a decirle que se la iba a raptar.Hilaria la del cabello chino

Ni que decir tiene que Hilaria estaba muy asustada ante el acoso y las amenazas, por lo cual decidió acudir al cura de la iglesia que era su confesor, en busca de apoyo y consejos. El sacerdote escuchó las quejas de Hilaria y le dijo que no se preocupara que se arrancara uno de sus largos y rizados cabellos, y que le dijera a Chamuco cuando lo viera que fuese a verlo.

En cuanto se volvió a encontrar con el Chamuco, la muchacha le dijo que el cura deseaba verle. El patanzuelo se dirigió a la iglesia para atender al llamado. Cuando estuvo frente al religioso éste le dijo: – Mira, Chamuco, Hilaria te corresponderá el día que logres alisar uno de sus cabellos tan rizados. Aquí tengo uno que ella me dejó para que te lo diera, tómalo y cuando haya quedado completamente lacio, ella corresponderá a tus requerimientos.

El Chamuco tomó el cabello y aseguró que en quince días el cabello dejaría de ser rizado. Sin embargo, por más intentos que hizo el hombre no podía alaciar el cabello que cada vez se ponía más chino. Se encontraba tan desesperado que decidió invocar al Diablo para que le ayudara en la difícil tarea a cambio de su alma. Cuando apareció el Demonio tomó el cabello y quiso alaciarlo, pero tampoco pudo por más intentos que hizo. Después de emplear muchos métodos infructuosos, el Diablo dejó el cabello, que con cada intento se había rizado más, y desapareció frustrado y sumamente enojado por su fracaso.

El Chamuco tomó el pelo y muy triste se dio cuenta de que Hilaria nunca sería su mujer. Había fracasado en su intento. Así fue como Hilaria se vio libre de ese horripilante hombre acosador.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Estado de México Leyendas Cortas

De cómo surgieron los indios mazahuas

Una leyenda mazahua del Estado de México nos cuenta que en el principio de los tiempos todo era absolutamente oscuro nada existía. De pronto, en el Cielo apareció una luminosidad muy roja y muy hermosa que producía el dios Jyaru, el sagrado Sol. Su luz hizo que la Tierra se iluminara completamente dejando a un lado la oscuridad.

Del amor de Jyaru y de Male Zana, la Madre Luna nació la vida. Sus amores produjeron lo que conocemos como vida, como sustancia, como esencia de todo lo que existe.

Y así, gracias al Sol surgió Xoni Gomui, el Gran Espíritu de la Tierra. Con el movimiento de los rayos de Jyaru, el mundo empezó a cobrar vida, el movimiento dio origen al viento el cual se convirtió en aire benefactor. Poco después Jyaru se puso a llorar y de su llanto se formaron, los manantiales, los lagos y los ríos. Enseguida, aparecieron en la Tierra los animales, las plantas y los hombres.

Los mazahuas bailan para su Creador

Al llevar a cabo su Creación, el Sol estaba muy contento y se reía a carcajadas, y de su risa nacieron las flores y los pájaros. El mundo se llenó de colores hermosos y de cantos. Pero el Señor Sol no se sentía muy contento, ya que los hombres que había creado, llamados Mandas, eran hombres muy altos, gigantes, pero eran muy débiles, tan débiles eran que el aire los tiraba al suelo y ya no podían levantarse.

Entonces el Sol creó otros hombres, los llamados Mbeje, pero estos resultaron tan pequeños no alcanzaban a llegar a la boca de entrada de las trojes para guardar las semillas de maíz que recolectaban y se exterminaron.

Más adelante Jyaru hizo otros hombres a los que llamó Mazahuas, los “verdaderos hombres”. Con ellos estuvo satisfecho el Señor Sol y los quiso mucho, los protegió y les permitió que de multiplicaran para poblar la Tierra. Estos seres viven en Niñi Mbate, en una isla del río Lerma conocido en lengua mazahua como Ndareje.

El primer hombre que creó el dios Sol se llamaba Nguemore, y vivió en el tiempo en el que aún las montañas no existían. Pero él vivía feliz porque amaba la naturaleza y le encantaba el sitio donde transcurría su existencia. Sin embargo, un cierto día sintió mucha soledad y tristeza, y pensó que sería muy bueno contar con una compañera que lo acompañara y alegrara sus días.

En una ocasión en que Nguemore estaba recolectando frutas, Tanseje, la Estrella de la Mañana, le habló y le dijo que le tenía una sorpresa. El hombre empezó a mirar a su alrededor tratando de encontrar la sorpresa de que la hablaba la Estrella, y entonces se dio cuenta de que una bella mujer con un largo y flotante manto blanco se acercaba hasta el lugar donde se encontraba. Nguemore se acercó a ella y le preguntó su nombre. A lo que la mujer le respondió que no tenía. Entonces él dijo que se llamaría Toxte. Curioso, le preguntó hacia dónde se dirigía, a lo que Toxte respondió que a ningún lugar. Al escuchar la respuesta, el hombre la invitó a quedarse con él y compartir su cueva. La bella mujer aceptó inmediatamente y vivieron juntos bajo la protección de Jyaru, el Sol, quien les protegió y permitió que tuvieran muchos hijos que poblaran la Tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Ciudad de México Leyendas Cortas

Tomás, el judio

El judío Tomás Treviño y Sobremonte vivió en el siglo XVII en una casa localizada en la Calle de San Pablo Núm. 35, calle conocida también como Cacahuatal. Este hombre que llevó asimismo el nombre de Jerónimo de Represa, nació en Medina del Río Seco en Castilla la Vieja, España.

Al llegar a la Nueva España a principios del mencionado siglo, adoptó el nombre de Tomás Treviño, y a poco de llegar fue apresado por la Inquisición acusado de practicar la religión judía. Sin embargo, logró probar que no era judaizante y fue puesto en libertad. Al salir libre se casó con doña María Gómez, también judía, y con la cual procreó a Leonor Martínez y a Rafael de Sobremonte.

Don Tomás decidió establecerse en Guadalajara, Nueva Galicia y se dedicó al comercio. Tenía una tienda de dos entradas. Bajo una de las puertas de una de ellas enterró un Santo Cristo, y a los que entraban por ésta les vendía lo que deseaban a precio rebajado. ¡A saber por qué! Tal vez porque la pisaban y era para él un gozo. Por la noche, dicen las crónicas, solía azotar una imagen de madera del Santo Niño, la cual después llegó a la iglesia de Santo Domingo, no se sabe las causas, y fue muy milagrosa y adorada.

La Estrella de David

Decidió regresar a México y el Santo Oficio lo volvió a apresar el 15 de junio de 1648 bajo cargos muy delicados tales como el de practicar los ritos de la religión judía, haberse casado empleando dichos ritos, de estar circuncidado y de haber circuncidado a su hijo, y de responder a los “buenos días” y a las “buenas noches” de sus vecinos no con el necesario “Alabado sea el Santísimo Sacramento” sino con las palabras “Beso las manos de vuestras mercedes”, lo cual consideraban como una herejía.

Por tales acusaciones, y por declararse abiertamente judío, el 11 de abril de 1649 fue condenado a ser quemado vivo en la Plaza del Volador, sita a un costado de la Alameda. Se le llevó a dicha plaza vestido con el consabido sambenito y montado en burro; o más bien en varios que se iban turnando, y al final le pusieron en un caballo mientras un indio lo exhortaba a creer en Dios, mientras le golpeaba tremendamente.

Al llegar al Volador se le amarró a un garrote y, frente a la multitud que observaba en las calles, las ventanas y las torres de los templos de San Diego y San Hipólito, se prendió fuego a la hoguera.

Cuenta la leyenda que don Tomás no gritó ni se quejó del martirio. Solamente exclamó en medio de su sofocación al recordar que todos sus bienes habían sido confiscados: – ¡Malditos, echen más leña que mi dinero que me han robado me cuesta!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Querétaro

Una mujer sola

Una leyenda de Querétaro nos relata que en el siglo XVII llegó a vivir a la ciudad un matrimonio que procedía de Zacatecas. La pareja parecía bien avenida y el motivo de su cambio de residencia se debía a que el hombre trataba de mejorar su estado financiero realizando negocios en Querétaro y sus alrededores.

Decidieron habitar una casona muy grande y bella. Todo iba bien; sin embargo, el esposo tenía que ausentarse mucho de la ciudad para realizar aquello que se había propuesto: obtener sustanciosos negocios que le proporcionaran muchos negocios. Este hecho no tenía muy contenta a su mujer, pues se quedaba frecuentemente sola, cosa que no era de su agrado.

Los habitantes de la ciudad pronto empezaron a llamar a la mujer con el gentilicio de la Zacatecana. Y a pesar de que los negocios que efectuaba su marido iban viento en popa, la mujer cada día estaba más fastidiada por encontrarse tan sola, pues no conocía a nadie ni trataba de hacer amistad con otras mujeres de su entorno.

La Casa de la Zacatecana

Por la ciudad de Querétaro empezaron a rodar rumores de que la Zacatecana le era infiel a su esposo, a causa de aquella soledad que tanto la afectaba. Tales rumores llegaron hasta el marido, quien decidió cerciorarse y poner fin a tal situación.

Sumamente enojado y molesto, el hombre se presentó en su casa de manera intempestiva con la intención de sorprender a su mujer con su amante. Sigilosamente abrió la puerta de la recámara y ¡Oh, sorpresa! La Zacatecana se encontraba haciendo el amor con un joven galán. Al verse descubierta, la hermosa mujer se volvió loca de temor y sintiéndose sorprendida en un ataque de furor mató a su marido y a su amante.

A los cuerpos de ambos decidió enterrarlos en el jardín de la casa. Y ella decidió encerrase para siempre en la casona, a fin de evitar las habladurías que había traído consigo la desaparición de su marido que nadie se explicaba.

Pero la Zacatecana se encontraba muy mal. Por un lado, sabía que toda la ciudad sospechaba de su crimen; y por otro, ella misma sentía remordimientos y culpa por lo haber cometido tan espantosos asesinatos. Ante ese estado de cosas, un día, la mujer tomó una cuerda y se colgó del balcón principal de su hermosa casona.

Desde entonces se escuchan por la noche los lamentos de la Zacatecano y se aparecen tres fantasmas rondando la casa que no pueden encontrar la paz y que eternamente serán dolidas almas en pena.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Querétaro

Don Pablo y don Fadrique

La llamada Casa del Faldón se encuentra ubicada en la Ciudad de Querétaro, uno de los estados mexicanos. Fue construida en el siglo XVIII. Esta hermosa casa cuenta con una leyenda muy interesante a la que debe su nombre. En ella se nos cuenta que vivían en dicha ciudad un alcalde indio, don Pablo de Tapia y el regidor del ayuntamiento, Fadrique de Cázares y Puente, español de pura cepa, cuyo cargo era de menor importancia que el de don Pablo, lo cual le causaba problemas de envidia

Llegó el día de Corpus Christi, en el cual se realizaba una importante e imponente procesión a la que acudían importantes personajes del clero, la nobleza, el ayuntamiento, y las familias más destacadas de Querétaro de mucho dinero y supuesto abolengo. Llevando sendos bastones del palio que cubría el cuerpo de Cristo iban don Fadrique y don Pablo. Pero a la hora de tomar los bastones Fadrique se adelantó y tomó uno de bastones delanteros que correspondía a don Pablo llevar, por ser mayor su rango. Este arranque de alevosía molestó mucho al alcalde don Pablo quien trató de tomar el lugar que le correspondía.

Entonces, el regidor español enojado y prepotente porque no pudo salirse con la suya de ocupar el lugar más importante de los portadores, jaló del faldón de la casaca del alcalde indio y se la rompió, quedando parte de ella en sus manos.

La famosa Casa del Faldón

Este irrespetuoso hecho cayó muy mal entre los presentes, quienes criticaron el atrevimiento de don Fadrique. Había tanta molestia en la concurrencia que hasta se pensó en suspender la procesión, lo cual al final no se llevó a cabo por respeto religioso al cuerpo del Señor.

Sin embargo, don Pablo no perdonó la ofensa y tomó cartas en el asunto demandando judicialmente al regidor grosero y discriminador. El juicio duró varios meses, al cabo de los cuales la Real Audiencia sentenció a Fadrique a ser desterrado de la ciudad de Querétaro; además, debía pagar la casaca rota y las costas que se derivaron del juicio.

A don Fadrique no le quedó de otra más que obedecer la sentencia. Salió de la ciudad y decidió construir una casona en las afueras de ésta. La construyó cerca del antiguo Río Querétaro, en terrenos que se conocían como la “otra banda” porque estaban al otro lado del río. Hizo su casa de tres pisos y con una terraza en el último, desde donde podía ver las cúpulas de las iglesias y el hermoso paisaje de alrededor de la ciudad.

Ahí vivió don Fadrique de Cázares hasta su muerte, sin volver jamás a pisar la Ciudad de Querétaro. La Casa del Faldón aún existe y se encuentra frente al actual Templo de San Sebastián y la Calle de Primavera.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Chiapas Leyendas Cortas Leyendas de Terror

La Misa de Medianoche

En el pueblo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, vivía una señora llamada María Josefina a la que todos los habitantes respetaban mucho. Era viuda y dedicaba parte del dinero que le había dejado su esposo a ayudar a los necesitados que no faltaban. Todos la querían y la consideraban muy bondadosa por actos de caridad.

Doña María Josefina, además de buena y caritativa era muy piadosa y todos los días acudía a la muy antigua iglesia del Carmen a oír misa a las cinco de la mañana. Cuando salía de su casa procuraba no hacer ruido al abrir el gran portón para no despertar a su criado, pues éste era ya un anciano enfermizo y débil. Ella sabía que cuando regresara de la misa en la mesa del comedor encontraría un sabroso chocolate y ricos panes para desayunar que su empleado solía prepararle todos los días.

En cierta ocasión a María Josefina la despertaron las campanadas de la iglesia que anunciaban el comienzo de la misa. Al escucharlas la mujer se apresuró, pues se dio cuenta que llevaba un poco de retraso. Rápidamente se vistió y salió de la casa con su Biblia y su rosario en la mano.

El Templo del Carmen en San Cristóbal de las Casas, Chiapas

Al llegar a la iglesia la dama ocupó su sitio habitual que se encontraba en la parte posterior y esperó a que diera comienzo la misa, mientras tanto se puso a leer la Biblia. Sin embargo, un extraño silencio hizo que la mujer dejara su libro y levantara la cabeza para ver lo que pasaba en la iglesia. Al momento se dio cuenta que todos los que estaban sentados delante de ella carecían de cabeza. Este hecho insólito la llenó de terror.

De la boca de la asustada mujer salió un gemido de pánico y angustia. En eso dio comienzo la misa, el padre salió y se colocó frente al altar. ¡Cuál no sería la sorpresa de la mujer cuando se percató que el sacerdote tampoco tenía cabeza! En ese momento María Josefina sintió una mano que le tocaba el hombro, volteó y vio los hábitos de un fraile, fue alzando la cabeza y ¡horror! El fraile tampoco tenía cabeza… y sin embargo escuchó que le decía: ¡Querida señora, esta misa no es para los vivos, es una misa para los muertos!

Aterrorizada, la mujer asintió con la cabeza y se apresuró a salir de la iglesia. Pero no podía salir de prisa porque sentía el cuerpo muy pesado, como si no le obedeciese. Cuando por fin logró llegar a su casa y empezaba a abrir la puerta, escuchó las campanadas del templo indicando que era la medianoche.

Así pues, desde entonces nadie se atreve a ir a las doce de la noche a la misa. Cuando las personas escuchan las campanadas anunciando la misa de doce, echan a correr hacia sus hogares temerosos de participar en una misa dedicada solamente a los difuntos quienes además carecen de cabeza… vaya usted a saber por qué

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Puebla

De cómo nació el dulce de camote poblano

La palabra camote procede del náhuatl camohtli. Se trata de una planta de la familia Convulvolaceae, muy empleada en México para preparar fruta cristalizada y compotas, y otros dulces más. En muchas ciudades del país existen todavía los famosos personajes conocidos como los “camoteros” quienes, con su máquina de ferrocarril estilizada de lámina, que emite un chiflido muy característico, anuncian por las calles su presencia para que las personas acudan a comprar sus camotes endulzados. Sin embargo, el estado mexicano que sobresale por sus dulces preparados con camotes es Puebla de los Ángeles donde los dulceros emplean en su preparación azúcar y esencias de naranja y limón.

Este dulce tan súper conocido por todos cuenta con su leyenda. En ella se nos cuenta que en el siglo XVII en una población muy cercana a la Ciudad de Puebla existía un convento de monjas que aceptaban niños para educarlos. En cierta ocasión, uno de estos niños que era muy travieso vio como una de las monjas encargadas de la cocina ponía una olla de agua al fuego. Entonces el niño decidió echar un camote al agua y agregarle azúcar, a fin de jugarle una broma a la monja. Revolvió el camote con el agua y el azúcar hasta que se formó una pasta pegajosa.

Cuando la monja embromada se dio cuenta de lo que había en la olla, trató de limpiar dicha masa y al oler su dulzura decidió probarla. Y, ¡oh, sorpresa! La pasta sabía deliciosa. La religiosa dio a probar el dulce a sus compañeras, quienes lo encontraron muy sabroso, le agregaron a la pasta las esencias mencionadas, le dieron forma tubular, le pusieron en papel,  y lo convirtieron en el famoso dulce poblano.

Los muy famosos camotes de Puebla

De esta leyenda existe otra versión en la cual se relata que una muchacha procedente de Oaxtepec, Morelos, llamada María Guadalupe, llegó al convento de Santa Clara de Jesús en Puebla con el fin de convertirse en religiosa.

Pasado un cierto tiempo, la joven pensó en hacerle un obsequio a su padre a quien extrañaba mucho. Fue a la huerta, recogió varios camotes y los coció junto con raspadura de limón y azúcar. Revolvió todo hasta que obtuvo una pasta, Formó dos cilindros con la pasta, y les dejó secar y enfriar. Cuando estuvieron listo María Guadalupe los envolvió en papel encerado y se los hizo llegar a su padre hasta Oaxtepec. Las monjas del convento probaron de este delicioso dulce y les gustó. Así nació el camote poblano.

Este exquisito dulce tiene una tercera leyenda que nos informa que existía un convento en Puebla cuyas monjas vivían de los donativos que les daban las personas ricas de la ciudad, y como no eran muchos vivían muy pobremente. En cierta ocasión la madre superiora les anunció a las monjas y a las novicias que les iba a visitar un religioso muy importante y debían agasajarlo como se merecía ofreciéndole una comida, sencilla pero buena. Como no contaban con dinero para prepararle dulces tan exquisitos como caros, una de las religiosas pensó en hacer un postre que no fuese oneroso, pero sí sabroso. Entonces tomó camotes de la huerta del convento y preparó la famosa pasta con azúcar, naranja y limón, la cual con el tiempo se convirtió en los tradicionales camotes de la ciudad de Puebla. ¡Ni que decir tiene que al obispo le encantaron y comió tantos que casi se enferma!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Coahuila Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Laura

La ciudad de Saltillo es la capital del estado de Coahuila de Zaragoza. Esta ciudad es famosa por su producción de pan de pulque y por sus multicoloridos sarapes que son toda una belleza. El origen de su nombre es un tanto oscuro. Para algunos estudiosos de la filología su nombre proviene del chichimeca y significa “tierra alta de muchas aguas”; para otros, proviene del nombre dado a un salto de agua, a cuyo pie se fundó la inicial villa, a finales del siglo XVI, gracias a un portugués llamado Alberto del Canto, quien la llamó Villa de Santiago de Saltillo.

Varios siglos después en esta misma ciudad, vivía una muchacha llamada Laura que era un tanto cuanto vanidosa y le gustaba tomarse fotos en un espejo de su recámara. Una cierta noche, después de haberse sacado una serie de fotos frente al espejo de su coqueta, ya cansada se metió en la cama para dormir, y lo hizo profundamente.

En la madrugada empezó a caer una fuerte lluvia y un trueno despertó a la muchacha e iluminó la recámara por unos cuantos segundos. Tiempo suficiente para que Laura viera en el espejo a una serie de personas sin cara, pero a pesar de lo cual tenían los ojos fijos en ella. Esas terribles miradas le produjeron un miedo cerval y se le puso la carne de gallina. A pesar de su miedo la chica se quedó de nuevo dormida, pues se encontraba muy cansada.El tocador de Laura

A la mañana siguiente acordándose de lo que había visto Laura decidió quitar el espejo de su tocador. Al llegar la noche, de acuerdo a su costumbre, la mujer decidió tomarse las fotos, pero esta vez en el espejo del cuarto de baño. Al terminar, decidió lavarse las manos en el lavabo; cuando iba a abrir el grifo del agua caliente, éste se abrió solo y salió un tremendo vapor que empañó el espejo. Laura se asustó mucho y deseó correr con todas sus fuerzas, pero sus músculos no le obedecieron y se quedó clavada frente al lavabo. De repente, al ver el espejo vio que sobre el vapor que le cubría aparecían estas extrañas palabras: ¡Laura, mujer vanidosa, regresa el espejo a tu cuarto, pues nosotros extrañamos verte cuando te tomas fotografías y cuando te encuentras dormida en tu cama!

Laura casi se vuelve loca del susto por el terrible letrero que le habían escrito entes del más allá.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Escalera

En la Ciudad de México, en el último piso de un antiguo edificio de cinco pisos, vivía una señora que te tenía un esposo, dos hijos y una hija. El padre de familia enfermó y la mujer quedó viuda. Como se sentía muy sola inició relaciones con un hombre que llevó a vivir a su casa. Al principio todo iba de maravilla. El amante era bueno con los niños y todos estaban contentos. Sin embargo, no todo era perfecto, ya que el hombre era alcohólico y cuando agarró confianza empezó a beber en demasía.

Entonces todo se convirtió en un infierno, porque el tipo se emborrachaba todos los días y golpeaba sin piedad a su querida y a los tres hijos. La hija menor, la preferida de la mujer, trataba de detener al bruto que maltrataba a su madre y a sus hermanos, pero nada conseguía, pues el señor era grande y muy fuerte. Esta situación de alcohol, golpes, groserías y malos tratos tenía ligar varios días a la semana.

Como el tipo tomaba tanto no había trabajo que le durara, por lo cual la situación económica de la familia era sumamente precaria, y lo poco que ganaba se lo gastaba en bebidas en su cantina favorita, donde no faltaban amigos que lo convidaran a beber.

La niña asesinada

En una ocasión, el borracho estaba sin un centavo y con unas ganas locas de beber. En su desesperación arremetió como nunca contra su amasia: la golpeó y la pateó. La niña como pudo trató de detenerlo, pero lo único que logró fue que le pegase con mayor saña, como nunca antes lo había hecho. La madre, desesperada, le rogaba que se detuviera, pero mientras más suplicaba más se ensañaba el borracho. Estaba tan furioso contra la pobre niña que defendía a su madre que en un arranque de odio infinito tomó a la criatura en sus brazos y la arrojó por la escalera.

La pequeña murió inmediatamente y la madre la tomó en sus brazos llorando desesperadamente. Al ver lo que había sido capaz de hacer, el asesino trató de huir, pero al final no lo hizo, sino que tomó una cuerda y se ahorcó en una viga de la recámara. Pasados los funerales, la familia restante decidió irse del departamento.

El fantasma de la niña se quedó por siempre en la escalera: va vestida de negro y siempre sonríe. Se convirtió en un espíritu bueno, pues cada vez que alguien sube la escalera lo acompaña, cuidando que no vaya a dar un mal paso y se caiga y muera. Si alguien llega a trastabillar, inmediatamente la niña le ayuda a recobrar el equilibrio para que no caiga y se mate.

Sonia Iglesias y Cabrera