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Guadalajara Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial

Un inglés muy goloso

Esta leyenda tiene su origen en el barrio de Belén en Guadalajara, Jalisco. Data de la época colonial, de principios del siglo XVII, cuando llegó a Guadalajara un misterioso hombre procedente de Inglaterra el cual respondía al nombre de George. Alto y delgado, vestido siempre de negro, el inglés llamaba la atención porque nunca hablaba con nadie y se mostraba distante con sus vecinos o con aquellas personas que trataban de hacer amistad con él. En cuanto llegó compró una gran hacienda, pues era un hombre muy rico.El inglés goloso

Al poco de tiempo de su llegada, muchos animales del entorno empezaron a morir, así como niños que aparecían completamente desangrados. Nadie se explicaba el fenómeno, al inicio todos pensaron que se trataba de una epidemia, pero pensándolo un poco los lugareños llegaron a la conclusión que todo había empezado cuando llegó el misterioso personaje y decidieron averiguar.

Una cierta noche los más valerosos hombres del lugar se dirigieron al Panteón de Belén donde averiguaron que se encontraba el inglés. Al llegar a las proximidades del cementerio, escucharon un aterrador grito que les hizo correr hacia donde provenía. Lo que vieron les llenó de terror, pues el hombre estaba mordiendo en el cuello a un campesino. Al verse descubierto George huyó, y los hombres le persiguieron acompañados del cura de la iglesia de Belén, hasta que le dieron alcance en su casona. Al verlo, el sacerdote sacó una estaca y se la clavó en el pecho; además, todos los demás le aventaron muchos ladrillos hasta cubrirlo completamente.

 Cuando el vampiro estaba en agonía juró que se vengaría de todos ellos. Fue enterrado en el Panteón de Belén. De repente, la lápida del chupa-sangre se rompió y un gran árbol empezó a crecer sobre ella.

La leyenda nos dice que el día que la lápida se rompa completamente o el árbol sea derrumbado, el terrible hombre resurgirá y se vengará desangrando a muchos más hombres y niños. Mientras tanto, cuando alguien trata de cortar una rama de dicho árbol, empieza a sangrar, como sangraban las víctimas del hombre vampiro.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial

Un piloto llamado Antón de Alaminos

Antón de Alaminos nació en Palos de la Frontera en una fecha desconocida, posiblemente entre los años de 1484 y 1490. Siendo muy jovencito fue grumete de Cristóbal Colón cuando realizó su cuarto viaje. Se casó con doña Leonor Rodríguez con la cual tuvo descendencia. Tiempo después de haber participado en el viaje de Colón, se le nombró piloto en la expedición que realizó Ponce de León a la Florida, buscando la fuente de la eterna juventud como nos cuenta la leyenda. En esa expedición Alaminos descubriría la Corriente del Golfo, la cual se forma en el Golfo de México y se desplaza hasta el Atlántico por el Estrecho de la Florida.

Poco después, Alaminos fue piloto de las naves que se dedicaban a capturar esclavos entre los indígenas caribes, expediciones algunas dirigidas por el capitán Francisco Hernández de Córdova. Asimismo, acompañó a dicho capitán como piloto en el viaje en que se descubriría Yucatán y que por despistado creyó que se trataba de una isla y la nombró Isla Rica. Alaminos convertido en Piloto Mayor, en 1518 fue con Juan de Grijalva en su viaje exploratorio adentrándose en territorio mexicano. Después de llegar en el barco Almirante a lo que hoy conocemos como la Ciudad de Campeche, en 1519 estuvo con Hernán Cortés en su viaje a México desde Cuba.El piloto Antón de Alaminos

Cuando Cortés fundó la Villa Rica de la Vera Cruz y creó el primer ayuntamiento que conociera América, con el fin de independizarse de Diego de Velázquez que era el gobernador de Cuba y con el cual nunca estuvo en buenos términos, Antón de Alaminos dirigió la nave que llevaría a los reyes de España su famosa Carta de Cabildo; o sea, su primera Carta de Relación; los encargados de llevar la histórica Carta fueron los procuradores Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo. Con la Carta llevaban también muchos regalos que satisfacerían al entonces rey Carlos V.

La orden de Cortés era no acercarse a Cuba por ningún motivo, pues tenía las acciones que Velázquez pudiera llevar a cabo con el fin de detener el viaje a España; sin embargo, Montejo, incondicional del gobernador, convenció a Alaminos de detenerse en Marién donde poseía una hacienda, pretextando que se surtirían de abastecimientos para el viaje. Diego de Velázquez envió dos naves para detener la nave, pero la astucia y habilidad de Alaminos lograron que la nave prosiguiera su camino y llegaron a Cádiz, España en 1519, librándose de que la Carta no llegase a manos del rey.

Al llegar a su destino, la Casa de Contratación de Sevilla los apresó y les quitó Carta y regalos. Portocarrero murió preso, Montejo logró regresar a la Nueva España para conquistar Yucatán y Antón de Alaminos murió en suelo español.

El descubrimiento de la Corriente del Golfo y su importante utilización para la navegación de América a Europa, es el hecho fasto por el cual Antón de Alaminos ha pasado a la historia. El hecho nefasto de su fama fue el haber contribuido como piloto para que Cortés se adentrase en territorio mexicano, lo cual culminaría en la conquista de Mexico-Tenochtitlan.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial

La iglesia más pequeña de México

En el centro de la Ciudad de México se encuentra una iglesia muy chiquitita, dedicada al Señor de la Humildad. Se la conoce también con el nombre de Iglesia de Manzanares –o la Capillita de Manzanares-, ya que se encuentra situada en la calle, o mejor, en el callejón, del mismo nombre, haciendo esquina con el Eje 1 Poniente Circunvalación. Es tan pequeña la iglesia que solamente cuenta con veinte asientos, para que los fieles se sienten.

Se trata de la iglesia más chica de todo México, que según cuenta la leyenda fue construida, junto con otras seis –de las cuales no ha quedado ninguna en pie-  por el conquistador de México Hernán Cortés. Aunque no existe una fecha certera de cuando fue construida la Capilla de Manzanares, se sabe que data de principios de la Colonia, en la zona donde vivían relegados los indígenas. Sita en una saliente de tierra del Lago de Texcoco, y detrás de la cual se encontraba uno de los ramales de la Acequia Principal, donde el agua venía desde Xochimilco y cuyo brazo de agua fuera cortado en el siglo XVIII por las autoridades de la Nueva España.

La iglesia más pequeña de México

Algunos investigadores sostienen que se trata de un exvoto construido para agradecer algún favor otorgado por el Señor se la Humildad, dado su escaso tamaño.

La fachada que ostenta actualmente es de estilo churrigueresco del siglo XVIII, tiene columnas con remate floral, dos torres con campanarios y una ventana coral de un metro de diámetro. Dos ángeles se encuentran hincados a cada lado de una cruz frontal que lleva en latín la inscripción In hoc signo vinces, “con este signo vencerás”.

En su interior puede verse un retablo cubierto con oro, un coro y un órgano que data de principios del siglo pasado; asimismo, cuenta con una sacristía a la que se llega por medio de una escalera adornada con azulejos de Talavera, desde donde se tocan las campanas para que los fieles acudan a escuchar misa, a pesar de que la ermita no cuenta con una sacerdote fijo. Cuando las personas desean tener misa o cumplir con algún rito católico, deben reunirse para organizarse y solicitar algún cura, que atienda a sus requerimientos.

La festividad de esta bonita iglesia se celebra el 6 de agosto y tiene una duración de tres días. Cuando llega la fiesta, el Señor de la Humildad sale al atrio en donde los creyentes se acercan a su imagen para pedirle milagros y rezarle con todo fervor. Durante la fiesta se llevan a cabo bailes tradicionales, y se quema un castillo. Se prepara comida durante todo el día, y es costumbre que los vecinos se den obsequios entre ellos. Son los niños quienes celebran con mayor entusiasmo el día de la fiesta de la iglesia, llegando incluso a poner en escena obras de teatro, como en una ocasión en que montaron la obra Vaselina. También forman parte de la celebración los clásicos juegos mecánicos Esta celebración puede llevarse a cabo gracias a la cooperación de los vecinos, y la de aquellos que en su momento vivieron en el barrio.

Cuenta la conseja popular que la capilla es muy frecuentada por ladrones y por prostitutas. Cuando un caco va a solicitarle un favor al Santo Señor, tiene por obligación no robar durante las siguientes veinticuatro horas, so pena de no ser escuchado por la divinidad.

Es de todos conocida la historia de un judío ladrón que acostumbraba robar a los santos de las iglesias. Un día entró a la iglesia que nos ocupa y despojó al Señor de la Humildad de sus joyas y caros ropajes. Por lo que obtuvo por la venta de lo robado, puso un negocio de prestamista que lo enriqueció. Ya convertido en un hombre rico, acudió a la ermita y regresó lo robado a su divino propietario.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Puebla

Carmen la desdichada

Esta leyenda data del año de 1705, cuando era alguacil mayor de Puebla don Juan de Mendoza y Escalante, hombre tenido por muy honrado y profundamente devoto a su religión. El alguacil tenía una hermosa y rubia hija llamada Carmen, a la que adoraba, y a quien decidió meterla en un convento cunado la chica contaba con diez y ocho años de edad. La muchacha no contaba con la menor vocación religiosa; sin embargo, aceptó la orden de su padre ya que pensó que en el convento habría manera de seguir se verdadera vocación que era el canto.

Así las cosas, Carmen entró al convento de monjas agustinas de la ciudad. El padre la visitaba frecuentemente, y en una de esas visitas llevó con él a don Sebastián de Torrecillas, un hombre rico a quien le gustaba mucho Carmen la novicia. Sebastián empezó a cortejar a la chica a pesar de encontrarse en el convento. Como era de esperar, pasado un tiempo, Carmen se embarazó de su enamorado, quien al saber el estado de su amante huyó como buen cobarde que era.Carmen, la burlada

El padre de Carmen se enteró de lo ocurrido e inmediatamente sacó del convento a su hija y lleno de vergüenza se la llevó a la casa donde residían. El deshonrado padre decidió encerrar a su mancillada hija en una habitación del fondo de la casa, por todo el tiempo que durase el embarazo y aún más.

El día llegado, Carmen dio a luz a un hermoso varoncito. El padre, que continuaba enojado y ofendido, tomó al niño en sus brazos y, presuroso, le fue a arrojar a un río. Sin embargo, poco tiempo después don Juan fue presa de arrepentimientos por su mala acción y murió víctima de un infarto fulminante.

Carmen se encontraba completamente afectada por el robo de su hijo, y por la muerte de su padre; poco a poco su salud se quebrantó, hasta que empezó a desvariar y acabó en la absoluta locura. Después de algunos meses de encontrarse completamente trastornada, la infeliz mujer murió.

Su alma, que no encontraba descanso, empezó a penar por la casona en que vivió. Los vecinos y aquellos que pasaban frente a la morada, escuchaban el llanto y los patéticos lamentos de Carmen que penaba por su hijo y por su amado,

Actualmente la casa en que ocurrió la terrible tragedia es sede de una escuela de música de la Ciudad de Puebla, ubicada en la calle 8 Oriente número 409. Donde los lamentos desgarradores de Carmen aún se siguen escuchando para tormento y espanto de los estudiantes.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Zacatecas

Perla y el piano

En el año de 1600 Perla Santini vivía en Veracruz y estaba casada con el capitán Jorge Treviño. El padre de Perla, un famoso músico italiano acababa de morir, razón por la cual la joven se encontraba muy deprimida. La pareja decidió cambiar de aires y trasladarse a la Ciudad de Zacatecas. Perla le advirtió a su marido que no deseaba hacer vida social debido al luto, por lo cual se construyeron una casona fuera de la ciudad, a la que llamaron Villa de Rosas.

La villa era muy hermosa, de cantera rosa labrada artísticamente y con grandes jardines llenos de rosas y pájaros cantores. Por dentro, la casa estaba lujosamente amueblada y en la sala principal había un piano que hacía las delicias de la joven casada a la que fascinaba la buena música.

Después de inaugurada la villa con gran pompa, Perla empezó una vida en que se encontraba muy feliz, pues todos la querían y mimaban, desde su esposo hasta los sirvientes pasando por los amigos que solían visitarles frecuentemente.

La mujer tocaba el piano, cantaba y se había prometido ser muy feliz en su nueva morada. El capitán Treviño no cabía en sí de gusto al ver a su esposa tan feliz y optimista. Sin embargo, un mes después de haber llegado a Zacatecas, Jorge Treviño se vio en la necesidad de salir a combatir a los indígenas de Juchipila que habían armado una revuelta contra las autoridades españolas. Se despidió de su acongojada mujer y partió al combate.

La joven mujer dejó de reír, ya no cantó más y se sumió en una profunda depresión por la ausencia de su esposo y por su posible muerte. Lo único que la consolaba en ese trance era tocar en el piano tristes melodías que hacían juego con su estado de ánimo. Sus amigos y amigas trataron de consolarla, pero Perla no reaccionaba y se pasaba los días viendo por el ventanal de su casa, a ver si veía llegar a su marido.

Tan mal se encontraba la mujer que en sus noches de insomnio se ponía a tocar el piano hasta que llegaba el día. Entonces, los centinelas de la villa que su marido había dejado para que la vigilasen, y las personas que pasaban por ahí, empezaron a creer que estaba loca y le llamaron La Filarmónica a la villa.

Un cierto amanecer, uno de los centinelas que la cuidaba se extrañó de no oír las melodías que ejecutaba en el piano y dio avisó a su camarera particular. La mujer abrió el salón donde se encontraba el piano y se encontró con que su ama estaba muerta y su cabeza descansaba sobre el teclado.

Al día siguiente, llegó la noticia a la Villa de Rosas de que el valiente capitán Treviño había muerto durante una batalla librada contra los indios sublevados… ¡Exactamente a la misma hora y el mismo día en que la bella Perla había dejado de existir!

La casona cayó en el abandono, ya nunca nadie la habitó. Los mineros que pasaban frente a ella para dirigirse, muy de mañana, a su trabajo afirmaban que el ventanal de la sala se iluminaba y una hermosísima música de piano se escuchaba, junto con un desgarrador lamento de mujer. Desde entonces se le conoce a la casona como La Filarmónica.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Leyendas Urbanas de Terror

Blanca, la fea

Esta historia ocurrió en las Fuentes Brotantes de Tlalpan, en el siglo XVII, cuando don Fernando Lorenzo de Guevara, acompañado de dos criados, fue de cacería e hirió de muerte a un venado. El animal herido huyó para esconderse en la tupida vegetación, y Fernando, por no perderle, lo siguió seguro de que en algún momento la presa caería muerta.

En su persecución, el joven llegó hasta un paraje en donde se encontraba un arroyuelo. Al ver sus criados que el amo tenía la intención de saltarlo llenos de miedo le gritaban que no lo hiciera, pues más adelante se encontraba una fuente embrujada. Pero Fernando no les hizo caso y siguió su camino, hasta llegar a una hermosa cascada. En tal momento el cazador escuchó que el agua cantaba una hermosa melodía y se escuchaban extraños y hermosos cánticos, que le invitaban a seguir el curso del arroyuelo que formaba la cascada.Las Fuentes Brotantes de Tlalpan hoy en día.

Cayó la noche y los criados no se atrevían a ir en busca de su amo. De repente le vieron llegar con una expresión totalmente idiotizada. Prestos le condujeron hasta su casona en el pueblo de Tlalpan. A partir de entonces, Fernando no dormía, tenía fiebre y lanzaba risotadas y gritos estridentes. Un día decidió volver a cazar. Cruzó de nuevo el arroyo y llegó hasta la fuente de agua clara y pura. Se paró junto a la fuente y volvió a oír la bella melodía que salía de las aguas y los bellos y enternecedores cánticos, y vio a la joven más hermosa de toda Nueva España. Cuando el joven regresó a su casa estaba peor de desmejorado. Intrigado el joven por lo que le sucedía, mandó llamar a unos de los criados más viejos para que le explicase lo que pasaba en aquella fuente de agua. Entonces el viejo inició su relato:

­­- “Hace ya mucho tiempo llegó a la Nueva España una joven de alcurnia llamada Blanca de Gascón. Siempre llevaba un velo que le cubría la cara, pero como era buena y caritativa todos consideraban que era muy bella. No faltaron galanes que la pidieron en matrimonio, pero al acercarse a ella y verle la cara, todos salían huyendo horrorizados de lo fea que era. Terriblemente dolida, la muchacha recurrió a la magia negra para volverse bella: se ponía en el rostro sangre de animales y le ofrecía niños al demonio. Entonces se volvía bella por las noches y salía en busca de algún galán que la admirara. Cuando lo encontraba, con su magia le transformaba la cara en la de cualquier animal. Un día, la joven decidió huir para siempre y se suicidó en la fuente cantarina.”

Fernando no creyó en el relato del viejo criado, y empecinado volvió a la fuente hechizada montado en su caballo favorito. Llegó al arroyo y a la fuente brotante rebosante de amor por la extraña joven del relato. Caminó sobre el agua y se encontró con Blanca. Al verse, se abrazaron y se dieron un beso, y abrazados se fueron hundiendo en las aguas de la fuente. Al momento de sumergirse, la bella Blanca empezó a convertirse en un ser horripilante, más fea aún que cuando estaba con vida, pues su faz aparecía putrefacta e hinchada. A Fernando no le importó y se mantuvo abrazado a ese cuerpo carcomido.

Desde entonces la fuente dejó de estar hechizada y ya nunca más se escucharon los cánticos ni apareció la figura de Blanca de Gascón. Esta es la historia de la famosos Fuentes Brotantes de Tlalpan.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial

Lázaro y el perro

Lázaro vivió en los inicios de la Nueva España. Era un mestizo a quien discriminaban tanto los españoles como los indígenas. Su madre había sido una bella indígena que había sido seducida por un soldado español, quien la había dejado en cuanto se enteró de que se encontraba embarazada.

El joven mestizo estaba perdidamente enamorado de una señorita española de muy buen ver, quien a su vez amaba a Lázaro con pasión. La relación amorosa que tenían los jóvenes la mantenían en secreto, ya que estaban ciertos de que tal amorío nunca sería permitido por los padres de la muchacha, quienes censuraban la mezcla de españolas con las castas que se formaron en la Colonia.

Así pasó cierto tiempo, sin que nadie se diera cuenta de los amores prohibidos, hasta que un día el padre de la chica los descubrió en pleno romance. Terriblemente enojado e indignado, el español juró que mataría a Lázaro por la ofensa que había infringido a su familia. Inmediatamente a la chica la internó en un convento. Y sin pérdida de tiempo, y acompañado por la traidora hermana del joven, acudió al Santo Oficio para denunciarlo de ser un brujo y de que con sus hechizos había seducido a su hija.

Ese mismo día por la tarde, Lázaro fue apresado por los inquisidores y llevado a los calabozos de la Inquisición. La sentencia no se hizo esperar, y a los pocos días el desgraciado mestizo fue sentenciado a morir en el garrote vil. A los pocos días de haber muerto Lázaro, por la Ciudad de México apareció un perro que a todos los habitantes asustaba por sus terroríficos aullidos. Empezó a decirse que las personas morían cuando dicho animal se les aparecía. Así que nadie quería salir de sus casas por las noches para no toparse con tan extraño animal.

Una noche, el perro entró en la casa de su hermana la cual se había casado con un hombre de mucho dinero. Al verlo, la mujer se asustó mucho pues se dio cuenta de que el perro se parecía muchísimo al hermano que había traicionado. De repente el perro se transformó en el fantasma de Lázaro y la hermana cayó de rodilla ante él pidiéndole perdón. Al ver que el perdón no acudía la mujer tomó un cuchillo y se lo clavó en el pecho. El marido, que había presenciado todo, se volvió loco y murió poco después.

El padre de la enamorada de Lázaro se enteró de lo acontecido y se asustó mucho, pues recordaba que era el causante de la muerte de Lázaro, y temía lo que pudiera hacerle el fantasma. Una tarde en que salía de una taberna, sintió que lo seguía alguien. Al llegar a la puerta de su casa se dio la vuelta y vio al fantasma de Lázaro frente a él, gritó y cayó muerto.

Cuando las autoridades del Santo Oficio se enteraron temieron por sus vidas y realizaron una misa para exonerar a Lázaro de toda culpa. Cuando se encontraban en la iglesia, se abrió la puerta y entraron dos espectros acompañados de un perro, Uno de ellos, Lázaro, pidió a los feligreses que no tuvieran miedo que tan solo quería que su cuerpo y el de su amada – quien había muerto al huir del convento- fueran enterrados cristianamente. Inmediatamente las figuras se desvanecieron, y solamente quedó el perro que llevó a las personas a la pobre cabaña donde había muerto su amada de tristeza y hambre. Una vez cumplida su tarea, el perro desapareció. La conseja popular dice que por ciertos rumbos de la ciudad se escuchan, por las noches, los terribles aullidos del perro.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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El Cristo del Perdón

Esta leyenda tuvo su origen en el estado de Zacatecas, en Peñuelas, por los años de 1565. En tal ciudad vivía un señor de apellido Medina, de oficio barretero, al que en una ocasión se acusó de haber matado a un hombre, con el fin de defender a una de sus hijas. Como era inocente decidió huir con sus hijas para salvar su vida de una muerte segura en la horca. Se fue por los montes hasta llegar al mineral de Zacualpan, sito en Sultepec en el actual Estado de México.

Cuando ya empezaba a oscurecer, los prófugos llegaron a un monte que se encontraba cerca de una ranchería conocida con el nombre de La Albarrada. Lugar que eligieron para pernoctar. Medina hizo una hoguera y en ella calentaron las provisiones que se había traído de la casa. La noche era muy fría y un fuerte viento no paraba de soplar. Juntaron muchas varas para mantener encendida la hoguera durante toda la noche y poder dormir calientitos y al amparo de algunos animales del monte.

Así pasaron la noche. Al amanecer la hoguera se había extinguido, pero Medina vio entre las piedras que circundaban al fogón, unas pequeñas láminas de metal que brillaban. Tal hecho le hizo pensar al hombre que se encontraba encima del crestón de una veta de plata y oro, lo cual le llenó de alegría.La Iglesia del Señor del Perdón en Temazcaltepec

Inmediatamente les dijo a sus hijas que se refugiaran en La Albarrada y se mantuvieran en silencio, que no dijesen nada de lo que habían encontrado. Les dejó una barreta que llevaba y un arcabuz para el caso en que tuvieran que defenderse si eran descubiertas. Mientras tanto, Medina se dirigió a la capital de la Nueva España, para dar cuenta de su hallazgo al señor virrey.

Pidió audiencia con el virrey, a la sazón don Antonio de Mendoza, quien le recibió lo más pronto que pudo al saber que se trataba de una nueva mina de oro y plata. Cuando Medina estuvo frente al virrey lo primero que hizo fue alegar su inocencia y pedir perdón por un delito al que se había visto obligado a realizar, pues el honor de una de sus hijas así lo requería.

Al escucharlo, don Antonio le otorgó su perdón, pues entendió las razones que habían llevado a Medina a matar, y pensó que si era cierto que había tal mina de oro y plata aumentaría su fortuna y la región de Temascaltepec y Sultepec progresarían.

Mendoza mandó a obreros y especialistas para revisar la zona a ver si era verdad que había tal riqueza, y poco después se habría la Mina de El Rey, cuya explotación dio empleo a muchas personas que acudieron a trabajar en la nueva mina.

Cuando Medina regresó a La Albarrada, se encontró a sus hijas en perfecta salud y protegidas por buenas personas que se habían encariñado con ellas. Las muchachas rebozaban de felicidad, pues cuando se encaminaban a La Albarrada habían descubierto otra veta de oro y plata, la cual también fue abierta para su explotación y se le puso el nombre de La Mina de las Doncellas.

Medina, que era un hombre muy religioso, por la dicha que le proporcionaba el hecho de ya no ser prófugo de la justicia y de haber descubierto dos minas importantes, decidió agradecer a los cielos tanta dádiva y mandó traer de España una hermosa imagen de Cristo Crucificado que se colocó en el Templo de Temascaltepec, donde se le adoró y se le venera hasta nuestros días, a la que se la llama El Cristo del Perdón.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Clara, la bella

En la Ciudad de México en los inicios de la época colonial, vivía un matrimonio joven de alcurnia y buenos recursos, en una casona que se encontraba muy cerca de la Plaza Mayor. Dicho matrimonio estaba ansioso de tener un hijo, pero no lo lograban. Por fin. la mujer se embarazó, después de muchas dificultades y tuvo una hermosa niña a la que pusieron por nombre Clara.

Era tan hermosa la pequeña que en el momento de nacer la partera sentenció que tanta hermosura solamente sería causa de problemas y se la disputarían Dios y el Diablo. Como es de suponer, los padres quedaron muy impactados con las palabras de la mujer y trataron de olvidarlas.

Quince años después, Clara. la niña de tanta hermosura, se había convertido en una señorita, que a su belleza agregaba la altanería y la mala educación, pues sus padres la habían consentido sobremanera convirtiéndola en una majadera. Ante el mal comportamiento de la chica, las monjas de un convento cercanos ofrecieron a los padres llevársela con ellas, a fin de educarla y hacerla una buena creyente de Dios Padre. Pero la chica se rehusó totalmente a enclaustrarse.

La bella Clara

Entonces los padres pensaron en casarla. Clara aceptó con la condición de que cada pretendiente debía batirse en duelo con los demás que tenía. El resultado fue que muchos de ellos murieron en el empeño y Clara no se casó.

En una ocasión, un guapo caballero se colocó abajo del balcón de Clara y, montado en un blanco caballo, comenzó a tocar una melodía extraña y muy bonita, al término de la cual le entregó a la caprichosa mujer una aromática rosa roja. Cada noche sucedió lo mismo, y al cabo de diez días la chica se enamoró profundamente de su galán.

Una noche acordaron fugarse y Clara montó en el corcel de su amado sin parar en mientes por el dolor que tal comportamiento acarrearía a sus padres. Mientras se dirigían hacia uno de los límites de la ciudad, ella le acariciaba la mano a su amante. De pronto, sintió algo raro: la mano estaba peluda y los dedos mostraban unas largas uñas horrorosas. Asustada, Clara se fijó en la cara del joven que se había convertido en la espeluznante y horrible cara del Diablo.

Ante tal descubrimiento, la joven mujer pegó un escalofriante y terrible grito que nadie escuchó. Los padres de Clara al darse cuenta de su desaparición empezaron a buscarla acompañados de las autoridades correspondientes. No la encontraban. Pasados quince días por fin fue encontrada la jovencita. Su cuerpo fue hallado en pleno campo y estaba completamente destrozado por las uñas del Diablo que la había arañado hasta darle muerte. ¡Ese fue el terrible destino de la desafortunada joven malcriada!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas Mexicanas Época Colonial Puebla

De cómo nació el dulce de camote poblano

La palabra camote procede del náhuatl camohtli. Se trata de una planta de la familia Convulvolaceae, muy empleada en México para preparar fruta cristalizada y compotas, y otros dulces más. En muchas ciudades del país existen todavía los famosos personajes conocidos como los “camoteros” quienes, con su máquina de ferrocarril estilizada de lámina, que emite un chiflido muy característico, anuncian por las calles su presencia para que las personas acudan a comprar sus camotes endulzados. Sin embargo, el estado mexicano que sobresale por sus dulces preparados con camotes es Puebla de los Ángeles donde los dulceros emplean en su preparación azúcar y esencias de naranja y limón.

Este dulce tan súper conocido por todos cuenta con su leyenda. En ella se nos cuenta que en el siglo XVII en una población muy cercana a la Ciudad de Puebla existía un convento de monjas que aceptaban niños para educarlos. En cierta ocasión, uno de estos niños que era muy travieso vio como una de las monjas encargadas de la cocina ponía una olla de agua al fuego. Entonces el niño decidió echar un camote al agua y agregarle azúcar, a fin de jugarle una broma a la monja. Revolvió el camote con el agua y el azúcar hasta que se formó una pasta pegajosa.

Cuando la monja embromada se dio cuenta de lo que había en la olla, trató de limpiar dicha masa y al oler su dulzura decidió probarla. Y, ¡oh, sorpresa! La pasta sabía deliciosa. La religiosa dio a probar el dulce a sus compañeras, quienes lo encontraron muy sabroso, le agregaron a la pasta las esencias mencionadas, le dieron forma tubular, le pusieron en papel,  y lo convirtieron en el famoso dulce poblano.

Los muy famosos camotes de Puebla

De esta leyenda existe otra versión en la cual se relata que una muchacha procedente de Oaxtepec, Morelos, llamada María Guadalupe, llegó al convento de Santa Clara de Jesús en Puebla con el fin de convertirse en religiosa.

Pasado un cierto tiempo, la joven pensó en hacerle un obsequio a su padre a quien extrañaba mucho. Fue a la huerta, recogió varios camotes y los coció junto con raspadura de limón y azúcar. Revolvió todo hasta que obtuvo una pasta, Formó dos cilindros con la pasta, y les dejó secar y enfriar. Cuando estuvieron listo María Guadalupe los envolvió en papel encerado y se los hizo llegar a su padre hasta Oaxtepec. Las monjas del convento probaron de este delicioso dulce y les gustó. Así nació el camote poblano.

Este exquisito dulce tiene una tercera leyenda que nos informa que existía un convento en Puebla cuyas monjas vivían de los donativos que les daban las personas ricas de la ciudad, y como no eran muchos vivían muy pobremente. En cierta ocasión la madre superiora les anunció a las monjas y a las novicias que les iba a visitar un religioso muy importante y debían agasajarlo como se merecía ofreciéndole una comida, sencilla pero buena. Como no contaban con dinero para prepararle dulces tan exquisitos como caros, una de las religiosas pensó en hacer un postre que no fuese oneroso, pero sí sabroso. Entonces tomó camotes de la huerta del convento y preparó la famosa pasta con azúcar, naranja y limón, la cual con el tiempo se convirtió en los tradicionales camotes de la ciudad de Puebla. ¡Ni que decir tiene que al obispo le encantaron y comió tantos que casi se enferma!

Sonia Iglesias y Cabrera