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Coahuila Leyendas Cortas Leyendas de Terror

Un amor inolvidable

En el año de 1873 vivía en la Villa de San Francisco de los Patos, Coahuila de Zaragoza, hoy llamada Villa de General Cepeda, un gallardo y joven militar que estaba bajo el mando del famoso general Victoriano Cepeda, y se encontraba comprometido con una hermosa muchacha der la villa. Como era tradición muy antigua, la novia se encontraba depositada en la casa de los padrinos de la boda hasta que ésta se efectuase.

Un día antes de la boda hubo una escaramuza entre las fuerzas del Congreso y el Gobierno del Estado en el rancho de San José del Refugio cercano a la población de Villa de los Patos. El joven militar acudió a la casa donde se encontraba su amada para informarla que tenía que ir a la batalla, pero que regresaría para casarse como tenían planeado. Le dijo que no tenía por qué preocuparse que acudiría puntual a la cita y cumpliría con su promesa, para ser felices toda la vida. La mujer lloró mucho por la partida de su novio, pero se resignó porque sabía que era militar y debía cumplir con sus obligaciones.La inconsolable novia

Pero quiso la mala fortuna que el joven muriese en combate, lo cual obviamente le impidió cumplir con la palabra dada. Mientras el novio moría desangrado por una bala que le perforó el corazón, la joven se alistaba para la boda y se ponía su hermoso traje blanco la mar de feliz.

Al enterarse por los padrinos de boda de la muerte de su prometido, la chica se volvió completamente loca, y en su locura salía por las calles de la población a caminar sin rumbo durante horas y horas. Se la veía salir de la iglesia de San Francisco de Asís, para regresar a la casa de los padrinos donde había sido depositada. Esto ocurría todos los días.

Así estuvo la infortunada mujer durante muchos años, hasta que la muerte, misericordiosamente, se la llevó. Pero el espíritu de la muchacha continuó paseando por las calles y habitando la casa de los padrinos de boda donde había sido depositada, en espera del regreso del difunto.

Espantados, los padrinos dejaron la casa, porque le tenían miedo al fantasma de la desdichada novia, cuyas apariciones eran en verdad muy incómodas y llenaban de miedo a todos los habitantes de la casona. Sin embargo, pasados muchos años, los que iban a ser los suegros de la novia decidieron adquirir la casa embrujada y alquilarla. No tenían miedo de la pobre loca. Vivieron en ella muchos años, conviviendo con el fantasma vestido de blanco que paseaba por toda la casa, desde la sala hasta el granero, clamando por la llegada del novio que no pudo acudir a la cita matrimonial.

Hasta la fecha en tal casa se puede ver a la joven desolada flotando por la casa, pues sus pies nunca tocan el suelo, luciendo su hermoso traja blanco de encajes, un ramo de flores en las manos y un albeo chal que le cubre la cabeza y la cara. Cuando recorre toda la casa, se pierde en la oscuridad del patio trasero. ¡Tan fuerte fue su amor por el galán!

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chiapas Leyendas Cortas

El Negrito Come Carbón

En todo el estado de Chiapas y en especial en Huixtla, una pequeña ciudad de la región del Soconusco, se cuenta una interesante leyenda que hace referencia a El Tzipe, un niño pequeño negro que tiene la cualidad, o el defecto, de tener los pies al revés. No se sabe si es de raza negra o si está tan moreno por andarse comiendo los carbones de los hornos de pan de las panaderías que son sus delicias y siempre se los anda robando.

El Tzipe es sumamente travieso, siempre anda molestando a los animales y a las personas con sus maldades. Por ser tan travieso, las personas siempre lo están persiguiendo. Es difícil apresarlo, pero si alguien lo logra, inmediatamente se convierte en un puñado de basura, que se quema con la intención de que el niño negro desaparezca. Pero es inútil porque vuelve a aparecer por donde le da la gana.

A  El Tzipe le encanta jugar con otros niños y aventarles piedritas a las muchachitas jóvenes cuando están dormidas, para despertarlas. Pero eso sí, nunca las lastima, sino al contrario, a aquellas a quienes se les aparece el niño terminan con sus tareas hogareñas muy pronto, porque él las ayuda.

El Negrito Come Carbón o Tzipe

Un señor natural de Huixtla cuenta que vivía cerca del panteón, y para llegar a su casa después de trabajar debía cruzar El Chichal, una calle que tiene árboles frutales. En una ocasión se le hizo más tarde que de costumbre y a las once de la noche se encontraba en El Chichal. Le dio miedo, pues en esa zona, sin luz ni casas, se asegura que se aparecen los espantos. El señor se armó de valor y siguió avanzando en su bicicleta que era su medio de transporte usual.

Cuando iba a la mitad del paraje, que en realidad es solamente una cuadra en la ciudad, sintió que la bicicleta andaba más lentamente y que a él le costaba más trabajo pedalear que de costumbre. En un momento dado sintió las manos de alguien que se apoyaban en sus hombros. Volteó a ver quién era y ¡Oh, sorpresa El Tzipe estaba montado en los “diablitos” de la bicicleta! En cuanto vio los grandísimos ojos del niño negro, y sus dientes tan blancos como la leche que asomaban entre sus grandes labios, todo su cuerpo empezó a temblar incontrolablemente y un terrible miedo lo invadió.

Al salir de El Chichal, sintió que se bicicleta su volvía más ligera, volteó de nuevo a ver al Tzipe y se dio cuenta de que ya no estaba en la bici. El pobre señor del susto cayó enfermo con fiebre toda una semana, y desde entonces nunca más llegó tarde a su casa, ¡no fuera a ser que se le volviera a aparecer el Tzipe, el negrito come carbón.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chiapas Leyendas Cortas

Chepa

Panchito, o el niño Paco como le decían sus allegados, era un joven rico da familia que se creía aristocrática. Cierta noche, en una fiesta conoció a una hermosa muchacha que vivía en el Barrio de Colón, en Tuxtla, Chiapas, su nombre era Josefa, pero todos sus amigos y familiares la nombraban Chepa de cariño.

Desde que la vio Panchito quedó prendado de la joven y empezó a rondar el barrio donde vivía con el propósito de encontrarla. Cuando Chepa iba al Río Sabinal por agua, la seguía, y muchas veces le cargaba el cántaro con el cual la muchacha se abastecía del líquido. Nunca llegaba Paco a la puerta de la casa de ella, ya que los padres estaban ajenos al incipiente idilio, así como los progenitores de Panchito estaban escandalizados por el interés que su hijo le prestaba a Chepa, a quien consideraban de baja categoría. Paco inventaba que iba al colegio para poder entrevistarse con la niña.

Chepa era una damisela ardiente y siempre le estaba insistiendo al galán que la llevara a algún sitio donde pudieran estar a solas y gozar de sus quereres. Ante tanta insistencia Paco aceptó y la dijo que la iba a llevar a algún sitio donde pudieran vivir en paz su amor. Entonces Chepa la comunicó que conocía una cueva donde podrían vivir sin ser molestados por sus padres, y donde podrían formar un hogar para ellos solos.La famosa Cueva de Chepa

Panchito aceptó y le dijo a su amada que estaba dispuesto a complacerla, que al otro día la pasaría a recoger, que solamente iría a su casa por su ropa. Y cumplió lo prometido, pues se presentó en la casa de Chepa tal y como habían quedado.

La pareja se puso en camino hacia la cueva que habrían de habitar, y ni lentos ni perezosos dieron rienda suelta a su amor carnal. Mientras tanto, los padres de los enamorados, al no verlos regresar a casa, se preocuparon mucho pensando en que podían estar muertos o heridos en algún barranco. Sin embargo, varias personas se habían dado cuenta que los jóvenes se habían escapado de casa con unos bultos de ropa y que se habían dirigido hacia el Río Sabinal.

Los padres y varios vecinos se dieron a la tarea de buscarlos. Cuando se encontraban cerca de la cueva vieron a Panchito caminando solo y le observaron hasta que llegó a su casa. No dijo nada de lo que había hecho en su fuga ni mencionó a la muchacha. Chepa se había quedado en la cueva esperando el regreso de su amante, quien no les dijo nada a los padres acerca de donde se encontraba su hija escondida.

Mientras tanto, Chepa esperaba impaciente el regreso de Panchito. Pasaron varios días, la desilusionada mujer se alimentaba de frutos del campo y de hierbas, pero era una alimentación insuficiente y pronto se debilitó. Pasado un mes, la pobre chica murió de hambre y de dolor al confirmar que su enamorado nunca más volvería y que solamente la había utilizado como objeto sexual, sin jamás haberla querido de verdad.

Dos meses después, los padres de Chepa, que no habían cejado en su empeño de encontrarla, la descubrieron muerta en la cueva, su cuerpo era puros huesos y pellejo. Desde entonces, la cueva lleva el nombre de La Cueva de la Chepa, en honor a la pobre niña engañada por el canalla de Paco.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Tabasco

El Látigo

Tabasco es un estado de la República Mexicana que se encuentra en la región sureste del país. Fue fundado el 7 de febrero de 1824 y su capital es Villahermosa. El nombre de Tabasco proviene de Tabscoob, como se llamaba el cacique indígena que gobernaba la región cuando arribaron los conquistadores españoles en 1518.

Este bello estado, como todos los estados que conforman nuestro país, cuenta con una rica tradición oral. Entre sus mitos, cuentos y demás expresiones del folklore, existe una leyenda que se ha trasmitido de boca en boca.

Dicha leyenda nos narra que hace ya muchos años, en la Plazuela de la Concepción, en una hermosa casa de piedra, vivía una mujer a la que se conocía con el nombre de doña Beltrana. Se trataba de una mujer robusta, buena y muy piadosa, que cuidaba mucho de su reputación y del qué dirán. Acudía a misa todos los días y destacaba por ser devota.

El Látigo que se convirtió en serpiente

Doña Beltrana tenía una hija, María Violeta, que pudiera decirse que era todo lo contrario de su madre: veleidosa, grosera, impía y, sobre todo, ligera de cascos. Le gustaban muchos los hombres y se acostaba con ellos sin discriminación. Como era una joven muy bella – rubia, delgada de piel como la nata y ojos verdes-, no le faltaban pretendientes. Todas las noches se escapaba por la ventana de la sala que daba a la calle y buscaba pareja para darle vuelo a la hilacha. Cuando regresaba a su casa, doña Beltrana la esperaba con un largo látigo que empleaba para azotarla, con la esperanza de que cambiara su lasciva conducta, pero esto no sucedía. La madre estaba desesperada.

Una cierta noche, María Violeta regresó a su casa y trepando por la ventana se introdujo en ella. En esta ocasión la bella ninfómana no había podido encontrar a nadie con quien retozar y satisfacer sus apetitos sexuales; de tal manera que estaba furiosa y muy nerviosa. Cuando la señora de la casa la vio entrar, cogió el famoso látigo dispuesta a castigarla una vez más; pero María Violeta, enardecida como estaba, empujó a su madre, le quitó el látigo y empezó a darle tremendos latigazos a los que la pobre mujer respondía con gritos de dolor y cara de estupefacción ante el atrevimiento de su malvada hija.

En esas estaban cuando, ante el temor y el azoro de ambas mujeres, el látigo se convirtió en una grandísima serpiente roja de cerca de seis metros que enseguida se enroscó en el delgado cuerpo de María Violeta y la trituró rompiéndole todos los huesos y convirtiendo su carne en una masa amorfa y sanguinolenta.

Una vez que la chica estuvo muerta, como es de suponer, la terrible y vengativa serpiente salió de la casona y se dirigió hacia el Río Grijalva en el cual se sumergió. Fue un suceso terrible que nadie se explicaba, doña Beltrana alegaba que era obra de la Divina Providencia como castigo de las acciones lujuriosas que su hija, María Victoria, cometía día con día, y por haberle levantado la mano a su madre para darle de latigazos. A otros la mano solamente se les seca.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Campeche Leyendas Cortas

«Santo Cristo de San Román, nadie puede herirte»

La Villa de Campeche, actual San Francisco de Campeche, capital del estado del mismo nombre, ubicada a orillas del Golfo de México y cuyo nombre original fuera Kaan Peech que significa en lengua maya “lugar de serpientes y garrapatas, por su cercanía con el mar se convirtió en uno de los puertos más importantes del virreinato, así como por su tráfico comercial hacia España. Razón por la cual fue continuamente acosada por piratas, tales como Jean Lafitte, Francis Drake, Laurens de Graaf, Henry Morgan y otros más. Es por ello que se convirtió de una ciudad fortificada, pues debía defenderse de los continuos ataques de los malhechores piratas.

Según nos cuenta la leyenda, en la ciudad de Campeche nació un famoso pirata conocido con el nombre de Román, quien pertenecía a la banda de Laurens de Graaf, popularmente conocido con el nombre de Lorencillo. Román había nacido dentro de una familia ilustre y rica a la cual había abandonado para seguir sus malos instintos y volverse pirata, por cierto, muy sanguinario y feroz.

Un cierto día, después de haber participado en el asalto a un barco en alta mar, sintió una repentina nostalgia por su ciudad de Campeche, y como la banda de piratas se encontraba en temporada de descanso, decidió darse una vuelta por sus lares. Emprendió el viaje y llegó a su ciudad natal. Al arribar se acordó de la imagen del Cristo Negro de San Román, que se encontraba en el templo de la ciudad y decidió hacerle una visita, no tanto piadosa como interesada.

Por la noche se introdujo, silenciosamente, en la iglesia para quitarle al Cristo todas las joyas que pendían de su ropa. Román se subió al altar cuchillo en mano, pero cuando se encontraba cerca de la imagen, el ladrón observó la cara compungida del Cristo y sintió vergüenza de su acción. Quiso bajarse del altar y huir; cuando iba huyendo a la carrera el cuchillo se le cayó de la mano y el ruido que produjo despertó a los frailes que dormían en el convento de la iglesia. El pirata levantó del suelo su arma y salió del templo por un cercano callejón que le conduciría al mar para poderse embarcar.El Cristo Negro de San Román.

Pasaron algunos años, y Román convertido en un hombre rico gracias a sus fechorías, arrepentido de su deplorable comportamiento de pirata, decidió regresar a su natal Campeche. Al llegar lo primero que hizo fue dirigirse al Templo de San Román por el mismo callejón por el cual había huido años atrás. Ante el altar del Cristo, el ex pirata le ofreció todas sus joyas mal habidas. Y como suprema prueba de su arrepentimiento, colocó a los pies de la imagen el cuchillo con el que anteriormente quería destruirle. El puñal había sido modificado y estaba cubierto de oro de la mejor calidad; además, ostentaba una inscripción que decía: “Santo Cristo de San Román, nadie puede herirte.” Así fue como Román terminó siendo un hombre respetable y personado por Jesús.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Durango Leyendas Cortas Leyendas Urbanas de Terror

La patada

En las postrimerías del siglo XIX, vivía en la Calle de la Pendiente Verónica Herrera, joven linajuda de dieciocho años comprometida con Ramón Leal del Campo, caballero emparentado con el conde de Súchil. Toda la sociedad durangueña estaba emocionada con la próxima boda de la pareja. Las jóvenes se habían apresurado a encargar hermosos y caros vestidos para la ocasión, y la madre de la novia había preparado una lista de complicados y exquisitos platillos que brindaría a los invitados. Las bebidas eran de lo más exquisito y selecto. La casa había sido arreglada con todo esmero para la ocasión. Verónica encargó un bello y suntuoso traje de novia a la costurera más famosa de la ciudad de Durango.

La boda tendría lugar el 5 de noviembre.  El día 2 Verónica, su familia y un grupo de amigas acudieron al Panteón de Oriente a rendir tributo a los muertos y ver las ofrendas. Sin embargo, la novia no pensaba sino en su próxima boda y no le importaba para nada el tan sagrado día. Ese día de casualidad la chica se encontró una calavera junto a un sepulcro, y Verónica al verla le dio una tremenda patada al tiempo que le decía: – ¡Te espero en mi boda! ¡No vayas a faltar! Este acto irrespetuoso fue observado por algunas personas.

Por fin llegó el 5 de noviembre. La novia vestida con la ayuda de sus amigas, estaba esplendorosa y bella. En la iglesia se escuchaba la música de órgano y todo estaba elegante y listo para la ceremonia. Los novios se encontraban hincados frente al altar escuchando al cura decir su tradicional discurso que a todos hizo llorar de emoción.

La calavera pateada

En la primera fila de los bancos, se encontraba un pálido caballero vestido todo de negro. Pero su traje, cara y cabellos presentaban algo de polvo blanco. Todos le miraban y sentían un inesperado miedo, a la vez que respeto. El misterioso hombre se mantuvo hincado durante toda la ceremonia, Cuando ésta terminó, el hombre de negro se acercó a los novios y los felicitó.

Cuando los recién casados llegaron a la casa donde se celebraría el ágape, se dieron cuenta de que entre los invitados estaba el hombre de negro polvoriento. La orquesta de músicos empezó a tocar un vals: la novia bailó con su suegro y el novio con su suegra. Después, amigos y familiares se turnaban para bailar con la recién casada.

De pronto, el misterioso hombre de negro tomó la mano de la muchacha y danzó con ella. Al segundo le preguntó: – ¿No me reconoces? ¡Soy tu invitado! Ante estas palabras Verónica hacía esfuerzos por recordar el rostro de hombre, pero no lograba dar con su identidad. Le respondió: -Usted me disculpara, pero no sé quién es. A lo que el hombre respondió: -Hace tres días me invitaste a tu boda y me dijiste que no faltara! En ese mismo momento y ante el pasmo y terror de todos los invitados, el hombre de negro se transformó en una horrenda calavera. Verónica cayó al suelo muerta: el corazón se la había parado de la terrible impresión. Muy caro pagó la joven novia el haberse burlado de los muertos en el panteón al haberle propinado una irrespetuosa patada a uno de los difuntos.

Aún ahora, después de haber transcurrido tantísimos años de la muerte de la pobre Verónica, se puede ver en la casona de los Herrera a una pobre mujer que danza en el gran salón de fiestas vestida con un albo y suntuoso traje de novia.

Sonia Iglesias y Cabrera.

 

 

 

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Jalisco Leyendas Cortas

Un brebaje fatal

En el año de 1708, vivía en Santa María de los Lagos, Jalisco, una bella joven mestiza llamada Francisca de Orozco. Su padre había sido un rico español y su madre una pobre india de la región. Todos los días acudía al Templo de la Asunción a oír misa, pues era devota.

En una ocasión en que se encontraba parada en el atrio de la iglesia una mujer española, rica y de alcurnia, se detuvo frente a ella y a voz en cuello la empezó a insultar acusándola de haber asesinado a una de sus criadas por medio de sus artes de hechicera.

Desde ese momento Francisca odio con toda su alma a la mujer que llevaba el nombre de San Juana de Isasi, y deseó vengarse lo más pronto posible de sus acusaciones. Y efectivamente, la joven mestiza sabía mucho de hechicería gracias a su madre que le había enseñado desde pequeña las artes de la brujería.Los granos de ololiuhqui

Un día, cuando se encontraba en su humilde casa, Francisca se puso a preparar una sustancia con la yerba llamada ololinque (ololiuhqui), a la cual también se le daban los nombres de Planta Sagrada y Hierba de la Culebra. Cabe mencionar que la tal planta estaba prohibida por la Santa Inquisición, ya que se le consideraba una planta demoníaca, por sus terribles efectos alucinógenos.

Francisca tenía mucho cuidado en la preparación de los menjurjes que preparaba con la hierba. Ya que terminó de elaborar el fatal brebaje empleando para ello nueve de sus granos, se lo entregó a Mariana, su amiga africana quien trabajaba como esclava en la casa de San Juana. Ella era la encargada de llevarle los alimentos a su ama, y como ésta la trataba de lo más mal, también la odiaba tanto como su amiga mestiza.

A la hora de la comida, Mariana puso parte del brebaje en el postre de leche de su ama, a quien le gustaba mucho y aun repitió ración. En seguida, la dama española arrojó espuma por la boca, el rostro se le llenó de sangre y corría desesperada por toda la casa al tiempo que repetía: – ¡Francisca, Francisca Orozco!

Mientras esto acontecía, la joven mestiza observaba a la española desde el huerto de la casa convertida en un gran tecolote. En un momento dado, Francisca-Lechuza se llevó en sus garras el cuerpo sin vida de la infeliz y malvada mujer, y dejó colgando en una rama su par de ojos azules.

Francisca había cumplido su venganza. Sin embargo, al día siguiente los familiares de la Santa Inquisición llegaron a la choza de la mujer y se la llevaron. Después de torturarla por varios días, la chica fue quemada en una hoguera en la plaza de la pequeña ciudad de Santa María de los Lagos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas San Luis Potosí

Silbidos mortales

Existe en Cerro Prieto, San Luis Potosí, una leyenda acerca de los llamados alicantes. Cerro Prieto es una localidad que se encuentra en el Municipio de Mexquitic de Carmona de no muchos habitantes, tan sólo un poco más de quinientos. Los alicantes, que también pueden conocerse como cencuates, son unas víboras que han dado lugar a muchas leyendas tanto en México como en España. Se dice que algunos alicates son muy grandes, y pueden producir una espacie de silbido muy parecido a los silbidos del hombre. Además, les encanta beberse la leche de las vacas a las cuales hipnotizan con sus silbidos para luego chuparles las ubres.

Por otra parte, los famosos alicantes son muy enamorados. Hecho que ha dado lugar a una leyenda que narra la historia de un matrimonio que vivía en un pequeño rancho situado en Obregón. El marido trabajaba en el campo por lo que acostumbraba dejar su casa desde muy temprano para acudir a su parcela, y siempre le decía a su esposa que no se olvidase de llevarle el almuerzo a la milpa.

El terrible alicante

Sin embargo, en cierta ocasión cuando el marido le recordó lo del almuerzo, la mujer se negó y no quiso llevarle la comida. El hombre, enojado por la negativa, le pegó a la pobre señora. Ya que la hubo castigado, le preguntó la razón por la cual no quería llevarle los alimentos a la milpa, Entonces, la mujer llorando de dolor y de rabia, le contestó que le daba miedo porque cuando pasaba por la nopalera escuchaba unos silbidos y pensaba que un mal hombre estaba escondido por los arbolitos y la espiaba para aprovecharse de ella.

El señor se escamó, y en seguida pensó que se trataba de un fulano que estaba tratando de conquistar a su esposa. Le dijo a ésta que le llevara el almuerzo y que él estaría vigilando. Y efectivamente, el hombre se escondió y se puso a vigilar el lugar de la nopalera a ver qué era lo que sucedía.

Al poco rato escuchó unos silbidos de hombre, se puso alerta y enojado ante tal atrevimiento, pues creyó que se trataba de algún merodeador que intentaba tener relaciones con su esposa, si es que no las tenían ya, pues era un tipo malicioso y mal pensado. Salió de su escondite y se dirigió a la nopalera para ver de quién se trataba y matarlo, y de paso a su esposa si es que era su amante. Pero, ¡oh, sorpresa! Lo que encontró fue el cadáver de su mujer a la que un alicante había ahorcado sin clemencia. En ese momento vio meterse a la víbora por la boca de su señora y luego salir por abajo, por su vagina.

El campesino quedó traumado y siempre se reprochó el haber dudado de su querida esposa y hasta de haberle pegado. ¡Los dos fueron víctimas del terrible alicante!

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas de Terror Michoacán

Otilia no tuvo «caballitos»

En el pueblo de Cuanajo, en el estado de Michoacán, vivía un matrimonio que contaba con una hija pequeña llamada Otilia. De repente la niña murió y los padres estaban desconsoladas ante tan terrible tragedia. A los cuatro meses de haber muerto Catalina, Llegó el Día de Muertos. Doña anastasia, la madre de la difuntita, le dijo a su marido, Pedro, que era necesario que preparara los tamales para los que se  iban a llevar  los Caballitos de las ofrendas de las casas en que vivían, – en este caso la pequeña difuntita- y que necesitaba leña para los fogones.

Un día antes del día de la celebración de los difuntos, Pedro se fue al cerro en busca de la madera que necesitaría su esposa para preparar los ricos tamales que Catalina colocaría en la ofrenda dedicada a su hijita. Pensaba llevar la leña a su mujer que regresar al cerro para quedarse varios días ahí, pues no le apetecía ver a tantas personas en su casa en ese día tan triste.

Pero cuando se encontraba en las proximidades del panteón, ya cerca del cerro, una gran rama le cayó encima y le dejó atrapado no permitiéndole hacer ningún movimiento para zafarse. Cansado de sus numerosos esfuerzos por salir del atolladero, se resignó a esperar que pasara alguien que le ayudase a salir del problema quitándola la rama de encima.

Pasaron el día y la tarde, ya empezaba a anochecer, cuando escuchó que un grupo de personas se acercaba hacia donde se encontraba. Escuchaba los sonidos que producían los cascos de los caballos y las voces de las personas que parecían muy felices. Se dio cuenta que la gente estaba de regreso s sus casas con los caballitos de madera plenos de flores y de frutas.

Muchas de las personas que vio llevaban hasta seis caballos, otras solamente uno dos, y algunas se conformaban con recoger las fruta que se las caía a los que iban a la delantera y lloraban tristemente. Los caballitos contienen las ofrendas que las ánimas recogen del altar el Día de Muertos. Si llevan muchos caballitos es porque sus familiares se encargaron de poner un altar llena de rica comida, flores y cirios, e implica que sus familiares los recuerdan con amor. Si llevan pocas, indica que la ofrenda no era tan rica. Y aquellos que van recogiendo lo que a las ánimas se les caen, están triste porque su familia no les puso ofrenda ni les recuerdan como debe ser, con amor.

Con tristeza y remordimiento, desde el suelo donde se encontraba atrapado Pedro vio a su hijita recogiendo frutas y llorando silenciosamente porque su madre no le había preparado ofrenda y creyendo que sus padres la habían olvidado.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Veracruz

El hombre que no respetaba las tradiciones

En Rancho Nuevo, un antiguo pueblo de la Huasteca Veracruzana, vivía una señora llamada Dominga, muy respetuosa de su marido y de los deberes conyugales. Estaba casada con un señor que respondía al nombre de Abundio Saavedra, quien no era muy partidario de seguir las tradiciones y costumbres de su comunidad. Ambos eran padres de Irene, una muchacha muy bella a quien no le faltaban enamorados que admirasen sus bellos ojos verdes los cuales destacaban en su piel color miel.

El Día de Muertos el señor le ordenó a su esposa que no pusiese altar de muertos para sus parientes en la casa o en el panteón, porque consideraba que los difuntos no podían regresar a comer absolutamente nada. Al día siguiente cuando se dirigía su milpa a trabajar vio en el cementerio a muchos muertitos que disfrutaban la comida que sus familiares les habían colocado en la ofrenda. Y también observó a un hombre y a una mujer viejos que se retorcían de dolor porque llevaban una vela prendida en la espalda. Cuando se fijó bien se dio cuenta que esa pareja eran sus padres que lo miraban con enojo y reproche ya que no tenían nada que comer en ese día en que los muertos regresan a la Tierra para comerse la esencia de los alimentos que se les ofrendan.El Altar de Muertos y la Ofrenda

En ese momento el hombre lleno de miedo y de arrepentimiento por su mala acción, dio la media vuelta y se dirigió corriendo a su casa. Cuando llegó llamó a gritos a su mujer y le ordenó que matase a un puerco para hacer unos buenos tamales. Compró cirios. Imágenes y cohetes; alquiló músicos jaraneros para que tocaran al día siguiente en la tumba de sus padres que se encontraban en el Panteón de San Juan. Ya que terminó con los preparativos destinados a sus padres le dijo a Dominga que estaba muy cansado y muy triste, que tenía muchas ganas de llorar y que se iba a dormir porque tenía mucho sueño. Se durmió en un catre que se encontraba en al patio.

Pasadas dos horas, Dominga le dijo a su hija que fuera a traer a su padre, para que cenará chicarrones y tamales que estaban deliciosos. Al llegar la chica al patio y acercarse al catre, vio que su padre estaba muerto, rígido, y en la cara presentaba una terrible mueca de terror, tal cual si hubiese visto al Diablo. La joven se puso a gritar como desesperada. Los habitantes del pueblo se conmovieron ante tal tragedia y se dieron cuenta de que Abundio había programado su muerte y su propia ofrenda sin saberlo él mismo.

Desde ese terrible día, la madre y la hija se dedicaron con mucho fervor a la religión, e iban por todos los pueblos de la región celebrando las fiestas religiosas de los santos patronos y honrando a los muertos en sus funerales, en el panteón y en las ofrendas de muertos.

Sonia Iglesias y Cabrera