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Dos cruces legendarias

Cuando hablamos de la “cruz” nos referimos a un símbolo de carácter universal, que se ha presentado en casi todas las culturas del mundo, y por supuesto, con diferentes significados y connotaciones simbólicas. Se le considera como el tercero de los cuatro símbolos fundamentales, junto con el centro, el círculo y el cuadrado. Como diría G. de Champeaux, en su magnífico libro Introduction aux monde des symboles: Establece una relación entre los otros tres, por la intersección de sus dos rectas que coinciden en el centro abre éste al exterior; se inscribe en el círculo y lo divide en cuatro segmentos; engendra el cuadrado y el triángulo, cuando sus extremidades se entrelazan con cuatro rectas. La simbólica más compleja deriva de estas simples observaciones: ellas han dado lugar al lenguaje más rico y más universal. Como el cuadrado, la cruz simboliza la Tierra; pero expresa sus aspectos intermediarios, dinámicos y sutiles. La simbólica del cuatro se liga en gran parte a la de la cruz, pero sobre todo cuando designa un cierto juego de relaciones en el interior del cuatro y del cuadrado. La cruz es la más totalizante de los símbolos. Veamos ahora lo que ha significado legendariamente la cruz para los mayas y los mexicas.

La Cruz Maya. Para los antiguos mayas el icono de la cruz representaba el eje del mundo, el árbol del mundo. Es una cruz que representa a la Vida y a la Muerte, la concepción dual, en ella se integran todos los elementos cosmológicos de los mayas, quienes pensaban que el universo estaba constituido en varios niveles: el Cielo, que comprendía trece partes superpuestas; en él vivían los Oaxlahuntikú. Después estaba la Tierra, el lugar donde habitaban los hombres, y debajo de ella, se encontraba el Inframundo con nueve estratos que albergaban a los bolontikú. Estos planos del universo seguía cuatro direcciones asociadas con un determinado color, Así había: el oriente rojo, el blanco norte, el negro oeste, y el rojo este; a más del Árbol del Mundo en la parte central. Así pues, la Cruz Maya de la Vida y de la Muerte, se relaciona estrechamente con el origen mítico, con la cosmología y con la cosmografía de los mayas antiguos y aun modernos.

La hermosa Cruz Maya

La Cruz Mexica. A esta cruz la encontramos, principalmente, formando parte del llamado Calendario Azteca o Piedra Solar, disco basáltico con inscripciones en las que se relata la cosmogonía de la cultura de los mexicas. La Piedra tiene 3,60 metros de diámetro y 122 centímetros de grosos. Su peso es de 24 toneladas. En el centro de dicha Piedra se encuentra el dios del Sol Tonatiuh, dentro del jeroglífico ollin, movimiento, el cual tiene la forma de una cruz. Cada brazo de la cruz, representa a una de las cuatro eras o soles, por la que ha pasado la creación del mundo antes de llegar al actual, que conocemos como el Quinto Sol. Los brazos de la cruz son del mismo tamaño y cuadrados. En el brazo superior de la derecha, se encuentre el día 4 Jaguar, que fue el momento en que terminó la primera era, misma que duró 676 años, y la cual diera fin a causa de monstruos que salieron a la tierra y mataron a las personas. Este brazo representa el elemento Tierra. En el brazo que queda a la izquierda está el jeroglífico 4 Viento, el cual representa los huracanes que, después de 364 años, asolaron a la Tierra, y convirtieron a los hombres en monos. El brazo inferior izquierdo, 4 Lluvia, representa a la era que terminó debido a una lluvia de fuego, elemento al que representa; en este sol algunos hombres murieron y otros se volvieron guajolotes. Su duración fue de 312 años. El brazo inferior derecho, 4 Agua, tuvo una duración de 676 años, mismos que terminaron a causa de torrentes de agua, Los hombres que no murieron se convirtieron en peces. Entre los signos de los brazos, las eras, se encuentran los signos de los puntos cardinales: 1 Pedernal, 1 Lluvia, Xiuhuitzolli (signo heráldico), y 7 Mono; o lo que es igual norte, sur, este y oeste, respectivamente. La cruz representa la totalidad del mundo.

 Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

 

 

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Ciudad de México Leyendas Cortas

El Portugués

En el año de 1556, vivía en la Ciudad de México un matrimonio de españoles. Al poco tiempo de establecidos, tuvieron una hija sumamente hermosa. Era blanca y rubia. Un sacerdote, amigo íntimo de la familia, fue el encargado de bautizarla. La pequeña creció, y al llegar a la adolescencia su belleza se había incrementado. Pero la mala fortuna quiso que sus padres muriesen en un terrible accidente. El sacerdote que la había bautizado, al verla desamparada se hizo cargo de ella. La jovencita lo consideraba como a su padrino.

Al ir creciendo la joven se volvía cada vez más bella y deseada. Razón por la cual contaba con un gran número de pretendientes. Un joven portugués que llegó a la Nueva España huyendo de las deudas de juego y de los acreedores que lo acosaban, conoció a la muchacha y se enamoró de ella. La cortejó en seguida, pero el fraile que la cuidaba no estaba de acuerdo en ello, pues se había enterado que en Portugal el galán había dejado a su familia sin avisar a dónde se iba, y además, ya en la Ciudad de México solía frecuentar por la noche antros de mala reputación donde se emborrachaba, jugaba y se divertía con mujeres de la vida fácil. El sacerdote padrino le prohibió a la ahijada cual trato con ese rufián de mala muerte.

Al enterarse de la prohibición, el joven le pidió a la bella que se fugase con él. Ella aceptó. La noche en que iban a huir, llegó el padrino y empezó a discutir con el tarambana a la puerta de la casa. Entonces éste sacó un puñal y se lo clavó en la cabeza al clérigo, quien murió instantáneamente. Arrojó el cadáver al río y huyó para el Perú.

Tres años después, el asesino regresó a la Ciudad de México y quiso contactar a su antigua novia, más movido por sus riquezas que por amor. Pero para llegar a la casa de la mujer, debía pasar por un puente que estaba sobre el río donde había arrojado al fraile. Decidido a llegar a la casa subió al puente y cuando ya casi terminaba de cruzarlo, se le apareció un horrendo cadáver en estado de putrefacción y vestido con desgarrados hábitos de fraile. Asustadísimo, el jugador trató de quitarse la mano que le aferraba la garganta sin lograrlo.

Al día siguiente, los vecinos encontraron en el puente al cadáver del portugués y sobre de él el blanco esqueleto del sacerdote con un puñal incrustado en la cabeza y que tenía grabadas las iniciales de su asesino en el mango.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

 

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Leyendas Cortas Michoacán

¡Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa!

El Volcán de los Espinos se encuentra en el estado de Michoacán,  en el interior de su cráter tiene un lago, al cual se le suele llamar Alberca de los Espinos. Este remanso de agua cuenta con una leyenda muy antigua en la que se nos narra que en tiempos pasados el volcán estaba consagrado al dios del agua Tiripeme Curicaveri. A él acudían las mujeres indígenas para bañarse y lavar la ropa.

A la llegada de los españoles conquistadores, los frailes franciscanos emprendieron su tarea evangelizadora entre los indios purépecha, y mientras más adeptos ganaban para la religión católica, más enojado se ponía el Diablo. Estaba tan furioso en Chamuco que  cada vez que las mujeres acudían al cráter para cumplir con sus faenas agitaba el agua con tanta fuerza que el agua se salía de su cauce y se levantaban enormes olas que cubrían las paredes del cono volcánico.

Este hecho asustaba muchísimo a las mujeres que salían corriendo del cráter por temor a morir ahogadas. Y si volteaban la cabeza mientras iban huyendo, podían ver en medio del lago la cabeza extraordinariamente fea y maligna del Diablo. Sus cuernos eran enormes, su cara roja y sus carcajadas semejaban estruendosos truenos que ponían los pelos de punta.

La Alberca de los Espinos

Mucha de las indígenas murieron ahogadas por las maldades del siniestro personaje.

Tan desesperados estaban los purépechas que decidieron acudir a fray Jacobo Daciano, misionero danés que Carlos V Había enviado a la Nueva España, que vivía en Zacapu y era defensor de los indios. Cuando los escuchó el padre, y después de meditar lo que había que hacer, les comunicó a los solicitantes que era necesario bautizar el agua. El fraile preparó lo conveniente para la ceremonia, y el 15 de octubre de 1550 subió hasta lo alto del cerro. Las aguas verdosas estaban quietas, había sol y se escuchaba el suave rumor del viento. Fray Jacobo alzó la mano en la que portaba una cruz y dio inicio a la ceremonia del bautismo observado por todos los habitantes de la comunidad.

Cuando el fraile arrojó el agua bendita al cráter se levantó un gigantesco remolino acompañado de un fuerte viento. Inmediatamente el Diablo salió huyendo y maldiciendo al clérigo que se atrevía a sacarlo. Pero nada detuvo al santo varón, quien pronunció las siguientes palabras: ¡Yo te bautizo con el nombre de Santa Teresa!

Todo volvió a la normalidad, y desde entonces en la fecha mencionada se lleva a cabo una fiesta todos los años.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Puebla

Dos Santos Niños legendarios

El Santo Niño de las Suertes: “Tú que estás lleno de benignidad y clemencia/ escúchame te lo ruego” (Oración)

Cuenta la leyenda que a principios del siglo XIX se les apareció a dos misioneros que vivían por el rumbo de Tlalpan, Distrito Federal, un bebé de escasos cuatro meses de edad. Al tomarlo en sus brazos se les convirtió en una escultura de gran belleza, de posición recostada, y con los bracitos apoyados sobre una calavera, en señal de su victoria sobre la muerte. En el mismo lugar donde apareció el Niño, brotó un manantial que llevó el nombre de Ojo del Niño.

Es sabido que cuando se va a visitar al Santo Niño de las Suertes al Convento de San Bernardo de monjas concepcionistas, donde vive, se le debe llevar un juguete, pues acostumbra por las noches bajarse de su nicho a jugar con sus obsequios. Sus regalos se multiplican el día de su fiesta el segundo domingo del mes de enero, cuando las monjas lo engalanan con esmero. Se le considera un Niño muy milagroso, siempre y cuando se le agasaje con juguetes.

El famoso Santo Niño de las Suertes

El Santo Niño Cieguito: “Niño cieguito, niño cieguito/¡Mi andarieguito!” (Oración)

La historia del Santo Niño Cieguito del Templo de la Capuchinas en la Puebla de los Ángeles data del siglo XVIII, cuando, durante una tormenta, un loco descreído, que se había introducido al templo con el propósito de robar,  arrebató al Niño Jesús de los brazos de su madre la Virgen María, que se encontraba por aquel entonces en el Convento de la Merced de Morelia, Michoacán. Enfurecido porque el Santo Niño empezó a llorar, el demente le arrancó los brazos y las piernas. Al observar que el Niño seguía llorando de pena por el ultraje y la miseria humana, furioso al escuchar el lastimero llanto, el loco le arrancó los ojos con un punzón.

Ya cegado,  abandonó al santo Niño en la cima del cerro de Punhuato, sito al poniente de la Ciudad de Morelia, entre espinosas breñas y animales ponzoñosos. Poco después, las autoridades apresaron al ladrón, quien confesó su crimen y señaló el lugar donde había abandonado al Niño. Éste fue en seguida rescatado y llevado a su convento de origen. Tiempo después se le trasladó a Puebla, donde empezó a realizar favores, cumplir peticiones, y obrar milagros. Y si no lo cree, vaya al Templo de las Capuchinas.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Chihuahua Leyendas Cortas

La partera y el tesoro

Una leyenda de Chihuahua relata que en un pequeño poblado vivía en una pobre casa una señora que era partera. En toda la región de Papigochi la conocían y la respetaban por sus conocimientos. Un día, acudió a la casa de la mujer un grupo de apaches quienes se la llevaron por la fuerza. Después de cubrirle los ojos con un paliacate, la montaron en un caballo, la llevaron a un lugar que quedaba muy lejos de la casa en que vivía la mujer, y que se encontraba en lo alto de una montaña.

Al llegar a la cumbre, los apaches se metieron a una cueva y le quitaron la venda de los ojos a la partera. En seguida, ella vio a una muchacha joven que estaba en dificultades para dar a luz. Era la hija del jefe de la tribu, quien le ordenó a la mujer que la ayudara a parir. Después de un cierto tiempo la mujer dio a luz a un nene.

El Cerro de Miñaca en el estado de Chihuahua.

Toda la tribu de apaches estaba muy contenta por el nuevo nacimiento. Entonces, la mujer se dio cuenta que en la cueva –de grandes dimensiones- había un increíble tesoro: joyas, monedas, oro y muchas cosas más de mucho valor. En agradecimiento por haber ayudado a su hija a parir, el jefe le regaló a la mujer mucho oro y muchas monedas. A la partera la regresaron los indios a su casa sana y salva.

Nunca supo la mujer a dónde la habían llevado con exactitud, pero maliciaba que se trataba del Cerro de Miñaca que tiene una altura de 2,288 msnm, ya que es la única montaña que se encuentra en la región. Con el dinero que le entregó el jefe indio, la mujer pudo comprarse una buena casa, y además compró algunas cabezas de ganado que le permitieron vivir tranquilamente el resto de su vida.

Desde entonces, todos los habitantes de Chihuahua afirman que en el Cerro de Miñaca existe una caverna oculta en donde se encuentra el fabuloso tesoro que guardaban los indios apaches, desde hace muchos siglos. Muchas son las personas que acuden al cerro a buscar el tesoro con la esperanza de volverse ricos de la noche a la mañana. Sin embargo, hasta el día de hoy nadie ha podido dar con él.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Puebla

Los enanos carpinteros

Cuenta una extraña leyenda de Zacatlán de las Manzanas, Puebla,  que en el año de 1901, llegó a vivir al pueblo una familia de enanos, cuyos miembros se dedicaban a la carpintería. Se trataba da una familia muy feliz, que no se avergonzaba de su condición diferente y entre ellos todo era paz y armonía. Eran muy unidos y trabajaban con ahínco. Nadie sabía de dónde procedía la familia, pero como eran simpáticos y laboriosos, la comunidad los aceptó de inmediato.

Los enanos decidieron poner un taller de carpintería, donde empezaron a fabricar muebles y objetos muy hermosos. Y como sus trabajos eran bellos a la vez que muy bien acabados se hicieron de una buena clientela. Pero a pesar de haber sido bien aceptados por la comunidad no faltaban los muchachitos traviesos y mal educados – y uno que otro adulto- que se dedicaban a burlarse de ellos. Sin embargo, este hecho no hacía mella en la familia de enanos que se dedicaba a sus labores, tratando de no hacer caso a los discriminadores.

Conforma pasaba el tiempo, la familia carpintera más afianzaba sus relaciones con los habitantes del pueblo, las cuales llegaron a ser muy sólidos y respetuosas. Parte del dinero que los enanos ganaban con sus trabajos, lo ahorraban; hasta que llegó el día en que juntaron lo suficiente para comprarse una casa propia.

La Famosa Casa de los Enanos

Empezaron la edificación de la casa de sus sueños en un terreno muy bonito. La casa constaba de dos pisos, con ventanas, puertas y balcones que fueron la inmediata admiración de los pobladores de Zacatlan. La morada era chiquita, como debe de ser una casita para ennanos. En la parte posterior de la casa construyeron un huerto, donde sembraron muchas verduras y frutas que utilizaban para su autoconsumo y para la venta al menudeo.

El tiempo fue pasando y, poco a poca la familia de los enanos carpinteros se fue acabando, hasta no quedar nadie de ellos. Solamente la casa quedó en pie. Nadie supo qué pasó con ellos. Lo que la leyenda nos relata es que los enanos eran seres mágicos llegados de otro plano existencial. Sólo contaban con cierto número de años para vivir en este mundo. Al agotarse el término de los mismos, los enanos tuvieron que regresar al mágico mundo en que vivían antes de llegar a esta tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

 

 

 

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Amor eterno

Durante la época colonial llegó a la Ciudad de Valladolid, hoy Morelia, doña Martha Jimena de Montserrat, sobrina del virrey don Joaquín de Montserrat y Crüilles, para convalecer de una enfermedad larga y grave que había padecido. La condesa tenía fama de bondadosa y hermosa, y contaba con veinticinco años de edad. La recibieron en la Catedral de Morelia, y cuando el sacristán Pedro González y Domínguez la vio, se enamoró perdidamente de ella. Entonces, decidió escribirle una carta de amor. En una ocasión en que doña Martha fue a misa, el sacristán se cruzó con ella, la joven soltó su devocionario, Pedro la ayudó a recogerlo, e introdujo entre sus páginas la carta de amor que le había escrito.

La condesa leyó la carta con indiferencia. Cierto día en que la dama recibía la comunión en Catedral, vio al sacristán que lloraba de amor, y se conmovió ante la devoción que el muchacho sentía por ella. En ese momento Martha se dio cuenta que ella también le quería, y para indicarle a su enamorado que ella también lo amaba, depositó en el cesto de las limosnas un anillo de esmeraldas.

Pedro estaba feliz. Recibió una carta en donde la condesita le pedía que tuviera mucha prudencia en sus relaciones. Sus entrevistas amorosas tenían lugar en la Capilla de las Ánimas, siempre vigiladas por la dueña de Martha. Sus amores eran un secreto muy bien guardado, nadie se enteró de ellos. Ante la imposibilidad de realizar sus amores, la enamorada decidió ir a España para pedirle al rey que le diese un título al sacristán, que le permitiera casarse con él.

La Catedral de Morelia

Pasaron seis meses y la condesa no regresaba. Un día, el sacristán fue llamado al Puerto de Veracruz por un funcionario del rey. El joven acudió presto, suponiendo que le anunciarían el regreso de su novia. Pero en vez de ellos el servidor del rey le comunicó que Martha había muerto víctima de aquella antigua enfermedad, pero que él había sido nombrado intendente de Nueva Galicia. Pero Pedro no aceptó el cargo y regresó a Morelia, donde se pasaba los días llorando en la Capilla de las Ánimas de tanta tristeza que sentía por haber perdido lo que más amaba en el mundo.

El pobre enamorado enfermó y se envejeció rápidamente, según decían las personas a causa de una enfermedad que había contraído en Veracruz… pero la verdad es que Pedro murió de amor y desesperación por haber perdido a su dulce y bondadosa amada.

Desde entonces, la víspera del Día de Muertos se ve el fantasma de Pedro y de Martha abrazándose y jurándose amor eterno en la Capilla de las Ánimas.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Silvia

En la década de los años sesenta, en la Pérgola de los Mochis cada año se llevaba a cabo baile popular en el mes de diciembre, que animaba las bandas con su música de viento. En una ocasión unos jóvenes acudieron al baile y llevaron con ellos a otro que venía de México. Todos llevaban pareja menos el fuereño.

Cuando la fiesta se encontraba en su apogeo, el joven se fijó en una bellísima muchacha vestida de blanco. Se acercó a ella y la invitó a bailar. La joven accedió. Al estar bailando el muchacho se dio cuenta de que las manos y las mejillas de la chica estaban sumamente frías, lo cual le intrigó. En un momento dado la mujer de blanco le preguntó a su compañero de la baile la hora que era. Él le respondió que las doce, a lo que ella replicó que tenía que irse. Galante, la quiso acompañar a su casa, pero la bella le indicó que solamente hasta el pie de la escalinata que conducía a La Pérgola. Al ir bajando, el muchacho notó que la damita estaba temblando y le ofreció su saco para que se tapase, indicándole que al día siguiente lo recogería en su domicilio.

Y efectivamente, al otro día acudió a la casa de la joven quien le había proporcionado su dirección. Al llegar, tocó a la puerta y le abrió una señora de aspecto triste. El galán le preguntó por la muchacha y le explicó la causa de su presencia en su casa. Le dijo el nombre de la belleza, Silvia, y la describió como la portadora de un hermoso vestido blanco y de un largo y sedoso pelo negro. Al escucharlo, la señora pensó que se trataba de una mala broma, pues como explicó al intruso, la chica había muerto hacía solamente tres días, justo cuando cumplía diez y ocho años, en un terrible accidente. Como el visitante se mostraba incrédulo, la madre le mostró el blanco vestido y una fotografía de la muerta. Pero como el joven seguía dudando, la mujer lo llevó hasta el cementerio donde se encontraba la tumba con una lápida en la que aparecía escrito el nombre de la muchacha. ¡El joven casi muere del susto cuando se dio cuenta que sobre la tumba se encontraba el saco con el que la había tapado para resguardarla del frío… que no era otro más que el frío de la muerte!

La Pérgola de los Mochis

Muchas noches acudió el enamorado a La Pérgola con la esperanza de volver a ver a la joven mujer, pero nunca la volvió a encontrar, Al cabo de un año, justo el día en que tendría lugar el baile anual, desistió de su búsqueda. Sin embargo, muchas son las personas que afirman que en esa fría noche se vio bajar por la escalinata de La Pérgola de los Mochis a una bellísima mujer vestida de blanco y con el hermoso pelo negro que la caía por la espalda. Su actitud indicaba que busca a alguien a quien no puede encontrar, porque el enamorado esa noche había desistido de buscarla.

Sonia Iglesias y Cabrera

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La Carreta de la Muerte

A los diez años la madre de maría la envió a vivir con su tía, una mujer muy enferma e incapacitada que tenía un hijo de mala entraña, y vivía en el pueblo de La Noria, Guanajuato. María se fue a la casa de su tía muy contenta por poder ayudarla, pues su hijo no lo hacía para nada. La enferma mujer era dueña de un terreno muy grande que el mal hijo estaba ansioso por heredar. La llegada de su prima no le gustó para nada y empezó a hacerla la vida pesada.

 Una cierta noche, el hijo llegó borracho a la casa y arremetió contra su madre y su prima. La madre lo corrió y le dijo que no se apareciera hasta que se le hubiese bajado la borrachera. El hijo se alejó diciéndole a su progenitora que ojalá se muriera pronto. Al otro día, cuando María fue por las tortillas, escuchó que todo el pueblo se había dado cuenta del escándalo y que había escuchada a la Carreta de la Muerte. La pequeña no entendió a que se referían las personas con esos de la Carreta de la Muerte. Cuando llegó a la casa de su tía le preguntó. Al escucharla, la mujer se santiguó y le contestó que cuando pasaba la famosa carreta por el pueblo era porque alguien seguro iba a morir. María se asustó mucho, pues pensó que la que podría morir sería su enferma tía. Por la tarde regresó el hijo muy enojado y reclamándole a su madre el haberlo corrido para después haberlo ido a buscar gritándole por los montes y las calles del pueblo. La tía negó que lo hubiese ido a buscar. El joven, indignado, abandonó la casa y no regresó a dormir.

Al otro día, María fue por las tortillas y oyó que las personas comentaban que la Carreta de la Muerte se había dirigido a la cabaña del huerto de la casa de su tía, Cuando regresó, estaba muy preocupada, pues suponía que la muerte se acercaba cada vez más a la casa de su tía. Entonces pensó que debía comunicarle el hecho a su primo, pues se estaba quedando en la cabaña del huerto, y si llegaba a ver la Carreta de la Muerte, ésta se lo llevaría, pues nadie podía verla sin morir. Cuando llegó con su primo y le comunicó su temor, éste la corrió de mala manera. Por la noche, el muchacho fue a la casa de su madre, y tomando del pelo a María le prohibió que lo siguiera molestando con sus cuentos tontos. La tía trató de defender a su sobrina, pero no pudo y cayó al suelo. El mal hijo salió huyendo creyéndola muerta y no volvió por varios días.

Una tarde volvió reclamándole a su madre que no lo anduviese buscando, cosa que la mujer no había hecho. Le pidió a su hijo que cuando estuviera en la cabaña del huerto no le abriese la puerta a nadie. Pero esa noche los perros empezaron a aullar en el huerto y el muchacho, furioso, salió a asustarlos y a amenazarlos. Como no vio a nadie, volvió a entrar en la casa. Un fuerte aire soplaba. Todo el pueblo escuchó el escándalo que provocó un fortísimo grito que provenía de la cabaña. La tía le pidió a María que fuera a buscar a los vecinos para ver qué sucedía. Cuando llegaron a la cabaña se encontraron en la puerta al joven con el cuello partido y con una mueca de terror absoluto. La tía y la sobrina comprendieron que la Carreta de la Muerte lo había matado.

Desde entonces, cada vez que una persona va a morir se escuchan los ruidos de las ruedas de la carreta, las patas de los caballos al pegar en las piedras del suelo… y los terribles aullidos del mal hijo que deseaba la muerte de su madre para heredar sus tierras.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

 

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La mujer sin piernas

Una vez una señora que vivía en el Barrio de la Asunción, perteneciente a la Alcaldía Xochimilco, fue con su familia a la fiesta del pueblo de San Pablo Oztotepec, uno de los pueblos originarios de Milpa Alta. Iban caminando por un camino de brecha en plena oscuridad, rodeados de enormes árboles, cuando de pronto escucharon los sollozos de una mujer. No hicieron caso, pues sabían que por esos lugares espantaban desde la época de la Revolución. Pero el llanto era tan triste que se apiadaron y decidieron ver de dónde provenía. Entonces se dieron cuenta que arriba de uno de los árboles había una mujer que les pidió que la bajaran. Los hombres de la familia subieron al árbol y la bajaron. Cuando llegaron al suelo se dieron cuenta de que la mujer no tenía piernas de la rodilla para abajo. En una mano llevaba una olla llena de sangre, y junto a ella se encontraba un brasero y una escoba de varas de jarilla. Arrastrándose por el suelo la mujer les pedía a los presentes que la llevaran a su casa. Sin embargo, decidieron llevarla a la presidencia municipal de Xochimilco, pues ya se habían dado cuenta que se trataba de una bruja.

El tlecuil donde la bruja dejaba sus piernas.

El prefecto le preguntó a la mujer lo que estaba haciendo por en ese camino, y la mujer contestó que por las noches se dedicaba a chuparles la sangre a los bebés, y que el amanecer la había sorprendido, razón por la cual ya no pudo volar para regresar a su pueblo y se quedó atrapada en la copa del árbol. Le suplicó al prefecto que fueran a su casa para traerle sus piernas que se habían quedado en la cocina. Varios hombres fueron. Cuando tocaron a la puerta les abrió su esposo, y le dijeron que les dejase pasar para recoger las piernas de su mujer. El hombre se quedó pasmado de asombro. Al llegar a la cocina vieron las dos piernas que formaban una cruz sobre las cenizas del tlecuil. La bruja les había advertido que por nada del mundo fueran a quitar las cenizas que estaban en los muñones de sus piernas, pues entonces no podría volvérselas a colocar, y que para llevarlas las envolvieran, con mucho cuidado, en una manta.

El prefecto le preguntó a su esposo si sabía que su mujer era una bruja que chupaba la sangre de los bebés; pero el esposo afirmó que no sabía nada. Solamente había notado que con mucha frecuencia comían moronga y que nada sabía de donde procedía la sangre.

La bruja salió libre -a falta de pruebas contundentes-, después de haberse colocado sus piernas. El matrimonio se vio forzado a abandonar el pueblo de Xochimilco, pues los pobladores estaban dispuestos a quemarla en una pira. Deseaban hacer justicia, pero no lo consiguieron y se quedaron con dos palmos de narices. La bruja vivió muchos años y siguió con su sanguinaria actividad, y el esposo continuó comiendo rica moronga guisada.

Sonia Iglesias y Cabrera