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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Morelos

Tepoztécatl, el héroe

Cuentan las abuelitas de Morelos que hace muchos años, una hermosa princesa se embarazó de un pajarito muy bello y de muchos colores. Como la muchacha no estaba casada, los padres se enojaron mucho con ella, ya que no le creyeron que el padre era un pajarillo y pensaron que había sido un joven aprovechado. Y como los padres no querían al niño, cuando nació decidieron abandonarlo en un hormiguero para que las hormiguitas se lo comieran. La hermosa princesa le había puesto el nombre de Tepoztecátl.

Pero las hormigas eran muy buenas y en lugar de devorarlo, lo alimentaron con gotas de dulce miel que obtenían de un panal de abejas silvestres. Poco después, las hormigas decidieron dejarlo en un maguey para que muriera. Al sentirlo, el maguey se puso muy contento, lo cobijó con sus pencas y lo alimento con el aguamiel que llevaba en sus entrañas. Poco después, lo colocó en una caja de madera y lo puso sobre las aguas del río Atongo para que se lo llevara el río hasta la parte más baja y se ahogara.

La increíble pirámide del Cerro del Tepozteco.

Una pareja de viejitos que vivía en Tepoztlán y en ese momento estaba en las orillas del río, recogió la caja donde estaba el niño Tepoztécatl y lo criaron y cuidaron como su fuera su propio hijo. El niño creció y se volvió fuerte y hábil con las armas. Cuando en una ocasión la terrible serpiente llamada Mazacóatl apareció por Xochicalco para comerse a los habitantes, el padre adoptivo del joven fue elegido para matarlo. Pero como ya era viejito Tepoztécatl tomó su lugar sin importarle el peligro que corría. Por el camino el muchacho recogió muchos trozos de obsidiana que guardó en su morral. Tepoztécatl fue a luchar contra ella, la serpiente se lo tragó, pero el joven logró salir cortándole los intestinos por dentro con los cristales de obsidiana.

Cuando regresó a su pueblo todos lo festejaron y lo nombraron Señor de Tepoztlán y sacerdote del Dios Ometochtli, Dos Conejo. Años después Tepoztécatl desapareció y se fue a vivir para siempre en la pirámide que se encuentra en la cima del cerro del Tepozteco.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Guanajuato Leyendas Cortas Leyendas infantiles

El Pípila

Pedro Martínez y María Rufina Amaro tuvieron un hijo que se convertiría en héroe nacional de México. Este niño, al que pusieron por nombre Juan José de los Reyes, con el tiempo habría de ser conocido como El Pípila, apodo que significa “la hembra del guajolotes”.

Cuando alcanzó la juventud, se fue a trabajar en las minas de plata del estado de Guanajuato, donde había nacido en el pueblo de San Miguel El Grande en 1782. Primero fue barretero (trabajador que utiliza el pico para escarbar en la mina), y luego pasó a ser jefe de barreteros. El Pípila era fuerte, valiente, moreno, de pelo lacio y ojos rasgados. Más parecía un indio chichimeca que un mestizo.

Como era un hombre honrado y justo, se unió al ejército de Miguel Hidalgo y Costilla, para pelear por la independencia de México y poder  librar al país del dominio y tiranía españoles. Por lo tanto, le tocó luchar en la Toma de la Alhóndiga de Granaditas. La alhóndiga era un edificio de la ciudad de Guanajuato que se utilizaba para guardar y para comerciar con granos de varios tipos.

El valiente Pípila arremete contra la puerta de la Alhóndiga

La tarea de entrar al edificio se había vuelto difícil para los mexicanos, porque el edificio de la Alhóndiga estaba fuertemente custodiado y era impenetrable. Un grupo de mineros se había unido al ejército insurgente y entre ellos se encontraba el Pípila.

Cuando Juan José de los Reyes se dio cuenta de que los soldados libertadores no podían entrar en la Alhóndiga, decidió tomar una losa de piedra y colocársela en la espalda para protegerse. Tomó una antorcha encendida, de las que se usaban para alumbrarse dentro de las minas, y se lanzó corriendo hasta la puerta de la Alhóndiga y le prendió fuego empleando unas varas de ocote para que el fuego tomara fuerza. Este hecho heroico permitió que el ejército insurgente pudiera entrar al edificio y vencer a los soldados del virrey que gobernaba la nueva España, como se llamaba México en ese tiempo.

El Pípila, después de la toma de la Alhóndiga, siguió peleando por la liberación del país. Años después, cuando México se liberó y se hubo consumado su independencia, Juan José de los Reyes, que había pasado a la historia con su apodo de El Pípila, murió en San Miguel El Grande  el 26 de julio de 1863. Estaba muy enfermo y decaído por el polvo y los gases que había respirado en las minas durante todo su vida.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Sonora

Mariposa y Adelita

Cuenta una leyenda pápago que había una vez una niña muy bonita que vivía en una población de la Pimería Alta, entre los desiertos de Sonora y Arizona, que se llamaba San Francisquito. Era una niña muy buena de diez años a la que llamaban Adelita. Vivía con sus padres y con un hermanito menor que ella, de seis años de edad.

Desde muy pequeña su madre, doña Natalia, le había enseñado a tejer canastas, las cuales le salían muy bonita y coloridas. Vivían de lo que sembraba el padre, y de las canastas que vendían a los turistas. Aunque no eran ricos, sino más bien pobres, todos eran felices porque se querían mucho.

Un día en que se encontraban en la milpa su padre, la madre y el hermanito pequeño recogiendo la cosecha de elotes y calabazas, apareció por los aires un remolino de arena proveniente del desierto. Al verlo, todos trataron de esconderse entre la milpa, pero no lo lograron y cuando el remolino estaba junto a ellos, salió el terrible monstruo de la arena llamado el Come Elotes. Empezó a devorar todos los elotes que habían cortado de sus ramas. Acabó con todos, y como seguía teniendo hambre, decidió comerse a los asustados padres y al hermanito que lloraba y llamaba desconsoladamente a su hermana. Pero Adelita no podía oírlo, pues se encontraba en la choza donde vivían tejiendo sus hermosas canastas que llevaría el domingo al tianguis. Así, pues, el Come Elotes acabó con la cosecha y con la familia de Adelita.

La Mariposa Mágica

Si las personas la llamaban porque tenían un apuro, Mariposa se aparecía cuando consideraba que el caso lo ameritaba. La persona que la había llamado le pedía lo que quería hablándole muy quedito al oído, y Mariposa le concedía lo que deseaba, siempre y cuando no intentara atraparla. Adelita miró hacia el Cielo y llamó a Mariposa, la cual acudió a su llamado pasados tres minutos. La niña la tomó en sus manos y le dijo al oído que deseaba que sus padres y su hermanito volvieran sanos y salvos. Después, dejó libre a la Mariposa.

Pasados otros tres minutos, la familia apareció la familia muy contenta de haberse librado de la muerte, y junto a ellos se encontraban todos los elotes que Come Elotes había devorado. Recogieron las mazorcas, se fueron a la casa y vivieron muy felices por siempre.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Michoacán

El joven que se casó con la Lluvia

Hace mucho tiempo vivía en Michoacán un joven que no quería casarse. Su madre estaba muy preocupada porque pensaba que cuando se muriera nadie cuidaría de su hijo. Un mal día la madre se murió, y como ya nadie atendía al muchacho decidió irse a vivir a la cima de un cerro y cultivar  maíz para alimentarse.

Nunca bajaba a su pueblo, ni visitaba a sus hermanos. Cuando los elotes de la milpa crecieron, el joven se dio cuenta de que le faltaban algunos. Alguien se los había robado. Muy enojado, decidió espiar para conocer al ladrón, pero no podía ver bien porque la niebla se lo impedía. Sin embargo, un día vio a una muchacha muy bella que estaba cortando los elotes de su milpa. Entonces, el joven le dijo que dejara de robarse los elotes. Pero la joven volteó a verlo y le dijo: ¡Vaya, pues, porque no voy a cortar los elotes si yo ayudo a las milpas para que crezcan! El muchacho le contestó muy molesto: -¡Eso no es verdad, tu nunca me ayudaste a barbechar, ni a arar ni a sembrar las semillas! La joven replico: -¡Te equivocas, yo soy la Lluvia que riega este cerro!

Desde ese momento, el muchacho y la Lluvia se hicieron muy amigos y platicaban de muchas cosas. Poco después se enamoraron y se casaron. El mismo día que se casaron Lluvia le dijo a su esposo que construyera unos corrales. Extrañado, él le replicó: -¡Pero para qué, Lluvia, si no tengo ningún animal! La esposa dijo entonces: – No te preocupes, mañana al amanecer estarán muchos animales en el corral.

La hermosa Lluvia regando las milpas

Cuando el joven despertó, el corral tenía muchos animales. Le preguntó a Lluvia en dónde los había conseguido, pero ella le contestó que no se preocupara, y que se pusiera a ordeñar a las vacas.

Los hermanos se dieron cuenta de la buena posición económica que tenía el muchacho, decidieron irlo a visitar, y el joven al verlos los abrazó y les dio muchos regalos. Bajaron todos al pueblo y se fueron a emborrachar a una cantina. Se convirtió en una costumbre, y el muchacho empezó a malgastar todo el dinero que había ganado en bebidas, y en darles regalos a las mujeres que se aprovechaban de él al verlo tomado.

Lluvia estaba muy enojada con el comportamiento de su marido, y un día decidió dejarlo. Cuando el hombre vio que había perdido a su mujer, se puso muy triste y dejó la bebida y las parrandas. Sin embargo, a pesar de su buen comportamiento la hermosa Lluvia nunca más regresó.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Michoacán

Los aretes de la Luna

Cuentan los abuelos purépecha del estado de Michoacán, que hace muchos años el Sol y la Luna estaban casados y eran muy felices viviendo en las alturas. Pero un día apareció por el Cielo Citalimina, Venus, el astro de los cielos de la mañana y de la tarde, y todo cambió en su felicidad.

En una ocasión, la Luna encontró al Sol platicando con Venus, que era una estrella muy bella con una larguísima cabellera. La Luna se enceló y le reclamó al Sol sus coqueteos. Se pelearon, se insultaron y hasta se dieron de golpes. Como el Sol era más fuerte que la pobre Luna, le dejó la cara llena de moretones, que son las manchas que podemos ver en su superficie desde la Tierra si la observamos con atención.

La Luna decidió separarse del Sol y se fue muy lejos, ya no se hablaron más; por eso uno sale de día y la otra de noche. Como es natural, este hecho ocasionó que se formara el día y la noche en la Tierra. Cuando llegan a juntarse los dos astros en el Cielo, se vuelven a convertir en los amorosos amantes que antes eran y, en ese momento se producen los eclipses.

Arracadas de plata que usan las mujeres purépecha

Cuando se vuelven a separar los esposos, la Luna se pone a llorar mucho de la tristeza que le da, y cada lágrima que cae a la Tierra se convierte en gotas de plata, que las mujeres purépecha recogen para fabricarse hermosos aretes que tienen forma de media luna, con lágrimas de plata que penden de ellos.

Cuando la Luna no llora mucho, sino sólo poquito, sus lágrimas no se convierten en plata sino en frescas gotas de rocío, que se transforman en charahuescas, que son una flores amarillas, anaranjadas o rojas que se parecen a las dalias; entonces, los niños escarban en la tierra para sacar las dulces y acuosas jícamas que son las raíces de la flor, que además calman la sed de quien las come.

Para recordar el regalo que la Luna les ha dado a las mujeres, no deben cortarse nunca el pelo, y si lo llegan a hacer, tiene que ser cuando hay Luna Nueva, cuando adquiere el nombre de Xaratanga, la diosa lunar de los purepecha.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Baja California Leyendas Cortas Leyendas infantiles

Los enamorados

A finales del siglo pasado, en el poblado de El Triunfo, en Baja California, vivía un rico matrimonio que tenía una hija muy bella: la chica era rubia, blanca y delgada, además de tener muy buen carácter. Esta joven, llamada Alma, se enamoró de Narciso, un muchacho que trabajaba en el campo, de familia humilde y sin dinero. A  pesar de la diferencia económica, se hicieron novios, pero los padres de Alma no estaban de acuerdo con el noviazgo, y decidieron encerrarla en su recámara prohibiéndole que volviese a ver a Narciso.

Sin embargo, el muchacho acudía a la casa de Alma, y cuando llegaba tocaba en la pared de la cocina con una vara, para que Alma supiera que no la había olvidado. Al oír el ruido, la muchacha se ponía muy contenta y entonces podía dormir tranquila.

Un día, Narciso decidió irse a San José del Cabo para buscar un trabajo que le diera buen dinero y así poder casarse con Alma. Le dijo a una vecina que le entregara una carta a su novia donde le explicaba que había partido a hacer fortuna. Pero la mujer nunca pudo entregarle la carta a Alma, porque sus padres la vigilaban muy bien y nunca pudo verla para cumplir el encargo.

Paisaje marino de Baja California

Pasó mucho tiempo, y los padres de Alma decidieron que ya era hora de que se casara. Arreglaron la boda con los padres de un muchacho al que juzgaron conveniente. En esas estaban cuando una noche Alma escuchó un ruido en la pared de la cocina. Salió de la casa apresuradamente y se encontró con Narciso que le propuso que huyeran para casarse y ser felices.

Así lo hicieron. Se fueron a vivir a la playa donde construyeron una bonita casa, y vivieron juntos por muchos años. El 6 de noviembre de 1997, se convirtieron en los tatarabuelos de una hermosa niña llamada Alejandra.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Chiapas Leyendas Cortas Leyendas infantiles

El perro y el cocodrilo

Una leyenda que cuentan los abuelos de Chiapas nos aconseja que nunca se deben llevar perros a ninguna laguna ni a ningún río, porque los cocodrilos que habitan en ellos no pueden soportar la presencia de los perros. Este hecho se debe a que hace mucho tiempo hubo un perro que siempre iba a pasearse a las orillas de una laguna de agua azul. Este perro no tenía lengua, como le sucedía a todos los demás perros, pues en ese tiempo ninguno la tenía.

En una ocasión, cuando el perro se encontraba a la orilla de la laguna, se apareció un cocodrilo y el perro le dijo: -¡Oye, cocodrilo, a ti te gusta comer animales, y yo sé muy bien cazar, si tú me prestas tu lengua, yo voy a cazar y todos los animales que atrape te los traeré para que te los comas! Al escuchar al perro, el cocodrilo se quedó muy pensativo y nada contestó.

Al siguiente día, el perro volvió a la laguna con varios animales que había cazado y se los dio al cocodrilo, que los aceptó gustoso y se los comió. Como vio que el perro sí sabía cazar, el cocodrilo agarró confianza y le prestó su lengua al astuto perro.

El cocodrilo engañado se enoja.

Pero un día, el perro no volvió más a la laguna a llevarle comida al cocodrilo, y se quedó con la lengua del confiado animal. Se la robó. El cocodrilo se enojó muchísimo con esa fea acción de perro al que consideraba su amigo.

Desde entonces, cada vez que un cocodrilo ve a un perro cerca de él, se lo come, pues todos recuerdan la mala acción del perro que se quedó con la lengua del cocodrilo que había confiado en él.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles Morelos Puebla

Dos volcanes enamorados

Iztaccíhuatl, la Mujer Blanca, era una hermosa princesa nahua que se enamoró de un guerrero llamado Popocatépetl, Montaña que Humea, también conocido como Popoca. Como querían casarse, el padre de la muchacha, cuyo nombre era Tezozómoc, le dijo al guerrero que permitiría el matrimonio si en la guerra que libraban en Oaxaca le llevaba la cabeza de su peor enemigo, el jefe de los guerreros zapotecas, ensartada en una lanza.

La misión era muy difícil de cumplir, el padre de Iztaccíchuatl lo había enviado a propósito a Oaxaca, porque pensaba que nunca regresaría victorioso y moriría en esas lejanas tierras oaxaqueñas, y así no se casaría con su adorada hija.

Un mal día Iztaccíchuatl se enteró de que su amado Popocatépetl había fallecido en una batalla y, desesperada por el dolor que sentía, se quitó la vida. Poco tiempo después, Popocatépetl  regresó a Tenochtitlan con la cabeza que le había exigido Tezozómoc, pero se enteró de que la princesa había muerto. Sumamente triste, el guerrero entró a la recámara de su amada, tomó en sus brazos, la llevó al monte, y la cubrió completamente de hermosas flores.

La triste imagen de los enamorados que se convirtieron en volcanes

El tlatoani Tezozómoc se asomó por una ventana de su palacio y vio dos magníficos volcanes cubiertos de nieves eternas. Emocionado, salió a la Plaza Mayor de la Ciudad de Tenochtitlan y, a voz en cuello, anunció a todos sus súbditos que esos volcanes que se veían, eran Popocatépetl e Iztaccíhuatl convertidos para siempre en dos bellos volcanes por la magia de los dioses.

Desde entonces, los jóvenes enamorados están juntos para no separarse nunca jamás y así eternizar el amor que se tuvieron cuando estaban vivos. Aún se puede ver a Iztaccíchuatl cubierta de nieve, acostada como si estuviera durmiendo, y a Popoca a sus pies, siempre atento y vigilante de que nada perturbe la paz de su amada.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles

La monja Sor Juana y la llave mágica

Hace mucho tiempo, en los inicios de la ocupación española en la Nueva España, una niña de ocho años llamada Catalina vivía en las afueras de la Ciudad de México, cerca de donde empezaban los barrios de los indígenas. Todas las mañanas salía a caminar por el campo para hacer ejercicio. Un cierto día se fue por un camino diferente al acostumbrado y se encontró con un viejo y enorme ahuehuete. De un hueco del tronco del árbol salió otra niña de catorce años de nombre Matilde, que se acercó a Catalina para decirle que se dedicaba a ayudar a los niños pobres que no tenían casa y que abundaban en la ciudad. Le dijo que quería que se los llevara para darles casa y comida. A Catalina le pareció una buena obra de caridad, y empezó a llevarle niños y niñas a Matilde. Así continúo Catalina bastante tiempo, llevando niños desamparados para que Matilde los ayudara.

Un día en que Catalina se acercaba al ahuehuete para entregarle a su amiga una niñita desnutrida de cuatro años, vio que del Cielo bajaba una hermosa monja parada en una nube de cristal. Toda ella resplandecía como si estuviera iluminada por dentro. Cuando llegó cerca de Catalina le dijo con una voz dulcísima: -¡No te asustes, querida niña, soy una monja y mi nombre es Sor Juana, tengo que comunicarte algo importante! Esa niña a la que conoces como Matilde, es en realidad un chaneque muy malo. Todos los niños que tú le has llevado, los tiene encerrados en jaulas en una palapa que se encuentra situada en el interior del bosque a espaldas del ahuehuete por donde Matilde sale. Los tiene encerrados en jaulas y se dedica a engordarlos para comérselos ella y sus amigos los chaneques que habitan en los ríos y lagunas del campo. Has hecho muy mal en obedecerla sin saber quién era, pero no te preocupes. Ten está llave de plata, ve a la palapa y abre los candados de las jaulas.

La monja Sor Juana

Catalina tomó la bella llave de plata con incrustaciones de obsidiana y corrió por el bosque hasta encontrar la palapa. La abrió y entró sigilosamente. Entonces Catalina vio a todos los niños que le había llevado a la perversa Matilde, y con la mágica llave que abría todos los candados, liberó a todos los niños que estaban ya bastante gordos y a punto de ser guisados en mole.

Los niños corrieron tan rápido como se los permitía su gordura y llegaron sanos y salvos a la ciudad de México. Se habían salvado todos gracias a la buena monja llamada Sor Juana y a la llave de plata. Desde entonces, cuando alguien llega a pasar cerca del ahuehuete, oye los lamentos de la malvada Matilde que llora de rabia por haberse quedado sin comida.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Veracruz

La olla de monedas de oro y la sirena

 Hace muchos años en Orizaba, ciudad que se encuentra en el estado de Veracruz, vivía un hombre muy rico en una casa muy grande y lujosa. Como era tan rico, tenía miedo que le robaran su dinero los ladrones que no faltaban; razón por la cual decidió enterrar una gran olla llena de monedas de oro en un ojo de agua que se encontraba en el campo cerca de su casa.

Para que vigilara la olla, el hombre rico decidió poner junto al ojo de agua la estatua de bronce de una hermosa sirena. Y ahí quedó la sirena cuidando la olla de monedas de oro del temeroso hombre. Pasó el tiempo, y el hombre rico se murió de un paro cardíaco. Nadie supo nunca que se encontraba enterrada una olla en el ojo de agua, pues el ricachón había tenido buen cuidado de guardar su secreto.

La olla de monedas de oro escondida

Mientras esto sucede, la sirena todos los 24 de junio de cada año, a las doce de la noche, deja de ser estatua para convertirse en una hermosa sirena de verdad, con la cola color de turquesa. Cuando se convierte en sirena  nada por todo el ojo de agua que es muy grande. Cuando empieza a amanecer, la hermosa sirena se vuelve a convertir en estatua para seguir vigilando la olla de las monedas de oro que nadie ha descubierto todavía.

Sonia Iglesias y Cabrera

Sonia Iglesias y Cabrera