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Baja California Leyendas Cortas Leyendas infantiles

Los enamorados

A finales del siglo pasado, en el poblado de El Triunfo, en Baja California, vivía un rico matrimonio que tenía una hija muy bella: la chica era rubia, blanca y delgada, además de tener muy buen carácter. Esta joven, llamada Alma, se enamoró de Narciso, un muchacho que trabajaba en el campo, de familia humilde y sin dinero. A  pesar de la diferencia económica, se hicieron novios, pero los padres de Alma no estaban de acuerdo con el noviazgo, y decidieron encerrarla en su recámara prohibiéndole que volviese a ver a Narciso.

Sin embargo, el muchacho acudía a la casa de Alma, y cuando llegaba tocaba en la pared de la cocina con una vara, para que Alma supiera que no la había olvidado. Al oír el ruido, la muchacha se ponía muy contenta y entonces podía dormir tranquila.

Un día, Narciso decidió irse a San José del Cabo para buscar un trabajo que le diera buen dinero y así poder casarse con Alma. Le dijo a una vecina que le entregara una carta a su novia donde le explicaba que había partido a hacer fortuna. Pero la mujer nunca pudo entregarle la carta a Alma, porque sus padres la vigilaban muy bien y nunca pudo verla para cumplir el encargo.

Paisaje marino de Baja California

Pasó mucho tiempo, y los padres de Alma decidieron que ya era hora de que se casara. Arreglaron la boda con los padres de un muchacho al que juzgaron conveniente. En esas estaban cuando una noche Alma escuchó un ruido en la pared de la cocina. Salió de la casa apresuradamente y se encontró con Narciso que le propuso que huyeran para casarse y ser felices.

Así lo hicieron. Se fueron a vivir a la playa donde construyeron una bonita casa, y vivieron juntos por muchos años. El 6 de noviembre de 1997, se convirtieron en los tatarabuelos de una hermosa niña llamada Alejandra.

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Chiapas Leyendas Cortas Leyendas infantiles

El perro y el cocodrilo

Una leyenda que cuentan los abuelos de Chiapas nos aconseja que nunca se deben llevar perros a ninguna laguna ni a ningún río, porque los cocodrilos que habitan en ellos no pueden soportar la presencia de los perros. Este hecho se debe a que hace mucho tiempo hubo un perro que siempre iba a pasearse a las orillas de una laguna de agua azul. Este perro no tenía lengua, como le sucedía a todos los demás perros, pues en ese tiempo ninguno la tenía.

En una ocasión, cuando el perro se encontraba a la orilla de la laguna, se apareció un cocodrilo y el perro le dijo: -¡Oye, cocodrilo, a ti te gusta comer animales, y yo sé muy bien cazar, si tú me prestas tu lengua, yo voy a cazar y todos los animales que atrape te los traeré para que te los comas! Al escuchar al perro, el cocodrilo se quedó muy pensativo y nada contestó.

Al siguiente día, el perro volvió a la laguna con varios animales que había cazado y se los dio al cocodrilo, que los aceptó gustoso y se los comió. Como vio que el perro sí sabía cazar, el cocodrilo agarró confianza y le prestó su lengua al astuto perro.

El cocodrilo engañado se enoja.

Pero un día, el perro no volvió más a la laguna a llevarle comida al cocodrilo, y se quedó con la lengua del confiado animal. Se la robó. El cocodrilo se enojó muchísimo con esa fea acción de perro al que consideraba su amigo.

Desde entonces, cada vez que un cocodrilo ve a un perro cerca de él, se lo come, pues todos recuerdan la mala acción del perro que se quedó con la lengua del cocodrilo que había confiado en él.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles Morelos Puebla

Dos volcanes enamorados

Iztaccíhuatl, la Mujer Blanca, era una hermosa princesa nahua que se enamoró de un guerrero llamado Popocatépetl, Montaña que Humea, también conocido como Popoca. Como querían casarse, el padre de la muchacha, cuyo nombre era Tezozómoc, le dijo al guerrero que permitiría el matrimonio si en la guerra que libraban en Oaxaca le llevaba la cabeza de su peor enemigo, el jefe de los guerreros zapotecas, ensartada en una lanza.

La misión era muy difícil de cumplir, el padre de Iztaccíchuatl lo había enviado a propósito a Oaxaca, porque pensaba que nunca regresaría victorioso y moriría en esas lejanas tierras oaxaqueñas, y así no se casaría con su adorada hija.

Un mal día Iztaccíchuatl se enteró de que su amado Popocatépetl había fallecido en una batalla y, desesperada por el dolor que sentía, se quitó la vida. Poco tiempo después, Popocatépetl  regresó a Tenochtitlan con la cabeza que le había exigido Tezozómoc, pero se enteró de que la princesa había muerto. Sumamente triste, el guerrero entró a la recámara de su amada, tomó en sus brazos, la llevó al monte, y la cubrió completamente de hermosas flores.

La triste imagen de los enamorados que se convirtieron en volcanes

El tlatoani Tezozómoc se asomó por una ventana de su palacio y vio dos magníficos volcanes cubiertos de nieves eternas. Emocionado, salió a la Plaza Mayor de la Ciudad de Tenochtitlan y, a voz en cuello, anunció a todos sus súbditos que esos volcanes que se veían, eran Popocatépetl e Iztaccíhuatl convertidos para siempre en dos bellos volcanes por la magia de los dioses.

Desde entonces, los jóvenes enamorados están juntos para no separarse nunca jamás y así eternizar el amor que se tuvieron cuando estaban vivos. Aún se puede ver a Iztaccíchuatl cubierta de nieve, acostada como si estuviera durmiendo, y a Popoca a sus pies, siempre atento y vigilante de que nada perturbe la paz de su amada.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Ciudad de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles

La monja Sor Juana y la llave mágica

Hace mucho tiempo, en los inicios de la ocupación española en la Nueva España, una niña de ocho años llamada Catalina vivía en las afueras de la Ciudad de México, cerca de donde empezaban los barrios de los indígenas. Todas las mañanas salía a caminar por el campo para hacer ejercicio. Un cierto día se fue por un camino diferente al acostumbrado y se encontró con un viejo y enorme ahuehuete. De un hueco del tronco del árbol salió otra niña de catorce años de nombre Matilde, que se acercó a Catalina para decirle que se dedicaba a ayudar a los niños pobres que no tenían casa y que abundaban en la ciudad. Le dijo que quería que se los llevara para darles casa y comida. A Catalina le pareció una buena obra de caridad, y empezó a llevarle niños y niñas a Matilde. Así continúo Catalina bastante tiempo, llevando niños desamparados para que Matilde los ayudara.

Un día en que Catalina se acercaba al ahuehuete para entregarle a su amiga una niñita desnutrida de cuatro años, vio que del Cielo bajaba una hermosa monja parada en una nube de cristal. Toda ella resplandecía como si estuviera iluminada por dentro. Cuando llegó cerca de Catalina le dijo con una voz dulcísima: -¡No te asustes, querida niña, soy una monja y mi nombre es Sor Juana, tengo que comunicarte algo importante! Esa niña a la que conoces como Matilde, es en realidad un chaneque muy malo. Todos los niños que tú le has llevado, los tiene encerrados en jaulas en una palapa que se encuentra situada en el interior del bosque a espaldas del ahuehuete por donde Matilde sale. Los tiene encerrados en jaulas y se dedica a engordarlos para comérselos ella y sus amigos los chaneques que habitan en los ríos y lagunas del campo. Has hecho muy mal en obedecerla sin saber quién era, pero no te preocupes. Ten está llave de plata, ve a la palapa y abre los candados de las jaulas.

La monja Sor Juana

Catalina tomó la bella llave de plata con incrustaciones de obsidiana y corrió por el bosque hasta encontrar la palapa. La abrió y entró sigilosamente. Entonces Catalina vio a todos los niños que le había llevado a la perversa Matilde, y con la mágica llave que abría todos los candados, liberó a todos los niños que estaban ya bastante gordos y a punto de ser guisados en mole.

Los niños corrieron tan rápido como se los permitía su gordura y llegaron sanos y salvos a la ciudad de México. Se habían salvado todos gracias a la buena monja llamada Sor Juana y a la llave de plata. Desde entonces, cuando alguien llega a pasar cerca del ahuehuete, oye los lamentos de la malvada Matilde que llora de rabia por haberse quedado sin comida.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Veracruz

La olla de monedas de oro y la sirena

 Hace muchos años en Orizaba, ciudad que se encuentra en el estado de Veracruz, vivía un hombre muy rico en una casa muy grande y lujosa. Como era tan rico, tenía miedo que le robaran su dinero los ladrones que no faltaban; razón por la cual decidió enterrar una gran olla llena de monedas de oro en un ojo de agua que se encontraba en el campo cerca de su casa.

Para que vigilara la olla, el hombre rico decidió poner junto al ojo de agua la estatua de bronce de una hermosa sirena. Y ahí quedó la sirena cuidando la olla de monedas de oro del temeroso hombre. Pasó el tiempo, y el hombre rico se murió de un paro cardíaco. Nadie supo nunca que se encontraba enterrada una olla en el ojo de agua, pues el ricachón había tenido buen cuidado de guardar su secreto.

La olla de monedas de oro escondida

Mientras esto sucede, la sirena todos los 24 de junio de cada año, a las doce de la noche, deja de ser estatua para convertirse en una hermosa sirena de verdad, con la cola color de turquesa. Cuando se convierte en sirena  nada por todo el ojo de agua que es muy grande. Cuando empieza a amanecer, la hermosa sirena se vuelve a convertir en estatua para seguir vigilando la olla de las monedas de oro que nadie ha descubierto todavía.

Sonia Iglesias y Cabrera

Sonia Iglesias y Cabrera

 

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Durango Leyendas Cortas Leyendas infantiles Sin categoría

Martín y el Toro de los Cuernos de Oro

Cuenta una leyenda del estado de Durango, que en el Cerro de Mercado, formado de magna de cuerpos de óxido de fierro que le dan una bonita forma triangular, existe una cueva muy especial, pues se abre cada noche por unos cuantos minutos. Cuando la cueva se abre, por ella sale un toro de color negro que tiene unos hermosos cuernos de oro. Dicen que sale con el propósito de vigilar la entrada de la cueva.

Una cierta noche, un hombre que se llamaba Martín, salió a caminar por el campo. Cuando llegó cerca del Cerro del Mercado, escuchó unos ruidos que llamaron su atención. Se acercó más al cerro, y vio al gran toro negro cuyos cuernos brillaban, maravillosamente, a la luz de la luna.

Al verlo, Martín quiso torearlo. Cuando el hermoso toro vio que el hombre se le acercaba, se retiró de la entrada de la cueva, lo cual aprovechó Martín para entrar en ella, pues estaba muy curioso por ver cómo era por dentro.

El hermoso Toro de los Cuernos de oro

En ese preciso momento, el bello toro de los cuernos de oro entró en la cueva. Cuando Martín lo vio, se asustó tanto que salió corriendo por temor a que lo fuera a cornear.

En cuanto Martín estuvo fuera de la cueva, la entrada se cerró completamente. Martín ya no pudo volver a entrar, y perdió para siempre la riqueza del tesoro y los amores de la bella muchacha, que según supo después, era la hija del Toro de los Cuernos de Oro.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Michoacán

La princesa Eréndira y el Lago de Zirahuen

Hace ya muchos siglos, cuando los españoles invadieron a tierras mexicanas para conquistarlas, un capitán con sus tropas llegó hasta las tierras de Michoacán. Iba a entrevistarse con el emperador purépecha que se llamaba Tangaxoan, que tenía una hermosa hija a la que había puesto por nombre Eréndira.

La joven princesa Eréndira era muy bella, y al verla el capitán se enamoró profundamente de ella. Un día, el capitán español raptó a la bonita muchacha y la escondió en un verde valle rodeado de muchas montañas. Eréndira estaba muy triste y sufría mucho. Se acordaba de su casa, de su madre y de su padre.

Estaba tan desesperada, que los dioses del Día y de la Noche, llamados Juriata y Xaratanga, oyeron sus trágicos sollozos y decidieron ayudarla. Hicieron que las lágrimas que brotaban de los ojos de la princesa se hicieran muy fuertes y poderosas. Entonces, sus lágrimas empezaron a formar un charco que, poco a poco, se convirtió en un gran lago. Los dioses con su poderosa magia convirtieron las piernas de Eréndira en una hermosa cola de pescado. Se había convertido en una linda sirena.

Vista del hermoso Lago de Zirahuen

Ahora el valle contaba con un nuevo lago al que pusieron por nombre el Lago de Zirahuen. Eréndira nunca se olvidó del lago por el que había podido salvarse, y desde entonces, las personas que viven por esos lugares, dicen que la princesa se va a nadar algunas noches al hermoso lago, y que al amanecer sale del agua para hechizar a los hombres que son malos.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Estado de México Leyendas Cortas Leyendas infantiles

La ermita de la Virgen de Tecaxic

El pueblo de Tecaxic se encuentra en el Municipio de Toluca, en el Estado de México. Antes de la conquista armada de las tropas españolas, hace ya muchos siglos,  fue habitado por grupos de indígenas matlatzincas. Tecaxic es un bonito pueblo que cuenta con muchos mitos y leyendas. Una leyenda nos relata que poco después de la conquista española, llegaron al pueblo varios frailes franciscanos para evangelizar a los indios, y para que los colonizadores españoles vivieran en él. Desde esa época, el poblado tomó el nombre de Santa María de la Asunción Tecaxic.

Poco después de la conquista española, llegó al poblado una tremenda epidemia que mató a todos los habitantes de la localidad, menos a dos hombres. Terriblemente asustados y consternados por encontrarse solos y sufriendo por la muerte de sus vecinos, decidieron abandonar Tecaxic. Al irse estos dos sobrevivientes, el pueblo quedó completamente abandonado, al igual que una ermita que había sido construida por todos los pobladores. En dicha ermita se encontraba una imagen de la Virgen de la Asunción, que había sido pintada al temple sobre un lienzo fabricado por los indígenas. Al quedar abandonada y sin recibir ninguna clase de cuidados, la ermita empezó a agrietarse, sus puertas se cayeron y el sol, el agua y el viento entraban libremente, hasta deteriorar la bella imagen de la Asunción que empezó a desteñirse.

Un cierto día en que caía un fortísimo aguacero, un vecino del pueblo de Almoloya de Juárez, llamado Pedro Millán de Hidalgo, buscaba desesperadamente donde refugiarse de las aguas que ya lo habían empapado en su tránsito hacia la ciudad de Toluca para efectuar ciertos negocios. En ese angustioso momento se percató que de la ermita salían cantos religiosos y se veían muchas luces maravillosas. Como sabía que Tecaxic estaba despoblado, pensó que los cantos eran de voces indígenas, y las luces velas que los mismos indios encendían. Entonces, le llamó a los cantores en lengua náhuatl, asegurándoles que no tuviesen miedo, pero nadie respondió. El hombre decidió sacar su espada y entrar a la capillita, pero no encontró a nadie.

La famosa ermita de Tecaxic

Al enterarse del prodigio Joseph Gutiérrez, padre superior del convento principal de Toluca, decidió que debía edificarse un santuario dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles de Tecaxic. Muchos señores importantes de varios pueblos ayudaron económica y materialmente en la construcción, y mientras trabajaban hasta el cansancio por el día ayudados de albañiles, por la noche los ángeles contribuían a la edificación, acompañados de música de chirimía y teponaztle que ejecutaban tres seres vestidos con tilmas y que levitaban, es decir, no pisaban la tierra.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles Michoacán

El Ángel de la Guarda

Cuenta con una tierna leyenda de Michoacan que hace muchos años por el barrio de El Carmen una mujer iba caminando acompañada de su hijita de cuatro años, para dirigirse del mercado al que habían ido a su casa.

Como era el mes de mayo, hacía muchísimo calor y la niña, que se llamaba Tayita, empezó a tener sed. Era ya muy tarde y la madre de la pequeña le pidió  que se aguantara un poco más para llegar a la casa, y ahí darle un vaso con agua fresca y limpia.

Pero Tayita estaba sumamente acalorada y sedienta, e insistió por tres veces que quería beber agua. Al pasar por una fuente, la madre le dijo a su hija que si tenía tanta sed podía beber agua de ahí. La niña corrió hacia la fuente y empezó a beber auxiliándose de sus manitas.

Imagen del Ángel de la Guarda de Tayita.

Cuando más desesperada se encontraba por sus fracasados intentos, y la jovencita se encontraba a punto de morir ahogada, un ángel misericordioso bajo del Cielo y sacó a la niña rápidamente, evitando así que muriese. La madre, muy agradecida, trató de darle las gracias al ángel, pero éste había desaparecido. Al llegar a su casa, la mujer encendió un cirio dedicado al Ángel de la Guarda de la pequeña, y amabas se pusieron a rezar, por el gran favor que habían recibido.

Sonia Iglesias y Cabrera

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Leyendas Cortas Leyendas infantiles San Luis Potosí

Los tres huevos del Señor del Saucito

El Señor del Saucito se encuentra en un templo muy bonito en la ciudad de San Luis Potosí. La imagen del Señor de Burgos, su antiguo nombre, está elaborada en una rama de sauce. Mide de alto un metro con sesenta y siete centímetros, y se encuentra en un madero de dos metros cincuenta y cuatro metros, barnizado de color café oscuro y con pintura dorada en la puntas. Adornan la cruz dos soles de metal y flores que simbolizan al sauce con que está hecho. Además, la cruz cuenta con dos angelitos y dos aureolas coronan la cabeza del Señor de Burgos.

Se dice que la cruz y la imagen se empezaron a elaborar en el año de 1820, y quedaron listas dos años después, aunque ciertos detalles fueron modificados por la mano de un escultor llamado José María Aguado. Su primera fiesta se celebró el 26 de noviembre de 1826, el día de Nuestro Señor Jesucristo; y luego la fiesta se pasó al primer viernes de marzo que es el día de la Corona de Espinas, fecha que quedó como la oficial.

A los pies de esta sagrada imagen se pueden ver tres huevos de víbora, un ex voto cristiano de legendario origen. La leyenda refiere que hace mucho tiempo cuando la imagen fue colocada en el templo y las personas empezaron a venerarlo, en el campo se encontraba un pastor vigilando su rebaño. Como tenía mucha hambre, el hombre se comió tres huevos que se encontró en un nido de víbora. En cuanto acabó de devorarlos, le dieron fuertes retortijones, sudaba frío y no paraba de proferir desgarradores gritos de dolor.

Imagen del venerado Señor del Saucito

El pastor creía llegada su hora, pues nadie oía sus gritos, y era poco probable que alguien acudiese en su ayuda. Aterrado, el hombre trató de subirse a lo alto de un monte y, en su desesperación se acordó del Señor del Suacito y le pidió ayuda con toda su fe y devoción. El Señor le escuchó y milagrosamente le salvó de una muerte segura.

En agradecimiento, el hombre le llevó al altar tres huevos tallados en marfil que colocó a los pies de tan milagroso Señor. Desde entonces son muchos los milagros que ha realizado el Señor del Saucito.

Sonia Iglesias y Cabrera